Opinión
Ver día anteriorLunes 11 de enero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Estamos listos
¿S

erá? ¿Estamos realmente listos? Mucha gente se resigna pasivamente a las alzas, al desempleo, a la falta de opciones, aunque afectan directamente su supervivencia. Se reducen a apretarse el cinturón. Otros muchos canalizan su enojo a diversas ilusiones: que las cosas mejorarán pronto, que las próximas elecciones permitirán que los nuevos dirigentes pongan todo en orden, que 2010 será el año de la recuperación y podremos escribir nuevas páginas de gloria

Quienes reconocen la gravedad de la crisis económica y la profundidad de la crisis política se encierran a menudo en el marco dominante de ideas e instituciones, se aferran a ellas. Aunque adviertan que el país se cae a pedazos y que la destrucción natural y social resulta cada vez más insoportable, se afanan en imaginar alguna solución sin salirse del marco conceptual e institucional establecido. Lo hacen con creciente desesperación e impotencia, porque lo que así logran concebir parece enteramente insuficiente ante la magnitud de las dificultades actuales.

Incluso aquellos que reconocen que sólo una sacudida profunda, una especie de sociomoto, podría propiciar los cambios que hacen falta, prefieren el estado de cosas, con toda su violencia y deterioro, a la destrucción que parece ser compañera inevitable de tales conmociones. El valor simbólico de 1810 y 1910 se emplea como recordatorio del enorme precio que fue preciso pagar por esas revoluciones y es también ocasión de infundir miedo a las propuestas de cambio.

No pueden o no quieren darse cuenta de que vivimos en otra época. La revolución que necesitamos no será como las que se produjeron después de 1789. El derrumbe de los paradigmas de revolución hasta ahora dominantes ha abierto nuevos caminos emancipatorios, como el de los zapatistas. En estos términos se expresó Javier Sicilia en el seminario internacional que tuvo lugar en Unitierra Chiapas, del 30 de diciembre al 2 de enero. Personas de muy diversas edades y regiones de México y de una docena de países escucharon con atención las intervenciones de un grupo destacado de ponentes de Argentina, Estados Unidos, Francia, India y México. Se demostró, una vez más, la vitalidad del imán zapatista, que los medios persisten en ignorar. (Pueden escucharse todas las intervenciones del seminario en www.radiozapatista.org)

Fue evidente la convergencia de los participantes. Desde muy diversos puntos de vista y con esquemas analíticos muy diferentes hubo consenso en cuanto a la gravedad de la catástrofe: no es algo que se nos viene encima; ya estamos en ella, no tiene precedente y pone en entredicho hasta nuestra supervivencia. Hubo también consenso en cuanto a la necesidad de actuar. Un cambio social y político es inevitable en México y en el mundo, subrayó don Pablo González Casanova. Expresaba así una convicción general de los participantes, que coincidieron igualmente en la necesidad de impulsar las formas pacíficas del cambio. Hace falta, subrayó don Pablo, profundizar en una política revolucionaria que asegure el éxito de otros modos de producción y acumulación que se vinculen en una nueva relación con la naturaleza y la vida.

John Berger, por su parte, hizo ver que para actuar necesitamos reconocer la historia que estamos viviendo y lo que le pasa al mundo. A fin de resistir la prisión-mundo en que nos encontramos, es preciso considerar “lo que veo cuando cierro los ojos, para pensar en lo que he visto, y después, con los ojos bien abiertos… actuar y ser persistentes”.

Para todo eso, señaló Sergio Rodríguez Lazcano, estamos listos. Se ha estado formando un nuevo nosotros, el sujeto histórico de la transformación, el de todos aquellos, en México y en el mundo, que están decididos a asumir desde abajo sus responsabilidades en la circunstancia actual y luchar, al lado de los zapatistas, por las transformaciones que hacen falta.

No bastan las buenas intenciones, apuntó Luis Villoro: contra los males del capitalismo mundial sólo cabría una resistencia organizada que abriera el camino a un mundo diferente.

Tampoco es hora de parches o ajustes marginales. Asistimos a la insurrección de los saberes sometidos y de las imaginaciones reprimidas. Mientras todo lo que es sólido se disuelve en el aire y las ideas y obras de la modernidad entran en su crisis terminal, amanecen ya y empiezan a adquirir visibilidad nuevas formas de ser y estar en el mundo, nuevas formas de pensarlo y nuevas formas de lucha.

Nuestro nosotros, desde abajo y a la izquierda, se amplía y fortalece continuamente. A pesar de las cegueras dominantes y en parte por ellas, estamos listos.