Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 31 de enero de 2010 Num: 778

Portada

Presentación

Haití en el epicentro
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

“Me quedo en Haití”
BLANCHE PETRICH

Corazón atado
ARTURO OREA TEJEDA

Del amarillismo como motor de ayuda
JORGE MOCH

¡Oh infelices mortales!
ANDREAS KURZ

Sonidos de y para Haití
ALONSO ARREOLA

El infierno de este mundo
ROBERTO GARZA ITURBIDE

Haití, año cero
JEAN-RENÉ LEMOINE

Toda tierra es prisión
GARY KLANG

Cuatro poetas haitianos

Haití y la brutalidad del silencio
NAIEF YEHYA

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Naief Yehya
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Tragedias del inicio de la década

LA TRAGEDIA HAITIANA

Cuando esto se escribe ha pasado ya una semana del terremoto que sacudió Haití. Desde el ataque del 11 de septiembre de 2001, este espacio ha sido consagrado en gran medida a catástrofes de origen humano, agresiones, guerras y terrorismo. Si bien el terremoto de Haití era impredecible, las consecuencias del mismo eran muy fáciles de anticipar. Haití no es el país más pobre del hemisferio por voluntad propia, sino por el brutal intervencionismo y las tragedias impuestas por extranjeros, desde el extermino de los Taínos hasta el golpe de Estado contra Aristide en 2004. Gran cantidad de las construcciones no estaban preparadas para un sismo semejante, pero el gobierno no contaba con los recursos, infraestructura ni previsión para contender con una adversidad de esta magnitud y la sociedad en general ha quedado en un estado de atroz vulnerabilidad. No es de sorprender que sigan llegando tropas y mercenarios a un ritmo vertiginoso y que en los medios se hable más del caos que de la desesperación y el dolor de las víctimas; lo mismo sucedió en Nueva Orléans tras Katrina. Así, el país que fuera la primera República Negra del mundo y la segunda República del hemisferio, se encuentra hoy en ruinas e incapaz de defenderse de quienes ya se preparan para repartírselo como botín y reconstruir para sus intereses y beneficio.

LA TRAGEDIA DE LA SEGURIDAD

Cuando se anunció, con la estridencia necesaria para generar pánico, que el día de Navidad un terrorista había estado a punto de detonar sus calzones explosivos a bordo del vuelo 253 de United con destino a Detroit, era claro que la caricatura grotesca en que se ha convertido la inseguridad en EU había alcanzado su clímax. El hecho de que el joven nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab estaba dispuesto a detonar el poderoso explosivo plástico (tetranitrato de pentaeritritol) que estaba cosido en sus calzoncillos no debería tener nada de chistoso; sin embargo, las implicaciones que esto tiene para los viajeros son realmente ridículas. Al convertir la ropa interior en arma de destrucción masiva se ha transformado la intimidad en algo que debe ser temido, expuesto y revisado. Ya Richard Reid había tratado de emplear el mismo explosivo en diciembre de 2001 en sus zapatos y su herencia es que cada vez que vamos a abordar un avión casi en cualquier aeropuerto de la Tierra tenemos que descalzarnos. Independientemente de pasar a la historia por la idea imborrable de relacionar genitales y explosivos, Abdulmutallab ha logrado ampliar el espectro del escrutinio paranoico para incluir otras novedades, la prohibición de que los niños abracen sus osos de peluche durante las últimas horas de vuelo. Terroristas como Abdulmu tallab no triunfan al asesinar gente, ni realmente esperan destruir al imperio estadunidense de avión en avión; su victoria radica en algo más sutil y consiste en entorpecer, interferir, provocar gastos desproporcionados e inútiles en seguridad e inocular al imperio con el virus del terror constante que contamina con “nuevas amenazas” todos los aspectos de la cotidianidad, al estar presentes cada día de nuestras vidas en que debemos renunciar a nuestra privacidad y quitarnos zapatos, cinturones y, próximamente, los calzones para pasar los controles de seguridad.

LA TRAGEDIA DEL CIENTÍFICO NUCLEAR IRANÍ

El 12 de enero pasado una bomba a control remoto en una motocicleta mató al científico nuclear iraní de la Universidad de Teherán, Massoud Ali-Mohammadi. En junio del año pasado desapareció durante su peregrinación a la Meca el investigador Shahram Amiri, quien trabajaba en el programa atómico iraní. La CIA y la Mossad israelí han sido señalados como responsables de ambas desapariciones. Sin embargo, Ali-Mohammadi aparentemente trabajaba en la física de partículas teóricas y no en energía atómica. Los medios estadunidenses coincidieron en señalar que el asesinato era obra del gobierno de Ahmadinejah. Medios opositores iraníes han confirmado que Ali-Mohammadi se oponía al régimen, pero no era una figura suficientemente relevante en la disidencia como para ser ejecutado de esa manera. La Asociación Monárquica iraní se ha responsabilizado del crimen pero no han sido tomados en serio. Irán vive tiempos turbulentos y este asesinato será utilizado como propaganda por todas las partes. Mientras tanto cualquier esperanza de que se haga justicia a Ali-Mohammadi se diluye entre acusaciones mutuas.

LA TRAGEDIA DE OBAMA

El 20 de enero pasado se cumple el primer año de la presidencia que muchos tenían esperanzas de que cambiaría todo. Pero nada ha cambiado. Obama se ha rodeado de una colección de hampones, criminales de guerra, incompetentes y demagogos pertenecientes a las eras de Clinton, Bush padre y Bush junior. De ahí sus generosos rescates de Wall Street, el entrampamiento de la reforma de salud y la continuación de la guerra contra el terror, que ahora tiene un nuevo frente: Yemen.