Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de enero de 2010 Num: 777

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La utopía indígena de Ricardo Robles
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Ceniza azul y destello
HJALMAR FLAX

La desigualdad de México desde el True North
MIGUEL ÁNGEL AVILÉS

Nocturno de Charlottesville
CHARLES WRIGHT

Estados Unidos y los indocumentados mexicanos
RAÚL DORANTES Y FEBRONIO ZATARAIN

Una actriz de dos ciudades
RICARDO YAÑEZ entrevista con GABRIELA ARAUJO

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Estados Unidos y los indocumentados mexicanos


Cartel antiinmigrante: “Toque la bocina si quiere parar a los extranjeros ilegales y salvar a la clase media estadunidense”

Raúl Dorantes y Febronio Zatarain

Cuando en 1986 el Congreso aprobó La Ley de Reforma y Control de Inmigración (conocida como “Amnistía”), Ronald Reagan, el presidente de entonces, de algún modo le hacía un regalo a los indocumentados, pues éstos en realidad no habían luchado masivamente: el trabajo de los activistas era más que nada mediático o de lobby. Existía cierta presión de parte de algunos sectores empresariales, sobre todo de la industria agrícola, así como de una docena de sindicatos y de la cúpula de la Iglesia católica. Pero digámoslo sin cortapisas: los poderes ejecutivo y legislativo no tenían sobre ellos una presión real por parte de los que saldrían beneficiados.

Para el año 2000 los inmigrantes seguían sin exigir nada. Sin embargo, el presidente George W. Bush –como lo hiciera Reagan tres lustros antes– empezó a hablar de una “amnistía”, sólo que con una variante: sería solamente para cuatro millones de mexicanos, pues el voto de esta comunidad en Estados Unidos representaba la única esperanza para su reelección. Los legisladores del Partido Demócrata, opositores a Bush, señalaban que la “amnistía” debería ser para todos los indocumentados. En ese inicio de siglo, la clase política estadunidense parecía estar estableciendo una ley no escrita: para que el modelo económico funcione eficientemente se aprobará una “amnistía” cada quince años.

Esta ley no escrita la comprendió cabalmente el entonces canciller mexicano Jorge Castañeda. De ahí que haya propuesto su “enchilada completa”, que entre otras cosas viables incluía la regularización de todos los indocumentados mexicanos y la creación de un programa de trabajadores huéspedes, esto último con la intención de aminorar la migración masiva de indocumentados. El 6 de septiembre de 2001, Vicente Fox fue recibido primeramente por la Casa Blanca y luego por el Congreso, y en estos espacios supo aprovechar su figura como el primer presidente legítimo de México para plantear con convicción la viabilidad de su proyecto migratorio.

Sin embargo, se vinieron los atentados del 11 de septiembre y entre sus escombros quedó hecha cenizas la “enchilada completa”: Bush se volvió de pronto uno de los presidentes más populares en la historia de este país: ya no necesitaba del voto de los mexicanos para su reelección.

Debido a los atentados en su propio territorio, el nacionalismo y la xenofobia se propagaron a lo largo y ancho de Estados Unidos. El péndulo de la sociedad estadunidense se cargaba hacia su parte no humanista: la que teme y niega a los otros, la que busca la venganza y exige en la vía pública retaliation. Esta sed de venganza llevó a la sociedad estadunidense a confundir al que emigra para trabajar en sus campos, restaurantes y factorías, con fundamentalistas islámicos. Esta misma sed empujó a los aparatos de inteligencia del Estado a confundir a los inmigrantes con miembros de organizaciones terroristas como Al Qaeda. Por eso en Chicago, en diciembre de 2002 –como parte del Patriot Act– se implementó la Operación Aeropuerto, con la que se capturaron a decenas de indocumentados y a ningún terrorista. No es casual que entre los detenidos se haya escuchado la indignación de una madre indocumentada: Elvira Arellano.


Mural a favor de la legalización de inmigrantes, Pilsen, Chicago

ELVIRA

A lo largo de 2003, la voz de Elvira y de otros indocumentados fue adquiriendo relevancia en los medios locales y nacionales, a tal grado que en Illinois algunos legisladores liberales, como Dick Durbin y Luis Gutiérrez, reconocieron tácitamente el error de las operaciones que se estaban llevando a cabo. Estos legisladores buscaron la manera de enmendar el error mediante posponer la deportación y, en poquísimas ocasiones, ayudando a regularizar el estatus migratorio de los afectados.

