Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de marzo de 2010 Num: 783

Portada

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Las ciudades de Carlos Montemayor
MARCO ANTONIO CAMPOS

Montemayor: regreso a las semillas
RICARDO YÁÑEZ Entrevista con DANIEL SADA

La autoridad moral de Carlos Montemayor
AUGUSTO ISLA

Carlos Montemayor: ciudadano de la República de las Letras
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Recuerdo de Carlos Montemayor
LUIS CHUMACERO

In memoriam
Carlos Montemayor
MARÍA ROSA PALAZÓN

Ser el otro: Montemayor y la literatura indígena
ADRIANA DEL MORAL

Quiero saber
CARLOS MONTEMAYOR

Parral
CARLOS MONTEMAYOR

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

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FELIPE GARRIDO

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ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

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JORGE MOCH


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Ser el otro: Montemayor y la literatura indígena


Foto: Luis Humberto González/
archivo La Jornada

Adriana del Moral

Carlos Montemayor fue narrador, poeta, traductor, ensayista y novelista. Nació en Parral, en el estado de Chihuahua, al norte de la República Mexicana, el 13 de junio de 1947 y fue parte de una generación de artistas nacidos en aquel estado, como Ignacio Solares, Víctor Hugo Rascón Banda y José Vicente Anaya, los así llamados “bárbaros del norte”, que llegaron a Ciudad de México para cambiar el panorama de la literatura.

Entre otros reconocimientos, obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Literatura en 2009 y el Premio Xavier Villaurrutia en 1971. Fue miembro de la Academia Mexicana de las Lengua, de la Real Academia Española y de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas. Durante toda su vida se caracterizó por ser un luchador social y por apoyar a los mexicanos marginados. Dedicó gran parte de su tiempo a investigar y recopilar literatura en lenguas indígenas. Apoyó el resurgimiento de esta escritura y la consideró como “uno de los hechos culturales de mayor relevancia en el México de finales del siglo XX y principios del XXI ”.

CADA IDIOMA ES UNA FORMA DE VER EL MUNDO

Para Carlos Montemayor el proceso de resurgimiento de la literatura indígena inició desde 1940 con el llamado Proyecto Tarasco. En la década de los años setenta se empezaron a dar las bases para la enseñanza rural y para un movimiento literario que surgiría en la década de los ochenta y se consolidaría en los años noventa. Por lo tanto, la renovación de la literatura indígena forma parte de procesos políticos, pedagógicos y sociales, y constituye un pilar de referencia cultural.

El autor de obras como Chiapas, la rebelión indígena de México solía decir que “el náhuatl es un sistema lingüístico tan completo como el alemán; el maya es un sistema tan completo como el francés; el zapoteco lo es como el italiano, el purépecha como el griego o el español, y el inglés, como el ñahñu y el mazateco”.

Para él, la literatura escrita en estos idiomas rescata tradiciones orales como un mecanismo de resistencia cultural, un “arte de la lengua” que “en las culturas indígenas tiene funciones precisas, particularmente la de conservar conocimientos ancestrales a través de cantos, rezos, conjuros, discursos o relatos”.

Dedicó varios libros al tema, como Arte y composición en los rezos sacerdotales mayas, El cuento indígena de tradición oral. Notas sobre sus fuentes y clasificaciones, Arte y trama en el cuento indígena y Arte y plegaria de las lenguas indígenas de México. Además, realizó uno de los compendios más completos que existe sobre una de las culturas originarias de su natal Chihuahua: Los tarahumaras: pueblo de estrellas y barrancas.

PALABRAS DE LOS SERES VERDADEROS

Carlos Montemayor conoció a Donald Frischmann mientras realizaban investigaciones etnográficas en las faldas del Popocatépetl. Su interés común en la literatura indígena los llevó a planear la publicación de poemas escritos en lenguas indígenas, traducidos al español e inglés, en una revista cultural mexicana que nunca llegó a editarse. Así iniciaron un recorrido por la geografía de la literatura indígena de la República Mexicana, en el que recopilaron piezas de narrativa, poesía y dramaturgia que revelan la cosmovisión de los pueblos indios. Sus seis años de trabajo concluyeron en la antología de tres tomos Words of the true peoples/Palabras de los seres verdaderos, por la Universidad de Texas.

