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Ver día anteriorSábado 6 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los tontos son otros
L

a democracia es tonta por no aprovechar talentos políticos, dice el titular de la Secretaría de Educación, Alonso Lujambio. A reserva de reflexionar más y en otra ocasión sobre los talentos políticos desperdiciados, ¡vaya manera de apoyar al presidente Calderón en su iniciativa de reforma política!

Pero si se trata de apoyos, el tema crucial del momento ha sido el acuerdo escrito –para evitar una coalición opositora en el estado de México– entre los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) y los gobiernos federal y estatal representados por sus respectivos secretarios de Gobernación. No deja de ser paradójico que quienes llamaron contranatura a las alianzas electorales entre el Diálogo para la Reconstrucción de México (Dia) y el PAN, anunciadas y formadas a la luz pública con propósitos explícitos y conducentes a la alternancia democrática, se vean envueltos ellos sí en acuerdos en lo oscurito que con mayor propiedad podrían ser llamados antinatura. Este acuerdo implica el intercambio de apoyos legislativos del PRI a iniciativas presidenciales a cambio de la inactividad partidista del PAN para evitar poner en peligro la hegemonía tricolor en el estado de México.

Llaman la atención tres hechos. Uno: el ejercicio del chantaje político como forma de acceder al poder que ha exhibido la cúpula priísta. Dos: el cortoplacismo en el que se ha colocado el gobierno federal, al acceder con total inocencia a un acuerdo que de haberse llevado a cabo implicaba resolver un problema presupuestal a cambio de prácticamente entregar el poder en un estado crucial para el futuro del país. Y tercero: el enorme desprecio a los intereses de la ciudadanía mostrado por un sector importante de la clase política. Miren que intercambiar cacicazgo político a cambio de aumentar los impuestos. ¡Qué vergüenza!

Por otra parte las iniciativas de reforma política presentadas por el PRI y el Partido de la Revolución Democrática en respuesta al enviado por el presidente Calderón expresan las distintas dinámicas excluyentes que han llevado hasta el momento a la parálisis política. El mensaje central de las fuerzas políticas es que las grandes reformas –en función de las distintas visiones que las animan– aguardan una mayoría monocolor.

Estos acontecimientos me recuerdan las novelas de Leonardo Sciascia, el biógrafo no sólo del poder mafioso italiano, sino del poder tout court. De su obra resalta El caso Aldo Moro, un análisis a partir de fuentes documentales de la dinámica que llevó al principal político italiano de los años 70 del siglo pasado, Moro, de la convocatoria a un compromiso histórico entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, a su secuestro por parte de un grupo terrorista, a la actitud indolente y finalmente cómplice de la cúpula democristiana.

Todo Modo, novela clave de este autor siciliano, se desarrolla en un monasterio convertido en hotel administrado por el padre Gaetano, quien dirige una serie de retiros espirituales a los que asiste un buen número de políticos, empresarios, comunicólogos y administradores públicos. La clave de la novela está en el comienzo, cuando el pintor agnóstico cronista de esta novela compara el universo kantiano, una cadena de causalidades suspendidas de un acto de libertad, con el universo pirandelliano, una diuturna esclavitud en un mundo sin música, suspendido de una infinita posibilidad: la intacta y apacible música del hombre solo. La trama transcurre en medio de tres asesinatos. Pero la discusión más profunda, después de un diálogo entre el comisario que investiga los crímenes y el pintor, es resultado de su propio soliloquio: eran muchas las cosas que había perdido de vista, los cambios de los que no me había dado cuenta. Y no sólo yo: toda la gente que encontraba cada día se hallaba en idéntica condición: ministros, diputados, profesores, artistas, financieros, industriales: lo que suele llamarse la clase dirigente. ¿Y qué dirigía en realidad? Una telaraña en el vacío, la propia y frágil telaraña, aunque sus hilos fueran de oro.