Las organizaciones comunitarias fueron rebasadas por el coraje de Elvira, que defendía su derecho “no legal” de quedarse en este país, un país en el que había trabajado durante nueve años y en el que había nacido su hijo Saúl. Cabe señalar que con Elvira surge por vez primera un líder indocumentado. Y no es que ella hubiera decidido convertirse en líder: fue la inconformidad ante la persecución injusta la que la llevó a dar ese paso. No era Elvira la que avanzaba y renegaba: eran los miles de afectados por el Patriot Act.

Con la imagen de Elvira queda también patente que los que cruzan la frontera ya no son en su gran mayoría hombres. Uno de los indicadores son los saldos de las redadas que ha estado realizando el Immigration and Custom Enforcement (ICE); por ejemplo, el 25 de agosto de 2008, en Laurel, Mississippi se llevó a cabo la redada con mayor número de detenidos en un centro laboral en la historia reciente: de 595, cien eran madres de familia. Otro de los indicadores es el número de muertos en el cruce: en los primeros nueve meses de este 2009, de 662 migrantes muertos a lo largo de la faja fronteriza, el cincuenta y ocho por ciento eran mujeres.

HUNTINGTON

Así como la inconformidad indocumentada tomó a Elvira como su icono más visible, el grueso de la sociedad estadunidense encontró la justificación a su actitud antiinmigrante y antimexicana en el trabajo de un académico. Nos referimos a Samuel P. Huntington y a su ensayo titulado “El reto hispano”, publicado en abril de 2004. Pese a que este prestigioso intelectual se autonombraba liberal, en dicho ensayo se aferra de manera obstinada a la idea de que el pilar de la cultura estadunidense fue, es y será la ética del protestantismo, y que los mexicanos no hacen suyo ese pilar; es decir, que se niegan a la asimilación. Esta idea de Huntington de ningún modo es liberal, pues plantea la permanencia de una ética que ciertamente tuvo su relevancia en la conformación de este país, más que todo en los siglos XVII, XVIII y parte del XIX, pero que de ningún modo puede definirse como el único motor del gran progreso estadunidense.


Manifestante contra el Minutemen Project.
Foto: John Tipton

El mismo Max Weber –autor de La ética protestante y el espíritu del capitalismo– decía que él solamente estaba capturando un perfil de este fenómeno económico, social y cultural llamado capitalismo, y desde ese perfil, Weber pudo descubrir que la ética protestante jugó un papel fundamental para que en Occidente se desarrollaran, en su génesis, los valores de los que se alimentó el capitalismo moderno. Estados Unidos, por supuesto, fue un suelo fértil: el granjero estadunidense, a través de su trabajo y su frugalidad, pudo congraciarse con su Dios y, a la postre, lograr acumular riquezas y reinvertirlas en la producción. Aunque nacida del protestantismo, esta actitud se volvió inherente a la sociedad estadunidense, sin importar el grupo étnico o religioso al que se perteneciera. Y toda ola migratoria que ha llegado en los últimos 130 años la ha asumido como propia.

A Huntington se le olvidó ver el capitalismo desde otras ventanas. Se le olvidó que las sociedades son complejas y que para tener de ellas una mayor comprensión se requiere de múltiples descripciones y explicaciones. Huntington se conformó con repetir lo dicho por Max Weber en 1905. No se dio cuenta que desde fines del siglo XIX en Estados Unidos las grandes olas migratorias dejaron de ser protestantes para darle paso a los católicos europeos y, en menor medida, a los judíos europeos.

¿Cómo se explica que estos grupos nacionales y religiosos, sin ser protestantes, arribaran a Ellis Island, y después se trasladaran a Nueva York, Boston o Chicago para transformar esas ciudades en grandes centros industriales y financieros? Esas enormes olas migratorias tenían la imagen de que en Estados Unidos el dinero corría por las calles, pero también tenían conciencia de que ese dinero se recogía con la pala del trabajo. Esta imagen la percibieron de una manera similar los inmigrantes de Latinoamérica, Asia y África que pisaron suelo estadunidense en el siglo XX.

Después de casi trece décadas de inmigración no protestante, Huntington debió tener claro que la pujanza de este país, además de la ética protestante, ha llegado a tener otras variantes. Una de ellas es la visión de progreso que se siembra en todo aquel habitante de la Tierra que decide emigrar a otro país. Esto se corresponde con el modo de funcionamiento del capitalismo contemporáneo. Weber, en las páginas finales de La ética… señala que lo que en principio fue un manto sutil confeccionado con ideas teológicas se trocó, con el paso del tiempo, en una especie de jaula de hierro: hoy no se requiere creer en las ideas de Lutero o Calvino para comportarse de acuerdo con los valores capitalistas; hoy estamos obligados a ello porque el capitalismo descansa sobre bases mecánicas. Es una estructura vacía de espíritu, por lo menos en el sentido religioso.

