Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de enero de 2010 Num: 776

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Cinco brevedades
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

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ARIS DIKTAIOS

Camus y la muerte absurda
RICARDO BADA

El absurdo y el hombre rebelde de Camus o
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ANTONIO VALLE

Camus: regreso al hombre rebelde
GUILLERMO VEGA ZARAGOZA

Siete preguntas para una escritora fuera de serie
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Orlando Ortiz

Un ciego con una pistola

En el prefacio de su novela Hot day, hot night (traducido como Un ciego con una pistola), Chester Himes escribe que su amigo Phil Lomax le dijo que un tipo abofeteó en el metro a un ciego —no aclara si sabía o no que era invidente—, y que éste sacó una pistola, disparó, supuestamente para repeler la agresión, y acabó matando a un inocente que leía el periódico en el otro andén. A pesar de las seme janzas, no voy a hablar del llamado “asesino del metro Balderas”, pero sí de la violencia cotidiana que vivimos.

Porque ya parece inevitable desayunar con la noticia de que hubo tantos descabezados, tantos cuerpos abrasados —con s, no con z—, tantos ejecutados, tantos descuartizados y otros más levantados o perecidos en enfrentamientos de malos contra malos, o de malos contra pseudobuenos, o de pseudomalos contra pseu dobuenos que se llevan entre las patas a inocentes que iban pasan do por ahí, o vivían muy cerca del lugar de los hechos.

Parece que la violencia, como el juguito de naranja, se ha vuelto imprescindible por las mañanas. Sin embargo, con la pérdida del poder adquisitivo del salario —los que todavía tiene la suerte de contar con alguno—, los nuevos gravámenes —siempre al trabajo, nunca al capital—y el pinchurriento aumento a los sueldos, con todo eso, repito, a veces no nos alcanza ni para un vasito de jugo; en cambio los hechos violentos ocurridos a lo largo y ancho del país son copiosos, se nos brindan con abundancia y esplendidez. En otras palabras, tales atrocidades se cometen y se nos ofrecen con pasmosa generosidad. De ahí que uno se pregunte si es verdad eso de que el hombre es violento por naturaleza, o de que en la actualidad somos más violentos que nunca antes.

Hasta los animales son violentos, argumentan algunos, y razón no les falta, pues según parece los únicos animales no agresivos son los ostiones, las mariposas, las orugas, las lombrices, los percebes y algu no más de índole similar. Y eso porque no tienen con qué luchar: garras, dientes, cuernos o pezuñas. Y de todos los animales, el hombre es el más peligroso, pues se las ha ingeniado para suplir cualquiera de esas armas naturales con otras más sofisticadas, capaces de darle ven taja en una lucha cuerpo a cuerpo, o, llevado al extremo, en una acción genocida.

Si lo pensamos un poco, una simple piedra con qué machacar la cabeza de un prójimo próximo, ya multiplica nuestra capacidad como aniquiladores, ya no se diga una espada, una pistola, un rifle, una UZI, un AK 47, un M-16 o un R-15 , para no llegar a la capacidad de fuego de los presidentes (de las potencias nucleares, claro), que mueven ejércitos enteros para sojuzgar países, o que con sólo oprimir un botón hacen desaparecer de la faz de la tierra ciudades enteras, con todo y sus mortales pobladores. (Los mandata rios de países como el nuestro sólo ha cen desaparecer a individuos que se “portan mal”.)

Regresando a Chester Himes, en el prefacio mencionado se refiere a la vio lencia de entonces, es decir, cuando to da vía los vietnamitas sufrían la invasión estadunidense, los Panteras Negras rei vindicaban los derechos e intereses de los negros, los bonzos que se inmolaban en la calle y eran frecuentes las revueltas en los ghettos …, en esa época, Himes opinaba: “entonces pensé que toda violencia desorganizada es como un ciego con una pistola”. Aquí y ahora podríamos decir algo parecido. Pero de inmediato nos asaltaría la duda: ¿quién o quiénes son los ciegos? De un lado estarían los de la delincuencia organizada, y del otro lado el Estado con todos sus aparatos de control y represión: policías, ejército, marina, inteligencia política (¿?), más policías y más delincuentes. Porque es un secreto a voces que todos ellos están infiltrados por la delincuencia organizada, no solamente por los narcos, sino también todos los otros delincuentes: secuestradores, tratantes de blancas, asaltabancos, matones, policías despe didos... Por otra parte, también todos ellos parecen ser partidarios de esa violencia desorganizada de que habla Himes. Pero lo peor es que del lado del Estado la organización brilla por su ausencia. Ambos lados están ciegos, am bos ciegos disparan sus pistolas y matan a inocentes que se hallan en el otro andén: la sociedad civil. Sin embargo, a veces siento que estamos sudando fiebres ajenas. Porque ¿hasta qué punto el Estado lo hacen para “proteger a nuestros hijos de los traficantes de drogas”, y hasta dónde lo hacen porque es necesario tener contentos a los vecinos del norte? Y, todavía más, ¿son ciegos o se hacen los ciegos?