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El Museo de Antropología recrea los lujos que había en una villa aristocrática de descanso

Revela exposición sobre Pompeya gusto de Roma por el refinamiento

Patios con estanques ornamentales y murales con escenas mitológicas, entre la decoración habitual

Textos de Plinio El Joven explican la vida en la ciudad destruida por el Vesubio

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Detalle del relieve de Aquiles y Télefo, que se puede ver en la muestraFoto Guillermo Sologuren
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Aspecto de algunas esculturas que había en una villa romanaFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Jueves 7 de enero de 2010, p. 2

La Venus de Capua te da la bienvenida desde su pedestal, al centro de la entrada. Magnífica, imponente. Cómo es posible tanta belleza: la breve perfección de los senos, la planicie de la espalda que se curva suavemente a la altura de las caderas, los hombros que invitan a la caricia, el ombligo suculento sembrado al centro del vientre, las piernas perfiladas bajo los pliegues de la túnica que la cubre de la cintura hacia abajo, el rostro sereno y armonioso. Puro mármol y, sin embargo, parece a punto de respirar. Si así era la Galatea del mito puedes entender que Pigmalión se haya enamorado.

Venus o Afrodita es la primera de las obras maestras que se exhiben en la exposición Pompeya y una villa romana: arte y cultura alrededor de la bahía de Nápoles, en el Museo Nacional de Antropología (MNA).

Por más fotografías, libros o documentales que veas sobre el tema, nada se compara con la experiencia de apreciar en sus reales dimensiones, con todas sus tonalidades y texturas, en sus más pequeños detalles, las piezas de esta muestra excepcional. No las volverás a ver, a menos que viajes a Italia y vayas al Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, de donde procede la mayoría de los objetos en exhibición.

Son de interés no sólo por su belleza, sino por lo que revelan de la vida cotidiana de los habitantes de la región de Campania (alrededor de la bahía de Nápoles, de cara al mar Mediterráneo), especialmente de las ciudades de Pompeya y Herculano, durante el siglo I después de Cristo.

Junto con otras ciudades más pequeñas, Pompeya y Herculano constituían un centro de descanso, recreación e intensa actividad cultural de gran atractivo para los aristócratas romanos, quienes desde el siglo II aC comenzaron a construir lujosas villas campiranas a las que periódicamente se retiraban durante la primavera y el verano.

Además de los aristócratas, también los gobernantes romanos pasaban su tiempo libre en villas de la región. Julio César, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón tuvieron residencias a orillas de la bahía. Se construyeron tantas que el historiados Estrabón dijo que parecía una sola ciudad continua.

Stefano de Caro, historiador y arqueólogo napolitano, afirma en el catálogo de la muestra que en esa región y en esa época surgió la villa de placer, fenómeno estrechamente relacionado con la historia de la misma Roma.

Hasta entonces, la villa, como un simple asentamiento rural dedicado a las actividades agrícolas, era un modelo arquitectónico bien conocido por los romanos, quizá desde el principio de su historia.

Conforme expandían su dominio sobre el mundo helenístico, asumieron la muy arraigada tradición griega de la residencia en el campo como un retiro aristócrata, donde se podía disfrutar de pasatiempos tan placenteros como la cacería y la gastronomía.

En el texto titulado La villa romana en la bahía de Nápoles y su influencia en la arquitectura doméstica urbana, De Caro refiere que existen muchos casos del enriquecimiento mutuo de las culturas griegas y romana, pero el fenómeno se manifestó con mayor claridad a lo largo de la costa de Campania, y en particular alrededor de la bahía de Nápoles.

De la sencillez original, y gracias al creciente poder económico de los aristócratas y gobernantes, se construyeron villas cada vez más grandes y suntuosas, donde el lujo y la comodidad competían con el refinamiento.

Contaban con espacios de todo tipo que cumplían con funciones específicas: jardines, pasillos, patios (atrio, se llamaba al principal), vestíbulos, habitaciones para usos diversos, comedores, baño y cocina.