SENSENBRENNER


Estudiantes de Pasadena, California, contra la criminalización de la migración. Foto: Walt Mancini

Bajo el paraguas ideológico del ensayo de Samuel P. Huntington, se dieron dos fenómenos sociales que dejaron de lado la lucha contra el terrorismo y lanzaron sus dardos directamente contra los inmigrantes. Uno fue de tipo legislativo, propuesto en enero de 2005 por el congresista de Wisconsin, James Sensenbrenner. Nos referimos a la Real id Act, que entre otras cosas proponía que se les negara la licencia de manejo u otro tipo de identificación a todos los indocumentados.

El otro surge en abril del mismo año al interior de la sociedad civil. Teniendo como misión la caza de inmigrantes indocumentados, los líderes del Minuteman Project convocaron a sus simpatizantes a apostarse a lo largo de la frontera entre Arizona y México para detener a toda persona que buscara ingresar ilegalmente a Estados Unidos. El Minuteman Project casi de inmediato recibió una amplia cobertura en las grandes cadenas noticiosas de cable. Lou Dobbs, Bill O'Reilly y Joe Scarborough de las cadenas CNN, FOX y NBC, respectivamente, se encargaron de encomiar la labor de los Minuteman, dándoles el calificativo de “patriotas” y, a la vez, de difamar a los indocumentados manipulando toda noticia que se relacionara con los mismos.

Ante estas agresiones descaradas –y por desgracia aplaudidas por los medios anglos–, el primero de julio de 2005 se congregaron en el sur de Chicago alrededor de 40 mil personas, todas vestidas de blanco, para dignificar al inmigrante, sin importar su condición migratoria. Los organizadores principales fueron dos locutores y una organización comunitaria: Rafael Pulido el Pistolero, Miguel Silva el Chokolate y el Centro Sin Fronteras.

Ya en plena efervescencia antiinmigrante, el presidente Bush declaró el 18 de octubre del mismo año lo siguiente: “Deportaremos a cada uno de los inmigrantes indocumentados.” Al siguiente día, el congresista John Sullivan, inspirado en la declaración del presidente, empezó a elucubrar un proyecto de ley en el que propondría la deportación masiva de todos los indocumentados: que a éstos se les pudiera detener en las calles, en sus casas o en el lugar donde se les encontrara, y no sólo por los oficiales del Servicio de Inmigración, sino por cualquier autoridad policíaca.

Para el 16 de diciembre, la Cámara Baja aprobaría la ley H. R. 4437, impulsada nuevamente por el representante Sensenbrenner, en la que se criminalizaba al indocumentado y a todo residente o ciudadano estadunidense que le proporcionara ayuda. Asimismo, se ordenaba la construcción de un muro fronterizo de mil 123 kilómetros .

EL 10 DE MARZO

Mientras crecía el antiinmigrantismo en Estados Unidos, el grueso de los activistas mexicanos estaba inmerso en la campaña de registro de votantes en el extranjero. La fecha límite para registrarse fue el 15 de enero de 2006. Ya pasada esa fecha, los activistas de todas las tendencias políticas (PRI, PAN y PRD) tomaron distancia del proceso electoral mexicano y miraron de frente la agresión cotidiana que estaban viviendo los inmigrantes. Entonces se empezó a planear una marcha principalmente en contra de la H. R. 4437 y, de modo secundario, en contra del Minuteman Project y de todas las demás manifestaciones antiinmigrantes.


Respuesta al Minuteman Project en Phoenix, Arizona. Foto: Chip Somodevilla

La H. R. 4437 indignó a la comunidad latina de Chicago en su conjunto, así como a los sectores liberales de la sociedad estadunidense. Las grandes cadenas de televisión y de radio hispanas, las cámaras de comercio, los sindicatos, las Iglesias, los grupos estudiantiles, etcétera, coincidían en que al Congreso –arengado por Sensenbrenner– se le había pasado la mano.

Las expectativas de los organizadores fueron rebasadas el 10 de marzo de 2006: se estimaba a lo mucho la participación de 40 a 50 mil asistentes; de ahí que el cierre de la manifestación se haya proyectado para que fuera en la Plaza Federal de Chicago. Pero ese día, más de 300 mil manifestantes no tuvieron acceso a dicha plaza. Era un río de gente que a duras penas podía fluir a lo largo de casi dos millas, desde la avenida Ashland hasta la calle Dearborn.

