Opinión
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60 Festival de Berlín
Hombres dañados…y las mujeres que los aman
B

erlín, 15 de febrero. No se sabe si es una tendencia del cine actual o una preferencia temática de los seleccionadores de la Berlinale, pero hasta ahora más de la mitad de títulos en competencia han versado sobre personajes masculinos que, tras una crisis o confinamiento, intentan reintegrarse a la sociedad. Las tres concursantes de hoy lo ejemplifican, siendo la más extrema Caterpillar (Oruga), del veterano japonés Koji Wakamatsu. En ella, un oficial japonés regresa de la guerra con China en estado tamal: mutilado, sin extremidades y casi sin poder expresarse. Su esposa se dedica a satisfacer sus apetitos, gástricos y sexuales.

Antes de politizarse, Wakamatsu era conocido en los años 60 por sus cintas eróticas. Algo de eso le quedó porque varias de las escenas consisten en ver cómo la abnegada mujer (Shinobu Terajima) se dedica a facilitarle el sexo a su disminuido marido hasta que sufre un colapso. (¿Podría esto retitularse Yoni tomó su fusil?). Al final se confirma algo sugerido durante la inicial secuencia de créditos, y el monótono drama concluye reafirmando su postura antimilitarista.

Mucho más convencional resultó la coproducción germano-austriaca Der Räuber (El asaltante), basada en el caso real de Johann Rettenberger, ganador de maratones que en sus ratos libres se dedicaba a asaltar bancos, aprovechando su velocidad para huir de la escena. Su devota novia es incapaz de hacerlo renunciar a su compulsión por los asaltos. Si la película se apega a la historia verdadera, se concluye que la policía austriaca es tan ineficaz como otras que conocemos; una y otra vez, el insípido personaje consigue huir de la ley con facilidad inverosímil.

Cineastas de la talla de Bresson, Fuller, Melville y Michael Mann, entre varios otros, han abordado el crimen como dilema existencial; el novato Benjamin Heisenberg aún no pertenece a esas ligas. No ayuda la nula presencia del actor Andreas Lust quien, eso sí, demuestra condición física para correr, correr y correr de manera convincente.

Una noruega, la tercera de la jornada

La tercera del día, la noruega En ganske snille mann (Un hombre algo tierno), confirma que el director Hans Petter Moland sabe su oficio, aunque ha perdido algo de la fuerza mostrada en su estupendo western nórdico Cero grados Kelvin (1995). Tras purgar una condena de 12 años, un reo sale de prisión a ser recibido por el gángster que lo apadrina. Sin embargo, la película no es un thriller de serie negra, según parece en su inicio, sino una excéntrica comedia sobre un hombre cuya anunciada ternura le impide emprender la venganza contra su delator, prefiriendo atender asuntos personales como enamorar a dos mujeres y recuperar la relación con su hijo único, a punto de ser papá.

Gran parte de la efectividad de la película radica en la lacónica interpretación del conocido sueco Stellan Skarsgard, pues mucho del humor depende de la calma con la que reacciona a las situaciones más improcedentes. A pesar de cierto amodorramiento del segundo acto, En ganske snille mann se recupera en su parte final, al grado de volverse la película más aplaudida en las funciones de prensa, hasta ahora.

Si bien ha dejado de nevar en Berlín, las calles con nieve acumulada se han vuelto una trampa para turistas caídos. Para evitar posibles demandas, el municipio se ha esmerado en limpiar todas las aceras aledañas a la plaza Marlene Dietrich, el centro del festival… menos la del tramo donde se toman los transportes a los diferentes hoteles. Tal vez la lógica germana supone que si alguien se accidenta allí, pues tendrá una camioneta a la mano para llevarlo al hospital más cercano.