Uno de los elementos de las villas romanas que puedes apreciar en la muestra es el impluvium, espacio rectangular rodeado por un pasillo y columnas, a cuyo centro había un estanque ornamental poco profundo en el que se recogía el agua de lluvia por medio de un tejado dispuesto para tal efecto.

Los muros solían estar adornados con frescos que recreaban escenas mitológicas, paisajes o aspectos de la vida cotidiana. El piso solía ser de mosaico; al estanque lo circundaban esculturas en mármol o bronce, concebidas como ofrendas o simplemente ornamentales.

En un borde del impluvium recreado en el MNA, puedes ver dos soportes de mármol de un metro de altura para mesa ritual. Datan del siglo I y pertenecieron a la casa que el catálogo adjudica a Cayo Cornelio Rufo, en Pompeya.

Puedes mirarlos interminablemente y disfrutar de todos sus detalles obviando por un momento que también fueron, como mucho de lo que aquí se exhibe, producto final de la riqueza generada por guerras, saqueos, explotación, muerte.

Dice la descripción: en cada uno “están esculpidos ornamentos en forma de felinos con cuernos, colocados lomo contra lomo, con alas curvas y lenguas salientes.

“Tienen el pecho protuberante y una garra gigante cada uno. En las caras externas surgen, entre cada figura, capullos de acanthus (nombre científico del acanto) en forma de cálices, que se proyectan en volutas y zarcillos entrelazados que culminan en otros capullos de acanthus y una flor de loto en la parte alta del soporte.”

En las caras internas, “zarcillos más simples se yerguen a partir de grandes hojas de acanthus”.

El escritor y naturalista romano Plinio El Joven, conoció Pompeya y dejó testimonio escrito de la erupción del volcán Vesubio que destruyó la ciudad en el año 79 dC. Le cuenta en una carta a Minicio Fundano de aquella buena y verdadera vida que se daba en las villas, y del “descanso placentero que vale la pena (otium) que es mucho más noble que casi cualquier negocio (negotium). El mar, la costa integran mi mouseion (museo) privado (hogar de las musas), ¡con tantos descubrimientos, tantas lecciones!... En su primera oportunidad debe abandonar el ruido, la absurda prisa y todas las preocupaciones vanas: entréguese a los estudios o al descanso”.

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Bronce que estaba en uno de los estanques de una villa romanaFoto Notimex

La cita de Plinio El Joven la hace Carol C. Mattusch, historiadora del arte y profesora de la George Mason University (Virginia), curadora de Pompeya y una villa romana. De hecho, a lo largo de la exposición encuentras citas de textos de Plinio relacionadas con la vida y el pensamiento de la elite romana que frecuentaba la región.

Para dar idea de cómo era la vida en las villas de la Campania, Mattusch relata en un fragmento de la introducción del catálogo las actividades cotidianas del cónsul Espurina en su casa de campo: Se levantaba una hora después del amanecer, pedía que lo calzaran y emprendía una caminata de aproximadamente tres millas. Descansaba un poco antes de abordar un carruaje para un viaje de alrededor de siete millas a un hipódromo de su propiedad, con su esposa o amigos. Después de una caminata de una milla, descansaba nuevamente o se retiraba a sus aposentos a escribir, y más tarde salía a caminar desnudo para asolearse y se entretenía lanzando bolas. En seguida tomaba el baño de la tarde. Alguien le leía. Para la cena elegía platos de plata antigua o bronce corintio. Entre platillos, disfrutaba de una escenificación teatral, quizá de una obra de Menandro.

En la exposición te encuentras muchos de los objetos utilizados cotidianamente en un modo de vida como el que llevaba el cónsul Espurina: platones, vasijas, cuencos, jarras, lámparas, palanganas, joyería, cascos, yelmos, mobiliario, estatuillas y frescos.

