Opinión
Ver día anteriorMiércoles 13 de enero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
México SA

¡Sorpresa!: Femsa, libre de impuestos

El fisco al servicio del gran capital

Marcelo, generoso y solidario

C

asi al mismo tiempo en el que el Servicio de Administración Tributaria (SAT) reconocía que en 2009 la recaudación fiscal reportó una caída de 2 por ciento respecto de lo fijado en la Ley de Ingresos de aquel año, con el consabido impacto en las finanzas públicas, la empresa Femsa –una de las integrantes del duopolio cervecero en México– anunciaba con bombo y platillo su venta íntegra a la trasnacional Heineken, por las friolera de 7 mil 347 millones de dólares.

Lo anterior no tendría mayor relevancia, salvo que mientras el gobierno federal se queja por la caída en la recaudación fiscal durante 2009, los empresarios regiomontanos hasta ayer propietarios de Femsa olvidaron mencionar un pequeño detalle en su amplia información sobre la compraventa de la cervecera a la trasnacional holandesa: la multimillonaria transacción resulta libre de impuestos para la parte vendedora (los empresarios mexicanos), con lo que el SAT (léase el erario, que en 2009 recibió 2 por ciento menos de lo previsto en la Ley de Ingresos) ni de lejos verá un solo centavo del pingüe negocio.

Y lo anterior es posible porque la legislación vigente así lo permite, si no es que lo promueve, toda vez que la citada operación de compraventa se aterriza por medio del mercado de valores; es decir, a través de uno de los íconos del apartheid económico mexicano, con su selecto paraíso fiscal en el que el gran capital ha sentado sus reales. Así, ni un solo centavo de los 7 mil 347 millones de dólares que recibirán los hasta ayer propietarios de Femsa (con José Antonio Fernández Carvajal a la cabeza) terminará en la agujereada alcancía del Estado mexicano, de tal forma que el SAT podrá quejarse permanentemente y por la libre, porque la urgencia de una reforma fiscal (tema recientemente reivindicado, como cada año, por un grupo de legisladores) no trasciende el discurso de quienes se supone toman las decisiones en el país.

Lo citado es una muestra fehaciente del sano equilibrio fiscal, de la incuestionable igualdad existentes en el país: mientras los que tienen, y mucho, no pagan un centavo de impuestos, los que carecen de prácticamente todo cubren íntegramente la factura del festín. Mientras el gran capital recibe multimillonarios ingresos libres de polvo y paja, a la perrada le aumentan los impuestos existentes y le inventan nuevos. Mientras las finanzas públicas registran “el peor shock fiscal de los últimos 30 años” (Agustín Carstens dixit), los barones de Monterrey celebran, venden el símbolo del poderoso grupo económico que durante años llevó el nombre de la capital neoleonesa y ni de lejos saludan al fisco. Y así será, mientras se mantenga la complicidad y se nieguen a cambiar las cosas.

En eso de evadir legalmente impuestos el del mercado bursátil es un caminito muy conocido: exitosamente lo recorrieron Roberto Hernández Ramírez y Alfredo Harp Helú, cabezas visibles del grupo de propietarios de Banamex, cuando por 12 mil 500 millones de dólares vendieron a Citigroup la otrora sociedad nacional de crédito. Por él transitó el finado Eugenio Garza Lagüera (en su momento también propietario de Femsa) y sus socios en Bancomer, mismo que, por más de 4 mil millones de billetes verdes, entregaron al español BBVA. También pasaron los inversionistas mexicanos que al capital foráneo vendieron otras instituciones financieras reprivatizadas. Ni un solo centavo de estas jugosas operaciones de compraventa terminó en el fisco.

Usufructuarios del apartheid económico y conocedores de sus virtudes, los hasta ayer dueños de Femsa simplemente siguieron la ruta. De los 7 mil 347 millones de dólares que obtendrán por la venta de la cervecera a la trasnacional holandesa, la parte mexicana recibirá 5 mil 200 millones, en números cerrados (los 2 mil 100 millones restantes se destinarían al pago de pasivos), con lo que el fisco nacional se quedará con las ganas de recibir algo así como mil 500 millones de billetes verdes, por mucho que se queje de que en 2009 la recaudación fiscal reportó una caída de 2 por ciento respecto de lo establecido en la Ley de Ingresos.

Lo mejor del caso es que los impuestos legalmente no pagados por la venta de la cervecera beneficiarán a humildes empresarios y sus respectivas familias, a un tris de incorporarse al programa Oportunidades. Por ejemplo, entre los accionistas de Femsa aparece Alberto Bailleres, cuya fortuna (2009) fue estimada por Forbes en 5 mil millones de dólares. También la siempre pía familia Servitje, de Bimbo, representada por Roberto Servitje Sendra. Una de las piezas centrales en la venta de Bancomer (en tiempos de Eugenio Garza Lagüera) a la trasnacional española fue Ricardo Guajardo Touché, quien es integrante del consejo de administración del consorcio cervecero que ahora pasa a ser propiedad de Heineken. Y así por el estilo.

José Antonio Fernández Carvajal, presidente y director general de Femsa (cuando menos hasta el pasado lunes), se dijo feliz por el resultado de la citada compraventa. Cómo no estarlo, porque más allá de la carretada de billetes verdes que levanta junto con sus socios (obvio es que libre de impuestos), da muestras de la cultura empresarial de los grandes mexicanos: dispuestos a vender lo que tengan a la mano, con tal de no arriesgar ni emprender absolutamente nada en beneficio del país.

Por lo que toca a la parte compradora, la trasnacional Heineken sigue el caminito: no invierte en México para crear riqueza, sino que cómodamente llega a comprar la existente, que para eso hay “grandes“ empresarios en este país. Así, la chela para los mexicanos, las utilidades para ella, mientras el gobierno se queja por la caída en la recaudación.

Las rebanadas del pastel

Otro que aprendió cómo se hacen las cosas es Marcelo Ebrard: primero, un alud de aumentos y ajustes en los precios de bienes y servicios del gobierno capitalino, que destroza el bolsillo de los chilangos; después, ya con el puñal clavado, generoso y solidario anuncia el congelamiento de esos mismos precios y tarifas, porque, dice, nuestra obligación es ayudar a la mayoría de la población y especialmente a los grupos más vulnerables. Calderón no hubiera actuado mejor.