Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de enero de 2010 Num: 775

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Economía y cultura
ANGÉLICA ABELLEYRA (coordinadora)

Negación a pesar de la evidencia
CARLOS GARCÍA DE ALBA

Alentar la economía cultural
HÉCTOR GARAY

Triángulo de voces
ANGÉLICA ABELLEYRA

Medios sin mercados
CARLOS RAÚL NAVARRO BENÍTEZ

Hacia un sistema económico del sector cultural
EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ

Ser vendedores de cultura
FEDERICO GONZÁLEZ COMPEÁN

¿Públicos o consumidores?
EDUARDO CACCIA

La escritura fronteriza
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con ANDRÉS NEUMAN

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Ilustración de Huidobro

Medios sin mercados

Carlos Raúl Navarro Benítez

Los medios gubernamentales que deberían ser de servicio público, han estado ausentes y en desventaja histórica en la pepena de auditorios y competencia por el mercado audiovisual. Administraciones federales y estatales variopintas escatiman recursos e inversión en tecnología de punta, desmantelan cuadros profesionales, limitan la contratación de personal calificado, y lo más patético, prescinden de adquirir contenidos de productores independientes que no cuentan con espacios para colocar sus productos.

El argumento falaz es la carencia de presupuesto. Además, son utilizados como propagadores de versiones oficiales trucadas, para promoción electoral unilateral, negando espacios a la sociedad civil y bloqueando el acceso a la disidencia. Carecen de transparencia y menos rinden cuentas a la sociedad. La Cámara de la Industria de la Radio y Televisión (CYRT), en consonancia con la Asociación Internacional de Radiodifusión (AIR), han manifestado que los medios públicos son una competencia subsidiada y “desleal” que les quitan clientes potenciales a pesar de la precariedad con la que operan. Declaran que “en ningún caso las emisoras del Estado competirán de cualquier modo con las privadas en el campo de la publicidad”. Asimismo apuntan que por la normatividad vigente, obsoleta y excluyente, redactada por los abogados de los empresarios en los años sesenta, están impedidas para comercializar espacios, al ser la mayoría estaciones permisionadas. Y las que no lo son, como Canal 22, carecen de políticas de mercadeo quizás debido a un mal entendido entre su función pública y su derecho a competir por pautas comerciales.

No es aventurado afirmar que corresponde a una estrategia generalizada y cómplice que tiene por objeto perverso despejar el camino, para que los medios concesionados se atraganten con el pastel publicitario y el del entretenimiento, que según PricewaterhouseCoopers fue de 105 mil millones de pesos, en 2005. En propaganda institucional en dos años y tres meses, la administración de Calderón desembolsó 8 mil 779 millones 548 mil pesos. La mediocracia narcotiza, domestica, confunde y desmoviliza a la ciudadanía, apuntalando su precaria legitimidad a cambio del cúmulo de privilegios que les procuran. Este andamiaje sale carísimo a los gobiernos de distinto signo, y fatalmente lo pagamos de nuestros precarios bolsillos.

El espectador u oidor cree que los contenidos de los medios son gratis, sofisma que por naturaleza encierra la falsedad. Se financian con la publicidad que costeamos al consumir todo tipo de productos y servicios, y de los spots e infomerciales de las campañas de proselitismo y propaganda gubernamental que se pagan con los impuestos, y que además tampoco se distribuyen con transparencia y criterios claros y plurales, contribuyendo así a sostener a emisores parciales y serviles. “No pagan para que les peguen” a pesar de que los medios castigados lleguen a amplias franjas de la población.

Los tres niveles de gobierno, organismos y empresas paraestatales son de los principales financiadores de los medios de comunicación privados. Y como presuntamente no les cuesta a las audiencias, menos les interesa la ínfima calidad de programaciones que asestan. Paradójicamente, cada vez más clientes mudan, por carecer de opciones de calidad, a la televisión de paga. Según la Encuesta Nacional de Prácticas y Consumos Culturales del Conaculta, en el caso de la radio, los programas de corte cultural son los de más baja audiencia porque “no tienen buena difusión”.

La economía cultural que podrían representar los medios públicos a nadie le interesa. Se paga, por tan nulo compromiso con la sociedad, altísimos costos.