Opinión
Ver día anteriorSábado 20 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y Sociedad

Niños y genios

L

a mayoría de nuestros niños son pobres y la mayoría de los pobres en México son menores de edad. Esto nos define como sociedad violenta, inculta y sin visión; incapaz de ofrecer a niños y jóvenes más que comida, televisión, juguetes, educación y cultura chatarras. Es decir, una vida chatarra para generaciones en formación.

Racionalmente estamos de acuerdo en que, más que el petróleo, la infancia es el recurso natural número uno, el capital humano más valioso, pero en los hechos el abandono se impone a la razón.

Por eso es difícil asimilar la coexistencia del merecido Príncipe de Asturias para la Universidad Nacional Autónoma de México, con nuestro primer lugar en sobrepeso infantil y el último lugar de la OCDE en calidad de vida para la infancia, o con guarderías que devuelven niños calcinados.

Decir que los científicos se hacen en el jardín de niños y se gradúan en la universidad es una manera rápida, pero precisa, de decir que ambos niveles son igual de importantes para el desarrollo de la ciencia. Porque si durante la niñez no se reciben experiencias fundamentales, es difícil compensarlas en la educación superior.

Por algo es que la educación prescolar se cursa específicamente en edad de 3 a 6 años, y no es posible sustituirla con exámenes extraordinarios ni en cursos para adultos.

Parece un chiste, pero no lo es: solamente una vez se tiene la edad óptima para un desarrollo cerebral de calidad. El epistemólogo Jean Piaget, tras décadas de estudiar cómo conocen los niños, para entender la formación del pensamiento científico, declaró ¡yo quiero ser niño hasta el final!

Y es que el cerebro infantil, si recibe la estimulación adecuada, se desarrolla de un modo exponencial. Por eso, para los países más avanzados la educación prescolar es prioritaria. Tenemos de genios lo que conservamos de niños, decía Baudelaire.

Sería muy conveniente que las universidades realizaran investigación y promoción de la infancia con miras a sus futuros estudiantes. Porque es en la educación básica donde, por así decirlo, se ponen en marcha las facultades creativas del pensamiento científico. Sólo en el ámbito universitario, el estudio de la infancia y de las políticas para su desarrollo podrá generar los programas que hoy, con criterios asistenciales y burocráticos a cargo de instituciones tradicionales, ni siquiera han sido imaginados.

Hay que construir herramientas éticas y conceptuales para corregir la distorsión cultural que hace de la infancia años postergados: Que los niños sean importantes aquí y ahora, para todos.

Con admiración y cariño para el Dr. José Narro Robles