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Isocronías

La depre, la tristeza

Y

o que de esto qué voy a saber, pero la impresión tengo de que la depresión es una enfermedad, mientras que la tristeza no. La tristeza, en mi percepción, no sólo es sana, sino sanadora, salutífera. ¿Qué voy a saber, he dicho? Bueno, algo sé. Pero no por ciencia, sólo por experiencia. Y bueno, en la experiencia de alguien que con cierta frecuencia tiende a deprimirse, ¿quién podrá confiar?

El primero en desconfiar de sí mismo es el deprimido, pues deprimido es ciertamente menos de lo que es, qué tanto menos no es del todo aclarable, pero ese tanto siempre corresponde a mucho, cuando no a demasiado. Y de la demasía, por supuesto, poca gente se fía. No, no se fía, se deja, y nada más, como en toda pasión, arrastrar.

El deprimido se siente arrastrado, aunque hacia ninguna parte, o sí: a esa ninguna parte, ese hoyo negro, que parece que es, a ese no ser que lo vacía y vacía de sí, que no lo afirma, que lo mina, que entre que lo ataranta y desbarata. El deprimido sabe que está parado en la arena movediza de sí mismo.

Sí mismo, uno mismo, qué cosa signifiquen esas palabras el deprimido no lo sabe. Sabe, o cree saber, que ha sido otro, otro si no feliz al menos para sí, en relación consigo, solvente, suficiente. De insuficiencia de sí padece el deprimido, ¿de minusvalía? Es, acaso, más sencillo que eso. El lenguaje lo ha dejado de habitar, o de habitar en pertinencia. Ojo aquí: en la tristeza hay pérdida de lenguaje, un fragmento, que puede ser muy grande, se ha retirado, no nos podemos comunicar con él. Desde mi perspectiva así es que el artista, no me atreveré a decir que el arte, nace. El arte nace de la necesidad de alegría, no tanto de expresión, que tiene la tristeza.

Pero el deprimido no se halla, no encuentra que el lenguaje que lo habita, que en efecto lo habita, pueda habitado ser por él. No es un lenguaje, es una locura que parece lenguaje. Lo que son las cosas: iba a poner lectura. Igual: es una lectura de lenguaje, no es lenguaje. No cobra cuerpo en la palabra del que habla, ni en el corazón, deprimido, del que escucha. El triste, quién lo duda, sabe escuchar, y hablar. El triste no ha perdido la palabra. El triste, aun en silencio, sabe escuchar.

El deprimido, me parece, ha perdido el contacto con los significados. El triste, creo, pero no sólo creo, siento, no ha perdido el sentido del sentido.