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Carlos Montemayor: vocero de la paz con justicia
L

a solicitud para integrar la Comed (Comisión de Mediación) por parte del Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) el 24 abril de 2008 para dialogar con el gobierno federal sobre la presentación con vida de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, militantes de esa organización, llevó a sus miembros a un trato frecuente y al desarrollo de una amistad con Carlos Montemayor, por lo que su muerte prematura el 28 de febrero es una experiencia especialmente dolorosa para todos nosotros.

La camaradería que se forja en una tarea como la lucha por la justicia desde la sociedad civil y contra la de-saparición forzada en un país en el que no existe un solo consignado por este crimen de lesa humanidad, cohesionó a la Comed más allá de las naturales diferencias políticas o de personalidad que suelen existir en cualquier grupo.

Frente a la irremediable desaparición física, se reflexiona sobre la singularidad de su persona: pocas veces en la vida se conocen seres humanos que reúnan tantas cualidades y sapiencias: talentoso, brillante, polifacético, con un agudo y fino sentido del humor, del uso de la ironía, del equilibrio en su relación con las personas; se ganaba inmediatamente el cariño y el respeto de quienes lo rodeaban por la armonía de su carácter, su compromiso político sin estridencia ni protagonismo, su discernimiento de temas diversos, que hacía notar sin pedantería, de manera natural.

Por consenso, una vez constituida, Carlos fue nombrado vocero de la comisión. Quién mejor que él para representar sus propósitos de paz y mediación con los funcionarios del gobierno federal, los familiares de los desaparecidos y ante los medios de comunicación, con su conocimiento profundo de las causas sociales que han motivado la existencia de los grupos armados revolucionarios; con su comprensión del significado histórico y el dolor humano de lo que han sido décadas de represiones y guerra sucia de un Estado cada vez más autoritario y antidemocrático, con su visión histórica de las negociaciones traicionadas desde el poder y con la violencia genocida. La verdad es que sentíamos orgullo de su gestión, por su sentido de la ubicuidad política, su palabra precisa, su manejo magistral de los datos y los tiempos, su respeto por transmitir fielmente los acuerdos del colectivo, su firme diplomacia que no cambiaba la razón y la dirección del mensaje.

Insatisfecho, como todos nosotros, por el trato de los medios mexicanos al caso de los desaparecidos del EPR, reiterando que la única vía de comunicación con este grupo eran ellos, y constatando la inutilidad de muchas conferencias de prensa, publicó extensos escritos y brindó numerosas entrevistas en radio y televisión, dando a conocer los documentos de la Comed.

Al poco de integrarnos a la comisión y en las primeras escaramuzas con el gobierno federal, se dio una discusión interna que causó las tensiones normales entre quienes pretenden de-sempeñar su trabajo de la mejor manera, pero con diferencias. En el momento de mayor acaloramiento en el debate, Carlos se levantó súbitamente de su asiento, pidió la palabra y, ante el asombro de todos, entonó un aria con su voz de tenor que terminó en aplausos y disipó toda desavenencia. Varias veces en los aventones que le dábamos a la salida de las sesiones tuvimos el privilegio de que interpretara fragmentos de canciones de todos los géneros musicales. En una de esas ocasiones, Carlos escuchó con atención en un cidí una vieja grabación de la cantante alemana Ute Lemper interpretando La ópera de los tres centavos, de Bertolt Brecht, con música de Kurt Weill, misma que le obsequié. La última vez que hablé con él, me aseguró que estaba montando algunas melodías de esa ópera. Así era Carlos: un hombre que vivía los momentos con plenitud, un ser rico en planes y con una presencia notable en las más diversas facetas artísticas, académicas, culturales y políticas.

La última actividad propiamente política que llevó a cabo estuvo relacionada con la Comed. El 21 de abril de 2009, a un año de su formación, Carlos y todos los miembros estuvimos de acuerdo en poner fin a los trabajos de mediación, en virtud de que el gobierno federal sólo había tenido voluntad declarativa para enfrentar la desaparición de los militantes del PDPR-EPR. Ante la solicitud de las partes para regresar a sus tareas, los integrantes de la Comed emitimos un comunicado el 13 de julio de 2009 en el que señalamos no ser insensibles a las peticiones de las mismas ni mucho menos a las de los familiares de las víctimas directas del ilícito. Aclaramos que seguiríamos atentos a la situación que dio motivo a la comisión, pero sin generar falsas expectativas ni avalar actitudes displicentes, por decir lo menos, de quienes tienen el deber de respetar los derechos humanos en nuestro país. En este comunicado resaltamos la manifiesta carencia de voluntad política del gobierno mexicano para aceptar su responsabilidad, particularmente de sus fuerzas armadas, en la comisión de crímenes de lesa humanidad en el pasado de la guerra sucia de los años 60 y en el presente en el que el Ejército y otros cuerpos policiacos continúan la práctica de las desapariciones forzadas.

Finalmente, en las reuniones del 6 y el 11 de enero de 2010 y considerando la reciente condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos al Estado mexicano, las difíciles condiciones del país y analizando la solicitud de los familiares y del propio EPR, decidimos reconstituir la Comed en una nueva etapa, ampliándola con los integrantes de Serapaz que venían generosamente acompañando este esfuerzo. Decidimos también ratificar a Carlos Montemayor como su vocero. Él, quien fue la voz de los sin voz; él, quien fue poeta de la dignidad y la congruencia.