Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de enero de 2010 Num: 775

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Economía y cultura
ANGÉLICA ABELLEYRA (coordinadora)

Negación a pesar de la evidencia
CARLOS GARCÍA DE ALBA

Alentar la economía cultural
HÉCTOR GARAY

Triángulo de voces
ANGÉLICA ABELLEYRA

Medios sin mercados
CARLOS RAÚL NAVARRO BENÍTEZ

Hacia un sistema económico del sector cultural
EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ

Ser vendedores de cultura
FEDERICO GONZÁLEZ COMPEÁN

¿Públicos o consumidores?
EDUARDO CACCIA

La escritura fronteriza
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON entrevista con ANDRÉS NEUMAN

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Luis Tovar
[email protected]

Tintero 2009 (IV Y ÚLTIMA)

Viaje redondo (México, 2009, 95'). Dirección: Gerardo Tort, Guión: Marina Stavenhagen, Beatriz Novaro. Fotografía: Héctor Ortega. Edición: Sebastián Hoffman. Producción: Cadereyta Films. Intérpretes: Cassandra Ciangherotti, Teresa Ruiz, Gina Morett, Octavio Castro, Mary Paz Mata.

Luego de las muchas satisfacciones que le procuró el documental Lucio Cabañas, la guerrilla y la esperanza, Gerardo Tort rueda el que es su segundo largometraje de ficción –el primero, De la calle, data de hace ocho años– y, como en aquél, se hace acreedor a diversos reconocimientos. Poco dado a la pirotecnia formal, desafecto a los que casi podrían denominarse síndromes de ese cine mexicano que denodadamente busca, sin jamás conseguirlo del todo, conquistar a la renuente taquilla, Tort conduce con eficiencia más que suficiente una historia que, desde el guión, anuncia con claridad cuáles son sus intenciones últimas y cuáles sus ejes temá ticos. Por cuanto hace a estos últimos, deben mencionarse antes que cualquiera otros la solidaridad de género y el florecimiento de la amistad, así como la capacidad de identificar, incluso en un desconocido, no tanto a un Otro sino a un Prójimo, que tiene en sí la potencialidad de contener, forjado en su propia trayectoria personal, algo semejante a Uno, por más ajeno o diferente que en una primera instancia pueda considerársele. Por lo que toca a las intenciones más evidentes de este Viaje redondo, en primera instancia destaca el propósito de plantear los temas arriba citados desde una doble mira, de carácter indisoluble en este caso: se trata, pues, de cómo se enfrentan el entorno, las decisiones vitales, las relaciones personales y los conflictos del individuo, desde una perspectiva femenina y, quizá quepa decir, postpostmoderna. Una intención más, en la cual, a juicio de este juntapalabras, radica un punto flaco de la cinta, es la de poner a las jóvenes protagonistas, de manera no del todo convincente, a vivir una serie de “pruebas”, una seguida de la otra, aparentemente pensadas para reforzar aspectos de personalidad y capacidad adaptativa de las personajes frente a diversas situaciones conflictivas, en ruta hacia una epifanía estético-erótica que, dadas la plasticidad y el vigor dramático impresos por el director, no requerían de tanto prolegómeno.


Escena de Viaje redondo

Caja negra (México, 2009, 78'). Dirección: Ariel Gordon. Guión: Luis Ayhllón, Ariel Gordon. Fotografía: Ramón Orozco Stoltenberg. Edición: Phaedra Robledo, Ariel Gordon, Luis Ayhllón. Producción: Cinema Máquina-Ariel Gordon (productor), Alex García (productor ejecutivo). Intérpretes: Hernán Mendoza, Juan Carlos Remolina, Irela De Villers, Alfonso Cárcamo, Fernando Becerril.

Esta es la ópera prima en largometraje ficción de Gordon, quien a sus treinta y dos años de edad goza de una bien ganada fama como cortometrajista. En tanto guionistas, Gordon y su coequipero, el dramaturgo Luis Ayhllón, hacen una apuesta fuerte al plantearse el desarrollo de esta mezcla entre thriller atípico y drama relativamente convencional, como algo que debe tener lugar, prácticamente al cien por ciento, en una unidad absoluta de tiempo y espacio. En tanto realizador, Gordon redobló la apuesta al decidir que la verosimilitud de su historia sólo podía cifrarse venturosamente en el recurso formal del falso documental. Caja negra es, así, un filme que busca transmitir la sensación opresiva de un espacio cerrado, no obstante ser relativamente amplio, y hacerlo pretendiendo que las imágenes llegan a los ojos del espectador sólo porque se está teniendo acceso al material recopilado por las cámaras de circuito cerrado que hay en dicho espacio. Básicamente con dos únicos personajes en la mayor parte del desarrollo, Gordon resuelve atinadamente el conflicto entre su hombre derrotado y derrotista al que quiere forzársele a fungir como sicario para un asesinato político, y el anónimo enlace entre los autores intelectuales de dicho crimen y la mano física que habría de ejecutarlo. Lo que no alcanza una solución feliz es, precisamente y de manera lamentable, el formato narrativo-visual autoimpuesto. Muy pronto en la trama, los encuadres de cámara se saltan las reglas mínimas de perspectiva, ineludibles para poder seguir pensando que aquello está siendo registrado sistemática e indiscriminadamente, y llega incluso un momento en que parece del todo arbitraria –o vale decir, elegida– la manera en que los personajes son captados, con encuadres y detalles imposibles para un circuito de video de seguridad convencional.