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A un año de llegar a la Casa Blanca es imperceptible el cambio que ofreció en campaña

Peligra el poder político de Obama ante el creciente desencanto popular

La falta de resultados del demócrata renueva el optimismo republicano en año de elecciones

Retoma el vocabulario de Bush; habla constantemente de guerra, enemigos y amenazas

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Todas las encuestas indican una baja en la aceptación del gobierno de Barack Obama; la imagen, captada hace unos días en uno de los salones de la Casa BlancaFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 12 de enero de 2010, p. 22

Nueva York, 11 de enero. Apenas un año después de celebrarse tal vez el momento de mayor esperanza en la última década en este país, se desvanece el encanto popular de Barack Obama y con ello peligra su poder político.

Empieza a hablarse del debilitamiento de un líder que marcó la historia y llegó al poder con enorme capital político, pero que después de un año en la Casa Blanca no ha cumplido con casi ninguna de sus principales promesas. Se ha desplomado el nivel de aprobación de este político, pero tal vez más preocupante es que se empieza a ver el desencanto entre sus bases, lo cual podría tener serias consecuencias políticas para el Partido Demócrata y la agenda de gobierno de Obama.

Aunque todos reconocieron que asumía la presidencia en medio de la peor crisis financiera desde la gran depresión y heredaba dos guerras, él prometió una serie de políticas que resumía en una palabra: cambio.

Pero el cambio es cada vez más difícil de detectar más allá de la retórica, y recientemente hasta eso parece más de lo mismo. Estamos en guerra, afirmó Obama la semana pasada, con el mismo vocabulario de George W. Bush y Dick Cheney, al hablar sobre el fallido atentado terrorista en un avión que aterrizaba en Detroit en Navidad, asunto que interrumpió sus vacaciones y provocó una emergencia política y de seguridad nacional para su gobierno. Desde entonces se habla sin cesar sobre enemigos, amenazas, medidas de seguridad cada vez más extensas. O sea, el mismo vocabulario desde el 11-S.

La economía

Pero la principal amenaza política al gobierno de Obama no proviene del exterior. No hay tema más importante en el ámbito político-electoral que la economía, y sobre todo el empleo. Al empezar un año de elecciones legislativas en que los demócratas esperan perder varias curules frente a sus opositores, todos saben que el factor más influyente en el voto es el estado de la economía. Una y otra vez Obama ha subrayado que su prioridad es regenerar el crecimiento económico y el empleo. El viernes, cuando el gobierno esperaba anunciar una reducción de la desocupación, las cifras oficiales registraron la pérdida de otros casi 100 mil empleos. Obama tuvo que declarar que era un recordatorio de que tenemos que trabajar cada día para lograr que avance de nuevo nuestra economía. Para la mayoría de los estadunidenses, como para mí, eso significa crear empleos.

Sin embargo, la tasa de desempleo permanece en 10 por ciento, mientras las consecuencias de la crisis se manifiestan por todo el país. Además de los 8 millones de desempleados desde que comenzó la recesión, millones pierden sus casas por no poder pagar hipotecas. La crisis económica ha generado una crisis fiscal para los gobiernos estatales, lo que ha provocado dramáticos recortes de servicios públicos, el despido de cientos de miles de maestros y mayores impuestos, entre otros sacrificios.

El sector financiero rescatado con miles de millones de fondos públicos debate ahora las cantidades de los bonos que se pagarán a los ejecutivos, los cuales podrían estar entre los más altos de la historia. Políticamente, esto nutre la ira contra el gobierno.

Salud y migrantes

No es sólo en el rubro de la economía donde crece el desánimo entre las bases electorales de Obama. El anuncio de la expansión de la guerra en Afganistán (30 mil soldados más) pocos días antes de recibir el premio Nobel de la Paz, y su discurso sobre la guerra justa, decepcionaron a los que votaron por un candidato que expresó su oposición a la guerra en Irak y la política bélica de Bush.

Lo mismo ocurre en otros frentes: la reforma de salud, tema central de su primer año en el gobierno, se ha reducido a una reforma repudiada por varias agrupaciones progresistas que al principio la apoyaban con gran entusiasmo. Otros quedaron desilusionados ante el fracaso de la cumbre sobre cambio climático en Copenhague y la actuación de Obama en ella. Lo mismo, sindicatos que esperaban apoyo a iniciativas legislativas que otorgarían mayores derechos para organizar trabajadores. Y aunque apenas arranca la ofensiva para lograr una reforma migratoria integral prometida por Obama para este año, hay dudas sobre el compromiso de la Casa Blanca ante el estado actual de la economía, mientras hoy día defensores de inmigrantes denuncian la continuación de medidas gubernamentales de detención y deportación contra su comunidad.

Por otro lado, y aunque tiene menos repercusiones políticas dentro de Estados Unidos, quienes celebraban el anuncio inicial de Obama de un cambio en las relaciones con América Latina, hasta la fecha sólo han visto que este gobierno ha avalado los resultados del golpe de Estado en Honduras, el acuerdo sobre el uso de siete bases militares en Colombia y un abandono de las promesas para reformar el Tratado de Libre Comercio con México. A la vez, se renueva la retórica agresiva contra Venezuela, Bolivia y Cuba.

El saldo de tantas concesiones y la falta de resultados en el ámbito económico han resucitado a los republicanos, incluso a su ala derecha, quienes ahora perciben varios flancos vulnerables en el gobierno de Obama. Después de algunas de sus derrotas más severas en años, hay renovado entusiasmo en sus filas, alimentado por la creciente angustia entre amplios sectores sociales.

Los sorpresivos anuncios de dos veteranos legisladores demócratas, Christopher Dodd, de Connecticut, y su colega Byron Dorgan, de Dakota del Norte, ambos con décadas en el Senado, de que no buscarán la relección detonaron especulación e intenso debate sobre si esto indicaba el debilitamiento del partido de Obama. Aunque no es tan simple –más legisladores republicanos que demócratas han anunciado su retiro de ambas cámaras al aproximarse el ciclo electoral que culminará en los comicios de noviembre–, casi todos los pronósticos son de una derrota demócrata, y la única pregunta es de qué tamaño será.

Mucho dependerá de si Obama podrá animar a las mismas bases que lo llevaron a su triunfo histórico a mantener su apoyo y defender su agenda. Eso en gran medida será determinado por la evolución de la crisis económica, pero también dependerá de si ofrece algo más que retórica y es capaz de renovar una imagen que pierde su encanto, según demuestran todas las encuestas.

Estamos dispuestos a apoyarlo en la reforma de salud, aunque estamos decepcionados con la reforma, porque sabemos que si él fracasa, su presidencia estará hundida, comentó un líder latino a La Jornada. Pero no estamos dispuestos a hacerlo en todo, y llegará el momento en que él tendrá que responder a nuestras demandas de asistencia para los trabajadores, los que pierden sus casas, los migrantes, el ambiente, y otros temas prioritarios, o simplemente nuestra gente no saldrá más a apoyarlo.