Opinión
Ver día anteriorMiércoles 10 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Qué familia festejamos?
L

uego de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, gobierno, asociaciones civiles, empresas, iglesias y medios de comunicación celebran a la familia en años recientes. Se organizan campañas mediáticas, actividades y convivencias para fortalecer a la familia como base de la sociedad, según dijo a este diario Salvador Villalobos, presidente ejecutivo del Consejo de Comunicación. ¿Pero, qué tipo de familia festejamos, que se relega a un segundo plano una fecha fundamental como el 8 de marzo?

En nuestro país el concepto familia es patriarcal y se remonta a la época prehispánica. Narra el historiador francés Jacques Soustelle que el sistema matrimonial, primer paso social para formar una familia, era una especie de transacción entre la monogamia y la poligamia, ya que si bien sólo había una esposa legítima, se acostumbraban las concubinas y se ponía gran amor e interés en cuidar a los hijos, producto de la unión entre un hombre y una mujer, mediante un ceremonial que legitimaba una estructura y un ambiente bajo la jerarquía del jefe de familia, en la que el padre organizaba los casamientos y la vida de sus mujeres y los hijos, suyos o adoptados. Estas familias como las de otras civilizaciones eran numerosas, agrarias y multinacionales, sus miembros se sometían a severas reglas para mantener una convivencia que sostenía la cohesión social, convirtiéndose en un ideal, como señala Francis Merril, sociólogo estadunidense, quien advierte que apartarse de dicho sistema, se consideraba un grave problema social, por lo que el Estado se convierte en su regulador y la define como la base de la sociedad.

Fue en la Revolución cuando se iniciaron las primeras modificaciones al Código Civil para regular los matrimonios y se dejó atrás el control que tenía la Iglesia en la Colonia sobre el acto que ofrece estatus jurídico y patrimonial a las parejas que lo llevan a cabo. Luis Cabrera, abogado y periodista, cuenta que las leyes revolucionarias encontraron que la mayoría de los mexicanos eran campesinos y trabajadores desheredados, por lo que se propusieron redimir a la mujer-esclava y dar protección a los hijos naturales que eran más que los hijos legítimos.

La reorganización familiar comenzó con reformas a las instituciones sociales, el presidente Venustiano Carranza señaló su objetivo: el matrimonio debe reglamentarse en forma que asegure los intereses de la especie humana, pues la familia es la base de la sociedad.

Las modificaciones al Código Civil de 1928 que establecen la igualdad jurídica entre consortes y reconocen la legitimidad de los hijos fuera del matrimonio, prevalecen hasta ahora, a excepción del Distrito Federal que amplía el concepto al legislar en favor de los derechos de las mujeres, fundamentar las uniones de convivencia y otorga estatus legal a los matrimonios del mismo sexo, acciones que reflejan los cambios de la estructura familiar convencional debido a que las mujeres trabajan, o son jefas de sus hogares, que pueden integrarse con miembros sin lazos consanguíneos y deciden su maternidad.

El sociólogo inglés Robert M. Mac Iver escribió a finales del siglo antepasado que durante su existencia la familia se va integrando por sí misma y por las transiciones más difíciles, lo que implica una continua transformación, tanto de sus intereses como de sus bases emocionales, un constante cambio…

La evolución de la familia nuclear ha sido anunciada por pensadores contemporáneos como Alvin Toffler quien advierte que su fuerza transformadora en los próximos decenios será la nueva tecnología de la generación. Ya que son una posibilidad predeterminar el sexo del hijo o hija, incluso programar su índice de inteligencia y personalidad.

Incluso europeístas como Jacques Attali señalan radicalmente que el hecho de que las mujeres puedan ahora tener hijos por inseminación artificial hará que los hombres se vuelvan dispensables, si éstos no se adaptan a una nueva realidad. Qué razón tenía Octavio Paz cuando escribió en La llama doble que las reglas e instituciones destinadas a domar el sexo son numerosas, cambiantes y contradictorias.