Opinión
Ver día anteriorLunes 15 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro lado

El daño de la Corte

D

os hechos recientes pueden tener consecuencias devastadoras para las aspiraciones del Partido Demócrata de conservar la mayoría en la Asamblea de Representantes y la Cámara de Senadores de Estados Unidos.

El primero de ellos es la decisión de la Suprema Corte de derogar la ley que restringía las aportaciones de las corporaciones a las campañas políticas. A partir de ahora podrán emplear cantidades ilimitadas de dinero para favorecer o atacar a cualquier candidato de elección popular. La decisión echa por tierra no sólo las restricciones en el ámbito nacional, sino también a decenas de legislaciones locales y estatales que ordenaban límites a dichas aportaciones.

La coyuntura política en la que se emitió la resolución es particularmente delicada y pareciera tener una dedicatoria a los candidatos republicanos para que reciban un apoyo irrestricto del sector corporativo que en su mayoría apoya la política fiscal proveniente de ese partido. Parafraseando al doctor en derecho y filosofía, Ronald Dworkin, la decisión muestra el instinto de los cinco jueces que la suscribieron para favorecer a los intereses de las grandes corporaciones. (New York Review of Books, 25-02-2010)

En su Informe sobre el Estado de la Nación, Barack Obama adelantó la necesidad de contrarrestar la desastrosa decisión de la Corte Suprema. Ente las ideas que se han esbozado para ello es la obligación de las corporaciones de obtener autorización de la asamblea de accionistas, previa al otorgamiento de cualquier aportación con fines políticos.

El segundo hecho tiene que ver con la decisión de algunos de los presidentes y directores de diversas corporaciones financieras de restringir las aportaciones que a título personal hacen en favor de los candidatos del Partido Demócrata. La decisión es una contestación a la propuesta del presidente Obama en el sentido de que se legisle para limitar el monto de los cuantiosos bonos que se otorgan estos personajes y también para que se regulen más estrictamente las operaciones financieras de Wall Street. No hay que ser muy perspicaz para imaginar los ríos de dinero de esas corporaciones financieras que de ahora en adelante fluirán en apoyo a las campañas electorales, principalmente a las de los candidatos republicanos.

En todo caso, tal vez no sea muy tarde para que los legisladores intenten un control de daños para restañar la profunda herida causada al sistema democrático por los cinco integrantes conservadores de la Suprema Corte, institución que, se supone, debe permanecer al margen de cualquier favoritismo partidario.