Esta obra fue la primera antología internacional multilingüe de las letras indígenas mexicanas publicada en dos de los idiomas principales en occidente: inglés y español. Como dijo el poeta Natalio Hernández, en la presentación de la antología, en un discurso en náhuatl que Montemayor leyó en español:

Como piedras preciosas en nuestro corazón, las lenguas indígenas han permanecido guardadas desde hace cinco siglos […]. Hace tiempo las lenguas estuvieron condenadas a desaparecer y si no lo hicieron fue por nuestros padres. Hoy en día nos regocijamos, nuestras lenguas empiezan a ser reconocidas […] han comenzado a romper el silencio en el que habían permanecido.

Para elegir a los autores antologados, los investigadores siguieron un criterio de excelencia literaria y trataron de abarcar un rango amplio de territorio geográfico y regional. En total, muestran la obra de treinta y tres escritores contemporáneos que escriben en trece lenguas distintas.

COMPROMISO CON LOS OTROS

El primer tomo de la antología reúne diferentes piezas de narrativa y ensayo en nueve lenguas indígenas. Los textos reflejan que no hubo una conquista espiritual completa, ya que muchas veces aparecen deidades originales de los pueblos indígenas. Además, se aprecia una marcada inclinación por recuperar históricamente las luchas políticas. En varios textos los niños son los narradores o sostienen diálogos con sus abuelos, de quienes reciben una continuidad educativa.

Las notas biográficas y críticas de la edición se incluyen con la finalidad de explicar las referencias culturales y religiosas. En palabras de Montemayor, este fue un trabajo semejante al que se haría al antologar la obra de Homero o Virgilio.

El segundo volumen reúne obra de doce poetas en ocho lenguas. Entre ellos están los zapotecos Víctor de la Cruz, Víctor Tarán, Natalia Toledo y Mario Molina Cruz; los mazatecos Juan Gregorio Regín y Heriberto Prado Pereda. En lengua náhuatl están los trabajos de Natalio Hernández, radicado en Ciudad de México desde hace muchos años, así como de Serafín Cairogiadi Bermúdez, y de la zona de Yucatán Virginia Cuevas Kop y Gerardo Ka´ampat. También aparecen Alberto Gómez Pérez, tzotzil de Chiapas, y Juan Tiburcio, totonaco de Chumatlán, Veracruz, quien además es artista plástico y escribe una poesía donde denuncia la injusticia social en contra de su pueblo y reconoce a los luchadores sociales de su región.

En el tomo dedicado a la dramaturgia aparecen seis obras teatrales, en su mayoría del área maya: una de una mujer tzotzil, Petrona de la Cruz; otra de una dramaturga tzetzal, Isabel Juárez Espinosa; dos de los mayas yucatecos Feliciano Sánchez Chan y Carlos Armando Tzun Ek; otra en lengua tzotzil de un colectivo de escritores tzotziles y tzetzales que se llama Sna Jtz'ibajom (La casa del escritor) y un texto del profesor Ildefonso Maya.

Estos textos abordan temas históricos y vivencias dentro de la sociedad actual, como conflictos culturales entre lo indígena y lo occidental en México; y los problemas dentro de las familias donde las diferentes generaciones son portadoras de una cultura cada vez más alejada de sus raíces.

En la mayoría de los casos, Montemayor y Frischmann recibieron las traducciones de los textos a l español hechas por los propios escritores. Carlos Montemayor se encargó de hacer algunos ajustes y correcciones, ya que, sobre todo en el caso de la poesía, al traducirse a sí mismos, los autores simplificaban algunos conceptos. Además, el chihuahuense elaboró notas a pie de página para explicar y contextualizar las ideas de este tipo. Su traducción funcionó como base para que Frischmann hiciera la versión en inglés.

En conjunto, la obra de Carlos Montemayor relacionada con las lenguas indígenas es un reconocimiento al valor del otro, a las culturas ancestrales que muchas veces son marginadas en nuestra sociedad, o reconocidas solamente como pasado glorioso, pero no como presente.

Su trabajo demostró un profundo respeto y compromiso con el saber de estos pueblos y también fue un resarcimiento de la profunda deuda que la cultura mexicana tiene con el mundo indígena. Gracias a la labor de este “hombre verdadero” –como se autodenominan varios pueblos indígenas, sobre todo del sureste del país–, hoy tenemos más a la mano la posibilidad de conocer y apreciar la literatura creada en otras lenguas de nuestro país, y permitir que la llama de esas culturas viva en nosotros.