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Ver día anteriorJueves 4 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Diagnósticos
E

l gobierno mexicano ha mostrado consistentemente que se equivoca al diagnosticar las perspectivas de la economía mexicana. Las razones de estos errores se explican por la teoría con la que trabajan y por la manera como enfocan el comportamiento de las variables claves para entender el comportamiento de la economía estadunidense y, a partir de ello, el de la economía mexicana. Este año están dando por hecho que la recuperación estadunidense ha comenzado, lo que dinamizará los requerimientos de su industria, haciendo que se recupere la demanda de los insumos industriales que se producen en México.

El comportamiento de la producción industrial de ambos países refuerza esta predicción. Sin embargo, la recuperación estadunidense no está garantizada. Incluso en el caso de que se mantenga, habrá incentivos para que la demanda industrial se cubra con la oferta interna. Esta oferta no alcanzará a cubrir los requerimientos, de modo que habrá necesidad de importar insumos del extranjero. México y otros países pueden abastecerla, lo que quiere decir que habrá competencia y nuestra industria puede ser relegada. El dato importante es que, otra vez, pese a que se dice lo contrario, el gobierno confía en la demanda externa para que la economía se recupere.

En Madrid, Carstens ha dicho que debemos depender más de la demanda interna para que la economía consolide su reactivación. Ello no se valida con el diseño de política que ha hecho Hacienda, en el que a los incrementos impositivos se han sumado los aumentos en precios públicos básicos. Mientras que en las economías desarrolladas se discute el momento en el que podrían retirarse los apoyos fiscales, para evitar que la recuperación aborte, en México el gobierno que, en realidad, no instrumentó ningún proyecto eficaz de apoyo fiscal a la economía, decidió privilegiar el equilibrio fiscal frente a la recuperación económica.

En México la política económica para 2010, en consecuencia, se propuso reducir el boquete fiscal que Hacienda esperaba. Más allá de reconocer la impertinencia de esta política económica, con el Informe sobre la situación de las finanzas públicas ha quedado claro que sobrestimaron la caída de los ingresos fiscales, lo que pudiera obedecer a errores de apreciación o simplemente a una estrategia para que los incrementos tributarios fueran aprobados. Es grave que la máxima autoridad económica gubernamental castigue a los contribuyentes fundada en errores, más grave aún que lo haya hecho a partir de engaños y todavía peor que no corrija.

Los errores se repiten una y otra vez. De modo que no hay razones para aceptar la confianza gubernamental en que la recuperación de la economía estadunidense nos arrastrará. En realidad, lo razonable sería diseñar medidas de política para enfrentar un año con complicaciones derivadas de la manera como la crisis ha golpeado a los países desarrollados, particularmente a Estados Unidos. La recesión en ese país pudiera haber terminado, pero los impactos sobre el empleo no. La expectativa de que el mercado de trabajo no se recupere en los próximos meses, explica la prioridad planteada por Obama de combatir el desempleo.

Es evidente que la economía puede recuperarse, pero la situación de las familias podría empeorar. El crecimiento no garantiza mejoramiento social. Para lograrlo es necesario que los gobiernos actúen. Los mercados, como se ha demostrado, no producen un equilibrio óptimo, lo que obliga a la intervención estatal para que el mejoramiento de los indicadores económicos se convierta en una mejoría de los indicadores del bienestar social. Sin esa intervención, las ganancias de una eventual recuperación agudizarán la concentración.

El gobierno mexicano no acepta esta responsabilidad. Sigue preso de una concepción que sostiene que el mercado asigna eficientemente los recursos y logra paulatinamente distribuir los frutos del crecimiento entre los actores involucrados. Sigue preso, además, de una visión en la que el equilibrio fiscal es conditio sine qua non de cualquier proyecto de desarrollo. Este fetichismo del déficit fiscal, como ha dicho Stiglitz, es un error cuyas consecuencias pagamos todos.