Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de enero de 2010 Num: 775

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Economía y cultura
ANGÉLICA ABELLEYRA (coordinadora)

Negación a pesar de la evidencia
CARLOS GARCÍA DE ALBA

Alentar la economía cultural
HÉCTOR GARAY

Triángulo de voces
ANGÉLICA ABELLEYRA

Medios sin mercados
CARLOS RAÚL NAVARRO BENÍTEZ

Hacia un sistema económico del sector cultural
EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ

Ser vendedores de cultura
FEDERICO GONZÁLEZ COMPEÁN

¿Públicos o consumidores?
EDUARDO CACCIA

La escritura fronteriza
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con ANDRÉS NEUMAN

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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La escritura fronteriza

Adriana Cortés Koloffon
entrevista con Andrés Neuman

Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), radicado en España, incorpora en su escritura una hibridación de técnicas narrativas que van desde el collage hasta el hipertexto. El escritor chileno Roberto Bolaño dijo de él: “La literatura del siglo XXI pertenecerá a Neumann y a unos pocos de sus hermanos de sangre.” Autor de Bariloche, Una vez Argentina, y Alumbramiento, entre otros libros de cuento, poesía y ensayo, con El viajero del siglo obtuvo el Premio Alfaguara de novela 2009.

–¿Por qué hay un lenguaje corporal de los personajes tan evidente en El viajero del siglo?

–Creo mucho más en el detalle decisivo que en la digresión interminable, aun cuando estás en una novela larga donde todos los personajes participan de las mismas tramas. Hay novelas con muchos personajes donde cada uno tiene su historia y no están relacionadas entre sí. Aquí está la trama de amor, la policial y la del organillero, y todas se relacionan. Quizá eso tenga que ver con mi educación de cuentista breve o de poeta, y aun en novelas parto de la imagen reveladora más que del merodeo explicativo. Además los protagonistas son traductores; pasan de la traducción metafórica a la traducción literal de poesía. Hans empieza a traducir muchísimo antes de que sepamos que es traductor. Traduce los movimientos del abanico de Sophie, los sonidos del interior de su falda, los movimientos de sus dedos. Sophie interpreta los movimientos del cabello de Hans, los del bigote de su padre.

–¿Por qué la reivindicación de la novela del siglo XIX?

El viajero del siglo es un diálogo con ciertos valores narrativos del XIX que creo que nos hace falta revisar: construcción de personajes, análisis psicológico, construcción de detalles. Nos hemos ido tanto a lo fragmentario y a la autoficción –empezando por mí que soy un escritor fragmentario, mi última novela era autoficción. Hemos abusado tanto de esos recursos de la postmodernidad, que a mí me preocupaba como narrador perder la capacidad de dialogar con esos valores de largo alcance que tenían los del XIX. Incluso releer y discutir con el XIX, es decir, situar la novela en el XIX y analizar su literatura, implica celebrarla como lo mejor que se ha hecho nunca. Creo que no hemos superado a Tolstoi, Balzac, Zola, Flaubert, Galdós, Clarín, Eça de Queiroz, Jane Austen. No podemos imitarlos, pero ¿se pueden aprovechar todos esos recursos que nos enseñaron ellos? Creo que sí, sumándoles todo lo que ellos no vieron. Nosotros hemos visto video, cine, zapping, hemos leído a Joyce, a Kafka, a Cheever, a Perec.

–¿Su escritura incorpora varios discursos y técnicas narrativas, es postmoderna?

Puede ser. A veces llamamos postmodernas a las cosas cuando nos da pereza indagar en sus raíces, es decir, “la globalización es postmoderna”. La globalización la inventó Roma, que no hizo sino globalizar Europa. El Quijote era lo que hoy llamaríamos un excelente bestseller. Me pregunto si Borges sería entonces postmoderno, y los primeros postmodernos, si nos ponemos a pensar en el collage, serían los románticos alemanes, a quienes rinde un homenaje El viajero del siglo: a Kleist, a Schelling, toda esta gente que experimentaba un montón de cosas que hoy llamaríamos postmodernas. La parte revolucionaria, experimental del romanticismo, tenía mucho de hibridación de géneros.

–¿Cómo logra ponerse en los zapatos de Sophie, la protagonista?

–Me interesa la teoría feminista no como una concesión hacia la mujer, como se suele ver, dejémoslas, pobres, que hagan su revolución porque están oprimidas, sino como instrumento de construcción de nuestra propia identidad. Creo que igual que el feminismo desconstruye las convenciones, los fetiches y los automatismos de la supuesta identidad femenina, los hombres podemos hacer lo mismo con nuestra identidad masculina para liberarnos también; el hombre está, si quieres más de manera más sutil, indirectamente oprimido por el patriarcado. El lema: “los hombres no lloran” es el típico lema patriarcal que oprime al hombre. De hecho mi cuento “Alumbramiento” trata sobre el parto de un hombre: es como trasladar al sexo masculino las sensaciones del parto de la mujer, pero además ese cuento no sólo habla de la facultad fantástica de que un hombre puede parir, sino que desconstruye toda la educación sentimental que le inculcó su padre. Desde el punto de vista narrativo, hay una cuestión importantísima para mí, más allá del tema del feminismo como corriente del pensamiento: las mujeres han sido educadas en la lógica masculina y, por lo tanto, son bilingües en su sensibilidad. Construyen su identidad de mujer mientras son educadas en la identidad de los hombres.

–¿Corrige mucho?

–Para mí corregir es seguir escribiendo. No es dar retoque final a una escritura más o menos terminada. Es rehacer, reescribir, hallar, sacar, poner. De El viajero del siglo hice ocho versiones, le quité como 120 páginas a la primera versión; quedó de todos modos de cierta extensión, pero era mucho más larga.

–¿Qué tan importante es la luz en su obra?

–No lo había pensado, pero ahora que lo dices es evidente. La luz es algo aparentemente invisible que, sin embargo, influye en todo lo demás. Me interesa como una búsqueda de lo invisible. Si los sentimientos tomaran cuerpo, se convertirían en luz, en viento o en música.