El primero de mayo –pese a que los medios de comunicación hispanos y algunos grupos empresariales ya no quisieron participar– se realizó otra marcha que superó en asistencia a la que se había llevado a cabo siete semanas antes. Cabe aclarar que entre el 10 de marzo y el primero de mayo a lo largo y ancho del país participaron en múltiples manifestaciones más de 10 millones de personas, y todas en contra de la H. R. 4437.

LA REACCIÓN DEL ESTADO

La movilización del 10 de marzo de 2006 alcanzó las dimensiones de las grandes marchas organizadas por el reverendo Martin Luther King Jr. Por eso las represalias del Estado hacia la comunidad inmigrante no se hicieron esperar: había que ponerla con la espalda contra la pared, lanzando su flecha contra el punto más frágil de dicha comunidad: los indocumentados. Desde entonces, las redadas han sido el pan de todos los días.


Elvira Arrellano participa en la toma de manos a través de la malla metálica que divide a México y Estados Unidos, en Playas de Tijuana. Foto: Eduardo Jaramillo

Ante las represalias del Estado, no ha habido una estrategia de defensa política y social amplia en la comunidad inmigrante. Recordemos que el 20 de abril de 2006, los agentes del ice irrumpieron en diversos centros laborales de la empresa IFCO, arrestando a nivel nacional a cerca de mil 200 indocumentados. A partir del caso IFCO se estableció un nuevo patrón en la práctica de las redadas: son masivas, hacia una sola empresa y se llevan a cabo al mismo tiempo en varios estados. A esto hay que agregar que pese a que la H. R. 4437 no fue aprobada por el Senado, en la práctica a un buen número de los indocumentados detenidos se les ha criminalizado, no por ser indocumentados, sino por robo de identidad, pues han trabajado con un número de seguro social que no les pertenece, y las condenas han ido de seis meses a dos años.

Las organizaciones pro inmigrantes no supieron leer en su momento lo que se avecinaba. Tal vez por eso –a pesar del éxito de las manifestaciones masivas – no cerraron filas al interior del movimiento. Las personas que pudieron haber tomado el liderazgo tuvieron dificultad en hacer a un lado los compromisos con su organización partidista, sindical, religiosa o comunitaria para entregarse de lleno a este movimiento: un movimiento de masas que despertó expectativas en el mundo entero. Los activistas y los organizadores percibieron las movilizaciones como el producto de un frente amplio, y al parecer no se plantearon la posibilidad de fundar una organización pro inmigrante que estuviera por encima de intereses que no respondieran a un objetivo fundamental: la regularización de todos los indocumentados.

2009

A un año del triunfo de Barack Obama, la situación para el indocumentado sigue igual de incierta. El estancamiento de la economía, las guerras en Afganistán e Irak y el tortuguismo legislativo para aprobar el Plan de Reforma al Sistema de Salud, han contribuido a que los poderes del Estado sigan dejando en la gaveta la Reforma Migratoria. Ocasionalmente, Obama o algún congresista federal o la misma jefa del Departamento de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, hacen referencia a ella, pero en realidad no se ha avanzado nada. Los peligros y las incertidumbres que perseguían al indocumentado durante los dos últimos años de Bush también lo han estado persiguiendo durante el primer año de Obama.


Cartel contra la ley antiinmigrante H.R.4437.
Diseño: Xico González

A los funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional no les ha sido difícil meter miedo y desorientar el potencial político que se evidenció en la primavera de 2006. Para poder contrarrestar la ofensiva del Estado era necesario que al interior del Movimiento 10 de Marzo (y de otros movimientos a nivel nacional) echara raíces la conciencia de que primero se es inmigrante y después se es mexicano, salvadoreño, hondureño, etcétera. Que la patria política del inmigrante no es el país que deja, sino el país en el que reside. La polis del inmigrante mexicano es Chicago, Nueva York, Los Ángeles, en suma, Estados Unidos.

El movimiento pro inmigrante en Chicago (y a nivel nacional) sigue sin cabeza. Y mientras siga sin cabeza, la aprobación de una Reforma Migratoria se pospondrá por tiempo indefinido. Acaso un día brote el lado humanista del huésped en turno de la Casa Blanca y ofrezca de nuevo –al igual que Reagan– una “Amnistía.”