Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de marzo de 2010 Num: 784

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Ojos
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Nota ilegal
ARIS ALEXANDROU

El secreto de su cine
CARLOS ALFIERI entrevista con JUAN JOSÉ CAMPANELLA

Dos poemas
NATALIA LUNA

Mil 200 noodles: la deportación de niños no judíos de Israel
ROLANDO GÓMEZ

Reconstrucción
GASPAR AGUILERA DÍAZ

El Manifiesto comunista y el papel de la izquierda
MACIEK WISNIEWSKI

Al pie de la letra
ERNESTO DE LA PEÑA

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
JAVIER SICILIA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Germaine Gómez Haro

Los códices de Brian Nissen

Brian Nissen ha incursionado desde hace más de dos décadas en la realización de fascinantes y enigmáticas pinturas y dibujos retomando la antigua tradición de los códices precolombinos. Arrobado por la riqueza visual de estos “libros pintados” que fusionan con sutil elegancia la escritura y el dibujo, Nissen despliega su admiración por los antiguos tlacuilos en los siete códices que se exhiben en un escenario inmejorable en la galería de la Librería Rosario Castellanos del FCE.

“Los códices que he hecho –escribe Brian Nissen en uno de los ensayos recogidos en su libro Expuesto, publicado el año pasado– se han convertido en un proyecto continuo que me ha servido como una especie de vivero para sembrar esencias de mi trabajo en pintura y escultura.” Estas obras están conformadas por diversas series de dibujos dispuestos en recuadros y doblados como biombos a la manera de los códices tradicionales, y funcionan visualmente a la vez como una narración continua y obras independientes. Seduce a primera vista el virtuosismo del dibujo y la exuberante policromía que varía según la temática de cada códice, de ahí la diversidad de formas y estilos que se entreveran en cada serie.

El códice Pipixqui es el más extenso del conjunto y está integrado por alrededor de setenta dibujos realizados con base en finísimos trazos que evocan las “travesuras íntimas”, los “caminos del corazón”, y los “senderos de excitación” del autor. Siguiendo su consabido gusto por la cachondería y los juegos eróticos –hay que recordar su maravilloso libro Voluptuario – Nissen desmenuza el término Pipixqui –del náhuatl, “calentarse, estar cachondo”– y da rienda suelta a un torbellino de deseos y fantasías en escenas llenas de humor y fina ironía dispuestas a lo largo de los siete temas que hilvanan la pieza: Gastronomía, Afrodisia, Seducción, Caprichos, Coqueterías, Abluciones y Libidinarium.


Códice Pipixqui (fragmento)

Colocado frente a esta pieza desbordante, el códice Aztlán hace eco a la famosa Tira de la peregrinación en la que el pueblo mexica narró el mítico viaje desde su ciudad originaria en el Occidente del país hasta la gran Tenochtitlan. Brian utiliza como metáfora el contenido histórico del códice azteca para crear una pieza diametralmente opuesta a la mencionada anteriormente, es decir, una obra de pequeñas dimensiones, elaborada con trazos esquemáticos que aluden a los glifos prehispánicos y una paleta austera que se limita a los grises, negros y ocres. Si el códice Pipixqui es ejemplo de una exuberancia barroca que derrocha formas y colores, el Aztlán es la contraparte minimalista que evoca la razón y el orden contenido.

El Atlas de la Atlántida es un “libro” que reúne la cartografía personal del pintor, mapas que trazan rutas de ensoñaciones y fantasías en parajes extraídos de su imaginación lúdica, con la cual construye juegos de palabras ingeniosos y divertidos para referirse a lo que él considera “nuestro sueño hecho realidad, nuestra quimera, nuestro fuego fatuo, nuestro canto de las sirenas. Un espejismo mental de nuestra añoranza. Una imagen que revela la capacidad de asombro que perdimos al dejar la niñez”. Un atlas para navegar por los mares de la sinrazón, por las corrientes voluptuosas del deseo y de los placeres sensoriales.

El códice Madero es un homenaje a Macuilxóchitl –deidad prehispánica de los juegos– y a Lewis Carroll, el narrador del universo lúdico por excelencia, ambos maestros del azar y la ambigüedad, uno mexicano y el otro inglés, como metáfora de la hibridación cultural del propio artista. Caparazones reúne las imágenes de las exquisitas esculturas en metal que Brian realizó en los últimos tiempos, tomando como referencia esa sorprendente criatura conocida como límulus o cangrejo herradura. El códice Itzpapalotl, inspira do en el poema “Mariposa de obsidiana”, de Octavio Paz, es el único de este conjunto que ya se había exhibido en México en el marco de su exposición en el Museo Tamayo en 1981, una alegoría gráfica en la que permea la memoria de la mítica diosa de obsidiana. Fragmentos es el códice de más reciente factura, una obra todavía en proceso de evolución que evoca formas orgánicas o morfologías biológicas cuya interpretación queda enteramente a cargo de cada espectador.

Brian Nissen nos ofrece en esta magnífica exposición la posibilidad de divertirnos elaborando juegos visuales a partir de imágenes polivalentes y alegorías estrafalarias y poéticas, como él mismo lo expresa: “Crear códices me causa una sensación de parentesco con los antiguos tlacuilos. Así que me encanta reunirme con ellos en lo que se ha convertido en uno de mis campos de juego preferidos.” Y es precisamente en ese campo de juego donde transita el espectador de sus códices.