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La poeta todavía genera debate a más de 120 años de su muerte

Una novela escrita en primera persona explora los pensamientos lujuriosos de Emily Dickinson
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Emily Dickinson (1830-1886), escritora redescubierta en el libro de Jerome Charyn que comienza a circular en Estados Unidos
 
Periódico La Jornada
Jueves 25 de febrero de 2010, p. 8

Nueva York, 24 de febrero. Una nueva novela explora los pensamientos lujuriosos de Emily Dickinson, una de las mejores poetas de Estados Unidos, quien aún genera debate más de 120 años después de su muerte.

The Secret Life of Emily Dickinson llegó a las librerías estadunidenses esta semana y propone un nuevo enfoque sobre la vida de la poeta del siglo XIX, comenzando con su estadía real en un seminario femenino de Mount Holyoke, en su pueblo natal, Amherst, Massachusetts.

No es completamente ficción ni biografía. La obra está escrita en primera persona, con el autor asumiendo la voz de Dickinson. Sigue a dos recientes biografías, pero es la primera novela que presenta a la poeta en primera persona.

Otros libros recientes sobre escritores fallecidos han reinterpretado y sexualizado a autores como Emily Brontë y Jane Austen.

Ella está muy presente en la mentalidad actual, dijo el autor del libro, Jerome Charyn, en una entrevista esta semana.

Hemos llegado a descubrir lo moderna que es y repentinamente en el siglo XXI nos parece como si estuviera viva, añadió.

Rebelde en su feminidad

Desde el inicio de la novela Charyn recurre a la secreta vida amorosa de Dickinson, quien fue interpretada en críticas literarias de los años 70 del siglo pasado como alguien que se rebeló en su escritura contra las nociones de la feminidad del siglo XIX que confinaba a las mujeres al hogar y al matrimonio.

Al mismo tiempo que presenta a varios personajes de la vida real, como su cuñada y su padre, el autor desacredita nociones de que Dickinson fuera lesbiana o sexualmente frustrada. En cambio, en el libro ella fantasea con varios hombres ficticios, incluyendo a un carpintero rubio llamado Tom.

Mi propia sensación como un lector del siglo XXI es que ella no era gay, no era una lesbiana, dijo Charyn. Es muy evidente en sus cartas, agregó.

Reseñas muestran que la novela explora nuevas dimensiones de Dickinson, pero que fue difícil asumir su voz.