jornada
letraese

Número 164
Jueves 4 de marzo
de 2010



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate




Cinco maneras de formar
una familia homoparental

El principal debate alrededor de los matrimonios del mismo sexo es la adopción. Los sectores conservadores insisten en que, para proteger el bienestar infantil, debe prohibirse que gays y lesbianas cuiden a menores de edad. Sin embargo, adoptar no es la única opción a la que recurren estas parejas, deseosas de ejercer la parentalidad.

Óscar Salvador

Los caminos?para que las personas de la diversidad sexual accedan a la maternidad/paternidad son diversos, al igual que en la población heterosexual. Los científicos sociales aseguran que cada persona, cada pareja, decidirá si crea su parentesco con base en los vínculos genéticos o en la elección.

Anne Cadoret, antropóloga francesa, dice que las familias homoparentales, es decir, las parejas del mismo sexo con sus hijas o hijos, también se originan en formas como el acogimiento; el nacimiento de un bebé mediante reproducción asistida; con un compañero del mismo sexo después de una unión heterosexual, o la coparentalidad: cuando lesbianas y gays, viviendo solos o en pareja, acuerdan engendrar un niño y compartir la crianza.

En busca del esperma idóneo
Ivonne quería engendrar a una niña para que ella y Ángela, su pareja, la criaran juntas. Adoptar era una posibilidad, pero Ivonne la descartó porque anhelaba sentir los cambios físicos del embarazo. La otra opción era tener relaciones sexuales con un hombre, pero ambas descartaron esta idea, sobre todo Ángela, quien pensaba en los problemas a futuro, como que él peleara la paternidad. Además, no era probable que con un solo coito Ivonne quedara embarazada. También estaba el dilema de decirle o no a ese hombre el objetivo de la relación sexual. Finalmente, no tenían un amigo a quien pedirle que les ayudara en este proyecto.

Ivonne comenta al respecto: “La hija tenía que ser nuestra. No podía haber ningún hombre: hay un espermatozoide, pero eso no es un hombre. Habría sido de mal gusto, y un rollo vulgar en la novela de mi vida acostarme con alguien para tener una hija”.

La reproducción asistida (inseminación artificial con donante) fue la elección final y cuatro fueron los intentos frustrados de embarazo. El costo: 30 mil pesos cada uno. El dinero lo obtuvieron de un premio que Ivonne ganó en un concurso para escritores. Después de esos fracasos, se dieron cuenta que quien llevaba el proceso de inseminación era una charlatana. Ivonne recuerda que la “especialista” le recomendaba calentar con los pechos el tubo de ensayo que contenía el semen, pues así éste “se activaría”.

Ya con un médico más confiable, Ángela e Ivonne vigilaron que el esperma no tuviera infecciones o defectos genéticos. “Incluso para mí era muy importante el color de la piel, de los ojos, porque yo de veras esperaba que la o el bebé se pareciera a Ángela”, asegura Ivonne.

El Centro de Fertilidad Humana en México informó que en 2009, de 20 a 30 por ciento de las mujeres solteras solicitantes de inseminación artificial eran lesbianas. Alfredo Góngora, director de esta institución expone: “Sabemos que muchas mujeres que se someten a inseminación dicen que son solteras, cuando en realidad tienen una pareja femenina. Esto porque en nuestro país no existe regulación alguna respecto a los tratamientos de inseminación asistida en el caso de mujeres lesbianas”. Además, acota, cuando una mujer lesbiana se convierte en madre por inseminación, es reconocida por el sistema legal con todos los derechos (como madre soltera), pero su pareja no tendrá ningún derecho formal con respecto al hijo.

El Código Penal del DF y la Ley General de Salud especifican que sólo las mujeres casadas, con la anuencia de su esposo, así como las solteras mayores de edad y que se encuentren bien de sus facultades mentales, podrán acceder a la reproducción asistida. La maternidad biológica lésbica no está contemplada, aunque legalmente no hay recursos que la impidan.

