Opinión
Ver día anteriorMiércoles 10 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Tumbando Caña

Eddie Palmieri, un paliativo pa’ la tristeza

T

ras un principio de año más que nebuloso, con decesos en el medio musical y trágicos acontecimientos sociales, la buena noticia es el regreso de Eddie Palmieri a escenarios mexicanos. El pianista más aplaudido de la salsa y el jazz latino se presentará el 5 de marzo en el salón José Cuervo de Polanco.

Sin duda será un gran acontecimiento, ya que el pianista del Bronx representa uno de los más dignos valores de la música afroantillana desde que debutó a los 11 años en el Carnegie Hall, en un concierto clásico, hasta el momento actual, en que reparte su tiempo entre su orquesta de salsa La Perfecta y el Octeto de Jazz Afrocaribeño, que lo acompñará en esta ocasión.

Eddie Palmieri fue el primer músico latino en Estados Unidos en experimentar la combinación sonora de la música cubana con el jazz, la bomba y las nuevas tendencias del mundo urbano anglosajón –rhythm and blues, funky y soul–, adornadas con una lírica social de alto contenido reivindicativo.

En ese sentido es el pionero en escenificar los márgenes de tensión y rudeza social en que vivían los latinos en Nueva York, mediante la fuerza interpretativa del piano y los trombones. Su estilo de ejecutar el piano le ganó el apelativo de El Rompeteclas y El Rumbero del piano, por vindicar el rol percusivo del instrumento y realzar su expresión sonora armónica y, a la vez, agresiva.

Influencia de su hermano

Su trabajo artístico estuvo influenciado desde sus comienzos por la obra de su hermano Charlie Palmieri, a quien consideró su mayor inspiración. En ese mismo renglón destacaba a personalidades musicales a quienes reconoció como fuerzas inspiradoras de su arte, como Chapotín, Lili Martínez, Miles Davis, Art Tatum, Bobby Timmons, Bill Evans y McCoy Tyner, Horace Silver, Bud Powell, Debussy y Herbie Hancock.

Su orquesta de salsa, La Perfecta, es una rúbrica sugerente que alude al empeño, dedicación y perfeccionismo con que el músico emprende sus trabajos. En un principio, la parte armónica de la agrupación se valió de la combinación de piano, trombones, flauta, percusión, bajo y voces, surtido sonoro que su hermano Charlie bautizó como trombanga –mezcla de trombones con charanga– y que otros denominaron sonido de elefantes.

Con el Octeto de Jazz Afrocaribeño ha establecido un balance pendular afianzado; por una parte, en un trío jazzístico de alientos-metales (trompeta, sax alto y trombón) y por otro, una amplia sección rítmica que abriga congas, timbales y bongó. Es a partir de ese balance que ocurre la exploración jazzística de Palmieri y la vena jazzística pura desde la estructura armónica de sus composiciones.

Aun cuando fue el músico más avanzado de la historia del sonido caribeño de Estados Unidos en los años 60 y 70 del siglo pasado, estuvo fuera del auge comercial desarrollado por el sello Fania. No obstante, ha recibido en nueve ocasiones el premio Grammy en las categorías de música latina tropical y jazz latino, rubro este último que él define como una suerte de fiebre contemporánea, que nació de la unión de ritmos del Caribe y el jazz de los años 30.

Sin embargo, Palmieri no cae muy fácilmente en la subordinación de la etiqueta Latin jazz y marca una distancia prudente y respetuosa en el desempeño del jazz estadunidense. Frente a talentos como McCoy Tyner, Chick Corea y Keith Jarret, soy solamente un pianista. Soy un pianista quizá del género afroantillano, con aspiraciones a desarrollar mi propia técnica, asegura.

Afinidad con África

Durante su carrera, Palmieri ha demostrado afinidad con las tradiciones espirituales y culturales que trajeron al continente los esclavos negros. El sabor de África se percibe en sus cuatro decenas de discos, algunos con títulos muy sugerentes, como Mozambique (1965), Lucumí, macumba, voodoo (1978) y Palo pa’ rumba (1984).

En sus grabaciones es común el uso de los tambores batá y de otros instrumentos de origen africano. Dice que sus composiciones están teñidas de negro.

Dicen que cuando se sienta frente al piano es poseído por un espíritu congo –cosa que admite– y que al golpear las teclas es capaz de invocar las deidades del panteón africano, lo cual no rechaza ni acepta. Pero vuelen o no los santos y demonios africanos, la música de Palmieri es mágica y eso es lo que podrá comprobar quien vaya a su concierto el 5 de marzo en el Salón José Cuervo de Polanco, ubicado en Lago Andrómaco 17 esquina Molière.