Opinión
Ver día anteriorLunes 22 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Centenaria

El Imparcial*

Del obrero para el obrero

D

entro de pocos días, el Cuadro Dramático de Obreros, fundado con elementos de la clase trabajadora, y que no es sino uno de los muchos pensamientos hechos realidad, que alienta la futura Sociedad Mutualista y Moralizadora de Obreros patrocinada por el señor Gobernador del distrito; dentro de dos días, –repetimos– llevará á escena dos dramas, debidos á las plumas de unos entusiastas luchadores.

A parte de lo hermoso que es ver esos progresos intelectuales en las clases trabajadoras, hay que hacer notar que los productos de la función en que se representen las piezas de referencia, se destinarán a conseguir la realización de otra no menos justiciera y filantrópica idea: esos fondos irán á engrosar los ya donados para el monumento que se erigirá á la memoria del Héroe de Nacozari, del valiente Jesús García.

Dos laudables propósitos entraña, entonces, la próxima representación, dos buenas miras, que, fuera de la significación, que la tienen, poseen una más trascendental que todas.

Si la prensa se corrige con la prensa –tomando, naturalmente, este aforismo desde un punto de vista razonable,– nada más lógico que el obrero se corrija con el obrero mismo. Con frecuencia, en el taller y en la fábrica, el ejemplo se hace palpable: si un compañero es trabajador, los demás procuran igualarlo; si es cumplido, los otros llegan á hacerse cumplidos.

Igual cosa debe suceder en otro orden de cosas. Los obreros anhelan regar en el alma de los suyos el germen de la gratitud y la moralidad, y escoger el teatro, que, según la vieja frase, es la escuela de las costumbres.

Ellos laboran para sus hermanos, y éstos no dejarán de escuchar la prédica que viene de espíritus alimentados por idénticos ideales y sentimientos.

El obrero corregirá al obrero; el obrero enseñará al obrero. Y ambos, el mentor y el discípulo, no pueden llevar una ofrenda más sencilla, á la vez que más elocuente á la Patria que tanto espera de ellos.

*Se publicó de 1882 a 1883 y de 1897 a 1914