Opinión
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Rayadas de Parral

L

a reunión tan grata con Raúl y Jesús Vargas, ella misma un regalo, trajo consigo muchos presentes, unos para los sentidos: tamales, rollo de leche, tortillas de harina con piloncillo y otros para el espíritu, como la obra de Nellie Campobello que nos dio Raúl.

De entre los muchos textos que encierra Mis libros, destacamos Las rayadas. Para quienes no son de Chihuahua, les contamos que son originarias de Parral. Se trata de unos panes ovalados hechos con harina, salvado, levadura, piloncillo y anís, que tienen como sencillo adorno una raya blanca hecha de harina y agua, puesta a lo largo, que les da su nombre.

Esas rayadas se vendían cerca de la calle Independencia y en otros lugares de Parral. Para que le rindiera el gasto, doña Obertina Valdez de Vargas las compraba frías al día siguiente. Sabían más ricas, cuantimás si se sopeaban en chocolate o en leche, recuerda Jesús.

Lo que narra Nellie en su breve historia, ya lo habían rescatado Marcela Frías y Jesús Vargas en su libro Cocina regional de Chihuahua, al que nos hemos referido antes, y dice así. En los tiempos en que Francisco Villa era un actor principal en la Revolución Mexicana, ocurrió que un día, viendo un letrero en el que se leía Panadería, preguntó a un grupo que estaba ahí, qué se necesitaba para hacerles pan a sus muchachos.

Entre temerosos y deseosos de ayudar, le respondieron que harina y dulce. Luego vino la angustia porque ellos eran músicos unos, y otros sastres. Se les ocurrió entonces llamar a Chema, él sí panadero, y una vez que tuvieron los ingredientes le ayudaron a elaborar varios costales de los de harina, llenos de rayadas de a medio kilo.

Se las llevaron al general Villa para el visto bueno; él, al olerlas dijo: ¡Qué buenas rayadas!, síganlas haciendo así. Nunca supo el general, remata el que recuerda la escena, que nosotros no éramos panaderos; todos nos sentimos contentos de haberle sido útiles en algo.

Y esta historia tiene hoy más de un sentido. Porque de seguro le habría gustado releerla a Carlos Montemayor, voz clara en tiempos oscuros, que a su vez dio la palabra a tantos que la han tenido negada por siglos. Y porque gracias a él conocimos a Jesús, a Marcela y a Raúl, que hoy son nuestros amigos.

Y porque lo recordaremos siempre en la presentación de Cocina regional de Chihuahua, feliz de estar entre sus paisanos, comiendo carne, quesos y chile pasado con tortillas de harina, y disfrutando sotol de allá. Tuvo así por unas horas a su tierra natal en esta ciudad de México que hoy, junto con Emilio, con Diego, y el resto de su familia y amigos, le dice adiós, entristecida.