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En su nueva novela, el escritor trata la relación entre el arte y el poder en la frontera

Herrera da vigencia al relato del descenso al Mictlán desde nuevas coordenadas

Señales que preceden al fin del mundo tiene que ver más con confines como espacios de conocimiento y con personajes siempre en transición, explicó el autor hidalguense en entrevista

 
Periódico La Jornada
Domingo 3 de enero de 2010, p. 5

Un viaje transfronterizo; un protagonista femenino que deberá enfrentar obstáculos diversos; identidades en transición; tensión permanente a punto del desbordamiento; un imbricado mundo de realidades reales y literarias; el habla popular no como paternalismo, sino como resistencia ante la imposición, y una estructura narrativa basada en el armazón del descenso al Mictlán.

Esos son algunos atractivos de Señales que precederán al fin del mundo (Editorial Periférica), nueva novela del escritor hidalguense Yuri Herrera, también autor de Trabajos del reino, historia sobre la relación entre el arte y el poder, que sucede en la frontera.

Aunque Señales que precederán al fin del mundo aborda algunos asuntos fronterizos, aclara Herrera (1970) en entrevista, tiene que ver más con la frontera como espacio de conocimiento, y los protagonistas son personajes fronterizos, independientemente de su origen y de qué lugar habitan.

Son personajes que están transformando sus identidades, siempre en transición. Más allá de lo geográfico, lo fronterizo me interesa como espacio de transformación, donde las identidades, instituciones y naciones que se creen estables y definitivas se evidencian como lábiles y frágiles.

–Aparte de lo fronterizo, recurre a la tradición cultural mesoamericana, del México antiguo, al fragmentar la estructura en nueve capítulos –se le acota.

–Desde hace tiempo tenía claro que quería escribir una novela utilizando la estructura narrativa del descenso al Mictlán. Me parecía que ahí ya estaba planteada una historia muy interesante y que además valía la pena averiguar no tanto el significado original de cada uno de los inframundos descritos en esa narrativa, sino averiguar cómo podíamos seguir haciendo uso de su estructura.

–¿Era una manera de darle continuidad a esa tradición cultural?

–No sé qué tanto se trate de continuidad, porque no tenemos manera de saber exactamente qué significaba, pero sí de apropiarnos de eso, de volver a dar vigencia desde nuestras coordenadas. Entonces hice una investigación del tema y lo trabajé para mis propósitos, como un insumo más de la ficción.

–¿Cómo tomó densidad literaria Makina, la protagonista?

–Yo tenía la estructura de qué quería hacer y sabía más o menos el tipo de historia que quería contar: la de un viaje. Muy pronto me quedó claro que el personaje que debía realizar el viaje era una mujer, por la clase de desafíos y obstáculos extra que tiene que enfrentar una mujer al hacer un viaje en solitario.

He crecido rodeado de mujeres muy fuertes, y para mí fue relativamente sencillo encontrar el tipo de espíritu que iba a animar al personaje. Pero el personaje en su definición más precisa y en su manera de cobrar vida se fue haciendo en la escritura.

El narrador habla de algunas admiraciones literarias, como Martín Luis Guzmán, Jesús Gardea, Rafael Bernal, la novela negra estadunidense, los novelistas rusos del siglo XIX o el francés Boris Vian, uno de esos escritores que, de manera desvergonzada, declaran su soberanía sobre el texto y hacen lo que quieren con el lenguaje, con el principio de realidad.

El estilo hace al artista

Quizá por ello, para Yuri Herrera el estilo no es un asunto de superficie, sino forma de conocimiento, lugar desde el cual uno se acerca, construye la realidad. Toda literatura es metarrealidad, pero la conciencia del estilo es lo que hace a los buenos artistas.

–Entonces, no es sólo el construirla, sino cómo construirla, el modo particular de crearla.

–Claro, porque en ello hay decisiones no sólo estéticas, sino éticas: cuáles son las prioridades de tu mirada, el peso que le das a ciertas palabras, la sensibilidad con la que te acercas a determinados conflictos.

–¿Cuál es la prioridad de su mirada de escritor?

–Por un lado, me interesa mucho recuperar las diferentes maneras en las que cotidianamente el habla popular reconstruye el mundo (y este verbo puede mejorarse). No quiero ser complaciente, paternalista. Si hay algo que me molesta es la literatura folclórica o costumbrista, porque hay cierta actitud paternalista frente al habla popular.

“Es legítimo recuperar ciertos giros del lenguaje, no sólo por cómo suenan o porque pueden ser simpáticos, sino porque es una manera de resistirse a la visión del mundo que a uno le venden desde los medios, la propaganda e, inclusive, desde la familia. Estos giros populares son una manera de apropiarse del mundo. Ese es un ingrediente muy importante en lo que escribo.

Por otro lado, no me interesa en especial la literatura que sólo habla de la literatura. Es inevitable que uno hable también de ella, pero no es necesario hacerlo de manera explícita, como si ese fuera el único tema que mueve la obra. Por eso también me interesa buscar diferentes modos de decir lo que está demasiado dicho a manera de cliché.