Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de febrero de 2010 Num: 780

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Falsa memoria de la nieve
GUSTAVO OGARRIO

Dos poemas
PANOS K. THASÍTIS

Cuando los recuerdos pesan demasiado
MARCO ANTONIO CAMPOS

La Cincuentena
PIEDAD BONNETT

Nadie sabe de amor si no ha perdido
ÁNGEL GONZÁLEZ

Confesiones de un Quijote
JUAN MANUEL ROCA

Dos poemas inéditos
LUIS GARCÍA MONTERO

Vista cansada o por sus versos
JOAQUÍN SABINA

Luis García Montero
JUAN GELMAN

Entre lo maravilloso y lo cotidiano
OCTAVIO PAZ

Un poeta que habla en medio de la plaza
RAFAEL ALBERTI

El teatro es vocación y convicción
RICARDO YÁÑEZ entrevista con
ZAIDE SILVIA GUTIERRÉZ

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

LA INFORMACIÓN (IV DE X)

En su obra Evolución del periodismo, Bernard D. Weisberger dice que a principios del siglo XIX, “el espíritu general del pueblo norteamericano había hablado a favor del periódico no reglamentado”. Esta declaración tan general, expresada en las leyes constitucionales de Estados Unidos, permitía a los periodistas actuar sin trabas, manifestando sus puntos de vista sobre los asuntos públicos sin temor a ser objeto de persecuciones. Sin embargo, la escasa circulación de los periódicos, derivada de los problemas de impresión y del pequeño número de personas que sabían leer, hizo que sus mensajes tuvieran un impacto de alcances muy reducidos. La sociedad industrial crecía a pasos acelerados mientras que la prensa se había quedado atrás, y sus limitaciones le impedían convertirse en un medio masivo acorde con el ritmo de crecimiento de la sociedad global. Muchos periódicos ingleses y estadunidenses se inclinaron por la especialización y dirigieron sus mensajes a públicos muy bien determinados. En los primeros años del siglo XIX proliferaron, en ambos países, las publicaciones dedicadas a los granjeros, los industriales, los políticos, los científicos, etcétera. Fue necesario que la tecnología acudiera en auxilio de la prensa para que aparecieran los grandes periódicos masivos capaces de contener secciones dedicadas a los distintos públicos; una primera plana para toda la opinión pública del país y páginas editoriales dirigidas a la elite intelectual.

Para asegurar el carácter masivo de la prensa era indispensable aumentar la producción y abatir los costos de impresión, para poder vender los productos a un precio más barato. Por ejemplo, los periódicos ingleses de principios del siglo XIX eran tan caros, que las clases populares no podían adquirirlos. Esta circunstancia los obligó a buscar las formas para compensar las graves pérdidas derivadas de los impuestos y trabas fiscales fijadas por el gobierno, que había encontrado en ellos un magnífico sucedáneo de la censura suprimida años antes. Los avisos comerciales publicados anteriormente en páginas especiales se fueron apoderando de todas las secciones del periódico. Los comerciantes vieron con beneplácito la nueva política de los empresarios, sólo a algunos graves caballeros les desagradó el hecho de que sus hojas de noticias y comentarios se llenaran de la gritería estridente de los mercaderes. Este momento marca la iniciación de las relaciones de la prensa con los intereses de la sociedad burguesa. Desde entonces, los periódicos son indispensables para el desarrollo de la economía de consumo y las grandes empresas ejercen todas clase de presiones sobre la prensa. De este peculiar juego dialéctico derivan todas las formas de la dependencia que ha desnaturalizado a la prensa moderna y contemporánea.

En los primeros años de la prensa masiva, los anuncios comerciales fueron considerados como un medio para ganar la independencia económica. Los altos impuestos eran el instrumento del que se valían los poderes políticos para ejercer una estricta censura sobre los órganos periodísticos. Con la publicidad comercial, la prensa encontró una manera de liberarse de las trabas impuestas por los gobiernos; sin embargo esta medida no significó, de ninguna manera, el aseguramiento de su independencia. Todo lo contrario, en lo sucesivo la sociedad mercantil se impuso sobre la información; la obligó a adoptar la estructura propia de las empresas y la sujetó a un sinnúmero de presiones comerciales. En su libro La prensa y la opinión pública, N. Palgunov asegura que “con la publicación de anuncios pagados a buen precio, los capitalistas adquieren simultáneamente el derecho de influir sobre el periódico, controlarlo e imponerle su voluntad”. La sociedad burguesa, que impone sus leyes a las relaciones y actividades humanas, imprimió su marca de fuego a la información. También las tareas intelectuales son cosificadas por el sistema capitalista.

(Continuará)

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