En busca de un útero
Hasta ahora, la reproducción humana no puede prescindir de los cuerpos de las mujeres. Por eso, es común encontrar blogs en Internet donde jóvenes de escasos recursos ofrecen sus vientres para que las parejas gays puedan tener descendencia.

Lo que priva en la subrogación de vientres es la clandestinidad. En 29 estados de la República esta práctica no está legislada; en San Luis Potosí y Aguascalientes se prohíbe, y Tabasco es el único que la permite y la regula.

Mario y Antonio contrataron a una mujer para que les engendrara un hijo. Ambos la inseminaron y “por fortuna, pegó a la primera”, recuerda Antonio. A la pareja no le importa quién de los dos es el padre biológico de Ximena, aunque es evidente el parecido entre ésta y Mario.

Yo sólo sabía que quería ser papá de alguien que tuviera mis genes. Por suerte, unos amigos nos recomendaron a una mujer quien ya había rentado su útero a otra pareja gay; le pagamos cerca de cien mil pesos para que diera a luz a la hija que anhelábamos”, dijo Mario a Letra S.

Estaban emocionados. Permanecían atentos a todas las necesidades físicas y económicas de la poseedora del vientre subrogado. Pero a los seis meses de gestación, ella decidió que no quería entregar a la niña. “Cuando nos dio la noticia, sentimos que el cielo se nos caía encima”, relató Antonio.

Ximena nació y el médico que llevó a cabo la reproducción asistida y del parto hizo los trámites necesarios para otorgarle todos los derechos de paternidad a Mario. Desde entonces, la pareja no sabe nada de la mujer.

El 4 de noviembre de 2009, Alberto Kably, presidente de la Federación Mexicana de Ginecología y Obstetricia, exigió al poder legislativo que se regule la reproducción asistida, en especial la maternidad subrogada, pues en México, dice, es sumamente difícil hacer que la mujer quien rentó su útero para el embarazo, cumpla con su parte del trato.

En México, la ley de filiación establece que el bebé es de quien lo pare, no obstante “hay que recordar que las leyes se hicieron antes de que se descubriera, por ejemplo, el ADN y la reproducción asistida. Por lo mismo, si la mujer contratada no quiere entregar al bebé, no hay forma de que se le quite, a menos que se entable un juicio muy largo donde pueden salir perjudicados los médicos, los padres y hasta la madre sustituta”, aseveró Kably.

Dos papás y una mamá: la compleja coparentalidad
Alfonso y Alexandre le pidieron a Úrsula que fuera la madre de su hijo. Ella, al principio, pensó que no hablaban en serio, hasta que, después de mantener relaciones sexuales con ambos, se embarazó.

Durante la gestación, Alexandre estudiaba química en Holanda y tenía planeado quedarse a vivir allá, pero cuando Úrsula y Alfonso le mandaron las fotos de Renata, decidió regresar a México, pues el parecido entre él y la bebé “era innegable”. Renata fue registrada con los apellidos de Úrsula y Alfonso. El segundo nombre de la niña, Taketa, es el apellido paterno de Alexandre. Esta familia de cuatro convive desde hace cuatro años.

La antropóloga mexicana María de los Ángeles Haces argumenta que “observar este tipo de acuerdos en México es complicado, en gran medida por la formación genérica de las mujeres, donde la maternidad es una parte central de la misma, por lo que no es sencillo pensar en compartir un hijo”. Si bien esto sucede en los casos de divorcio o de la formación de familias nuevas, “durante el embarazo la idea fuertemente arraigada es que el hijo crecerá en el seno de la familia, no en dos familias”, indica la especialista.

“Te elijo como la madre de mi hija”
Norma y Ema vivieron relaciones heterosexuales y engendraron a Andrea y Gala, respectivamente. El progenitor de Andrea, desde el principio, rehusó ejercer la paternidad. El de Gala, se fue a Estados Unidos para obtener mejores ingresos. Aunque en principio pensaban formar una familia nuclear heterosexual, las circunstancias llevaron a Ema y Norma a convertirse en madres lesbianas, pues se enamoraron de Janice y Anel, respectivamente.

