Opinión
Ver día anteriorLunes 15 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Guapos los de Xajay
G

uapos los toros de Xajay penetraban en el redondel y una palidez de muerte los acompañaba. Galopaban lanzando cornadas al aire y la lidia se tornaba caótica por parte de las cuadrillas. Mientras, cuajaban caprichosas esculturas de acento grave y negro. Toros de belfo espumoso, cerviz lánguida, altiva la mirada y testículos que la arena acariciaban. El sexto de la corrida de nombre Revuelo armó un revuelo al embestir al caballo en cuatro ocasiones. Recreando la suerte de varas y testificando la bravura del burel que trajo a mal traer a peones y banderilleros, salvándose Beto Preciado, el subalterno poseedor de una torería que destacaba en la tarde torera.

Toros bien presentados de astas desarrolladas y un recogimiento casi religioso de su presencia en el ruedo que le daba emoción a lo que en él sucedía. Carismáticos y bien plantados pedían una muleta que los luciera. Los pitones impresionantes animaban fosforescencias como si el sol que llegó a contemplar a los bureles se hubiera recogido en ellos y al rasgarlos, apareciera la luz del toreo. En especial el primero de la tarde que tanto gustó a los aficionados.

Con los toros bravos de Xajay –que no quisieron ver ni en pintura las figuras– ronca lloraba la Plaza México. Los astados tejían su misterio y pasaban del enigma de lo que lentamente desaparece al enigma de lo desconocido. Es que son toros a los que no se les puede ejecutar el interminable derechazo. Hay que estructurar faenas con estructura después de una lidia clásica, desde que el toro se asoma por la puerta de toriles. Los de Xajay no eran los toritos de la ilusión que aparecieron en la mayoría de los festejos de la temporada. Eran toros que requerían toreros que con maestría los lidiaran de acuerdo con las condiciones que presentaban cada uno de ellos.

Sólo Juan Bautista, poseedor de técnica y oficio, se desenvolvió con los toros provenientes del Bajío, aunque sin lograr calentar a los aficionados que llegaron al coso. Bautista dio la impresión de cierta frialdad en su toreo. Fernando Ochoa y Pepe López naufragaron con sus respectivos astados. Triste debieron quedar los toriles Gcomo un caudal sin río después del parto cerril” que decía Miguel Hernández, poeta torero.