Hablando de frescos, tienes que detenerte frente al Mural de la Casa del Brazalete Dorado (2 x 3.57 metros), que representa un jardín. Es una de tres secciones del muro central de una sala. Para tener 2 mil años, se conserva bastante bien.

De acuerdo con las fichas correspondientes, los elementos que integran el fresco son: al centro, un bebedero para aves en forma de venera; a cada lado hay un herma (busto sin brazos, colocado sobre un estípite): el izquierdo es de una ménade y el derecho de un sátiro. Los hermas están coronados por placas coronadas con mujeres durmiendo. En la parte superior del mural, colocadas simétricamente, hay dos máscaras teatrales.

El catálogo describe : Plantas familiares emergen en profusión del poblado jardín: laurel, adelfa, sicomoro, viburno, arbutus y palma, así como rosas, margaritas, manzanilla, hiedra y amapolas.

Aunque de dimensiones mucho menores, también te atrapa el fresco de Las tres gracias (53 x 47 centímetros), que representa, desnudas, a las célebres hijas de Zeus y Eurínome: Talía (florecimiento, abundancia, riqueza), Eufrosine (alegría, buen humor) y Áglaye (belleza, esplendor y brillo).

Y qué le pides al relieve en mármol de Aquiles y Télefo (52 x 120 centímetros), hallado en Herculano, ciudad vecina de Pompeya. Con cuatro personajes repartidos en dos escenas, el relieve cuenta la historia de la llegada de los griegos a Misia, creyendo que era Troya. Misia era gobernada por Télefo, quien es herido por Aquiles durante la ocupación.

Un oráculo le dice a Aquiles que llegará a Troya sólo si Télefo los guía. Para poder guiarlos, es necesario que sane y sólo podrá sanar con óxido de la misma arma que lo hirió.

Las escenas representadas en el relieve son la de Aquiles consultando al oráculo y luego curando a Télefo.

Ahora miras ese pequeño tazón de nueve centímetros de diámetro, hecho con listones de cristal de diferentes colores: azules, rojos, verdes, dorados y blancos.

El catálogo te informa que el vidrio moldeado o soplado llegó a Italia en el siglo I aC. Los romanos lo utilizaban lo mismo para ventanas, artículos de mesas, mosaicos o cristales para ventanas, que para espejos o cuentas de collares. Fue tal la demanda que se establecieron varios talleres tanto en Roma como en Nápoles.

Tanto por ver.

El esplendor de Pompeya y la región de la Campania, llegó a su fin abruptamente el 24 de agosto del año 79. Paradójicamente, el cataclismo que la destruyó es el que garantizó la preservación de objetos como los que se exhiben en Pompeya y una villa romana.

Para terminar, vale la pena recordar la carta que Plinio El Joven le dirige al historiador y filósofo Tácito, en la cual describe la erupción del Vesubio, causa de la muerte de su tío y tutor, Plinio El Viejo.

Los extractos aquí reproducidos, corresponden a la versión que difunde Wikipedia por Internet:

(...) Mi tío decidió bajar hasta la playa (...) Allí, recostándose sobre un lienzo extendido sobre el terreno, mi tío pidió repetidamente agua fría para beber. Luego, las llamas y el olor del azufre, anuncio de que el fuego se aproximaba, ponen en fuga a sus compañeros, a él en cambio le animan a seguir. Apoyándose en dos jóvenes esclavos pudo ponerse en pie, pero al punto se desplomó, porque, como yo supongo, la densa humareda le impidió respirar y le cerró la laringe (...) Cuando volvió el día su cuerpo fue encontrado intacto (...) el aspecto de su cuerpo más parecía el de una persona descansando que el de un difunto.

(Pompeya y una villa romana fue montada originalmente en la Galería Nacional de Arte de Washington y después en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, en colaboración con la Dirección Regional para los Bienes Culturales y Paisajísticos de Campania, y la Superintendencia Especial de Bienes Arqueológicos de Nápoles y Pompeya. Llega a México como parte del programa de intercambio cultural entre Italia y México. Será clausurada el 14 de febrero.)