Cuando Ema se enteró que estaba embarazada, se lo comunicó a Janice. Tomaban café y Ema sacó un fólder de su mochila y dijo: “tengo tres meses de embarazo; acabo de recoger el ultrasonido”, narró Janice a Letra S:
“¡Híjole! Cuando me dijo eso me dio, como dice la Biblia, ‘un vuelco en el corazón’. Y sentí a la niña brincar de gozo dentro de mí; me sentí la mujer más feliz porque se había concretado, de alguna manera, el deseo de tener mi propia familia”.
Un día, en un restaurante, las madres de Gala platicaban: “¿Te gustaría que te dijera mamá?”, preguntó Ema, ante lo que Janice reconoció que “si Gala con el tiempo logra decirme ‘mamá’ voy a ser la más feliz”. Desde entonces, Gala reconoce a las dos como sus madres.

Norma, desde el principio, le contó a Anel que era madre de Andrea, sin embargo, no se la presentó inmediatamente. Cuando la convivencia fue más frecuente, Anel se quedaba los fines de semana en el departamento de Norma y su hija, hasta que finalmente decidieron vivir juntas.
Por su parte, Ema y Janice fundaron, en mayo de 2008, el Círculo de Familias Diversas para compartir con otras familias homoparentales sus preocupaciones sobre la crianza y la posible discriminación a la que se enfrentarán sus hijos e hijas.

Le impiden adoptar por “metrosexual”
“No puede adoptar al niño porque usted tiene tendencias metrosexuales y no posee tiempo para cuidarlo”, le dijo un juez a Gonzalo, pareja de Adrián, quienes juntos crían a Gerardo desde que nació.

Gonzalo y Adrián viven juntos desde hace 20 años. Cecilia es sobrina de Adrián y a los quince años de edad procreó a Gerardo. Adrián y su pareja se hicieron cargo de ambos, además de Sonia y Enrique, engendrados también por Cecilia.

La joven tiene tres posiciones respecto a Gerardo: progenitora en términos biológicos, madre en lo jurídico y hermana en lo simbólico.

Esto molesta en ocasiones a Gerardo, dicen sus papás. Por ejemplo, el verano de 2008 el niño quería ir a Canadá para tomar un curso de inglés, pero le pedían autorización de sus padres o tutores. Cecilia no quiso firmar; Gonzalo y Adrián no contaban con ningún papel que los reconociera como tutores de su hijo.

Ante ésta y otras situaciones, Gonzalo decidió iniciar el proceso de adopción de Gerardo. Aprobó los exámenes socioeconómicos y sicométricos, pero al final se le negó la adopción.

“En el sistema jurídico del DF no se puede negar la adopción con base en la apariencia, y mucho menos con un término tan ambiguo como el de metrosexual”, explicó a Letra S la maestra Rosa María Álvarez González, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

La académica expuso que, en realidad, se trata de un caso de discriminación. “El objetivo de la adopción es ubicar a un menor de edad en un hogar para que lo cuiden, y la apariencia de su adoptante no tiene nada que ver. Negar la adopción (con base en eso) es una suposición no fundamentada en el derecho”.

Gonzalo y Adrián cuidan a Gerardo desde que nació. En este sentido, la especialista en derecho de familia aseguró que la adopción del niño debió haber sido más sencilla. “El Código Civil del DF, en materia de adopción, da preferencia a aquellas personas que ya han atendido al niño sobre quienes no lo han hecho”.

Leticia Bonifaz, consejera jurídica y de servicios legales del DF, ha comentado en varias ocasiones que al adoptante no se le pregunta su orientación sexual. “No podemos colocar en ninguna desventaja o segregación a ningún capitalino por su raza, su color, su preferencia política y sexual”.

“Ahora que ya nos podemos casar, tal vez en un futuro sí podamos adoptar a Gerardo”, deseó Adrián.

* Texto realizado con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología CONACYT, proyecto CB-2006-1-56385 “Parentesco, cuerpo y reproducción. Representaciones y contenidos culturales en el contexto mexicano contemporáneo”, responsable: Dra. María Eugenia Olavarría.

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