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Comenzó a circular un nuevo libro del fallecido escritor y colaborador de La Jornada

Falta comprender que la guerrilla siempre es un fenómeno social, advirtió Montemayor

La violencia de Estado en México documenta errores y fisuras en los servicios de inteligencia

Dejó lista la novela Las mujeres del alba, que se publicará en el segundo semestre del año

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Carlos Montemayor, en imagen de febrero de 2007, durante una entrevista con La JornadaFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Miércoles 3 de marzo de 2010, p. 5

En los análisis políticos de seguridad nacional falta comprender que la guerrilla siempre es un fenómeno social, advierte el ensayista Carlos Montemayor en su libro póstumo, La violencia de Estado en México: antes y después de 1968, que desde ayer está disponible en librerías del Distrito Federal y área metropolitana, y para este fin de semana, a más tardar, estará en toda la República Mexicana.

Montemayor, colaborador de La Jornada fallecido la madrugada de este domingo, dejó lista para su publicación la novela Las mujeres del alba, de acuerdo con un comunicado difundido por la editorial Mondadori, que desmiente las versiones publicadas en otros medios respecto de que ese título estaba incompleto. Las mujeres del alba se publicará en el segundo semestre de este año.

Tiraje de 4 mil ejemplares

El ensayo La violencia de Estado en México, cuyo adelanto presentó La Jornada en exclusiva para sus lectores en la edición del viernes pasado, se lanzó con 4 mil ejemplares, tiene 280 páginas y su precio de lista es de 249 pesos.

En el apartado final, Carlos Montemayor, en su faceta de ensayista e investigador, advierte que la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en enero de 1994, la del Ejército Popular Revolucionario (EPR) en junio de 1996 y los atentados de esta organización armada en oleoductos de Pemex en julio de 2007, demostraron, entre otras cosas, que los servicios de inteligencia del Estado mexicano habían venido arrastrando desde hacía tiempo ciertos errores, ineficiencias y fisuras.

Aspectos, añade, que ya había tratado en sus libros Chiapas, la rebelión indígena en México, Los informes secretos y La guerrilla recurrente, de los cuales se desprende que la caracterización de los movimientos guerrilleros desde la perspectiva oficial forma ya una estrategia de combate y no de un análisis para comprenderlos como procesos sociales.

El resultado de esa postura hace a un lado elementos indispensables para entender políticamente los movimientos armados y plantear su solución de fondo.

Y destaca que, si bien el libro y el análisis se ocupa de los movimientos guerrilleros, también puede hacerse un paralelismo con el comportamiento del Estado mexicano frente al crimen organizado, particularmente el narcotráfico.

Su análisis subraya además que las medidas represivas policiales o militares no siempre han logrado frenar los movimientos populares de inconformidad social, ejemplos de esto fueron la insurgencia de Lucio Cabañas y de Genaro Vázquez Rojas, el movimiento estudiantil de 1968, el surgimiento de la Liga Comunista 23 de Septiembre y de las Fuerzas de Liberación Nacional, base de trabajo que dio origen al EZLN; mientras que el EPR, recuerda, fue en respuesta a la matanza de Aguas Blancas, y deja caer una a una las cuentas de los errores en la estrategia frente a esos movimientos a partir de una falla fundamental: falta en los análisis políticos de Seguridad Nacional comprender que la guerrilla siempre es un fenómeno social. Por su estructura clandestina, por su capacidad de fuego, por su configuración como fuerzas de autodefensa o ejércitos populares, la opinión pública, los discursos oficiales y los análisis de gobierno eliminan sistemáticamente la vinculación de la guerrilla con procesos sociales concretos y la convierten en delincuencia o criminalidad inexplicable.