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Ver día anteriorJueves 18 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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De crecimientos a crecimientos
E

n un estudio del Banco Mundial presentado a fines de 2006, titulado La trampa de la desigualdad y su vínculo con el bajo crecimiento en México se argumentaba que las estructuras de la desigualdad mexicana se concentraban en sectores empresariales y en sindicatos protegidos. Estas estructuras de la desigualdad son centrales para explicar el decepcionante desempeño de la economía nacional. Son, además, una constante en el funcionamiento económico, político y social de los últimos años del régimen priísta y se han mantenido en los dos gobiernos panistas.

La nueva información publicada por Forbes da cuenta de que una de esas estructuras de la desigualdad no sólo se ha mantenido, sino que ha incrementado su patrimonio sustancialmente. Para Forbes, de 2009 a 2010 los nueve grandes ricos mexicanos incrementaron su patrimonio en 61 por ciento, al pasar de 55.1 a 90.3 miles de millones de dólares. El crecimiento es extraordinario, pero lo es más si se considera que 2009 fue un año en el que la economía se contrajo 6.5 por ciento. Su capacidad para aumentar su fortuna, en condiciones en las que la abrumadora mayoría de la población ha perdido, es insólita.

Aunque la información de Forbes tiene debilidades, es útil para dimensionar la riqueza extrema en México. En esta información hay ricos extremos que han aparecido siempre como Slim, Harp, Salinas Pliego, Azcárraga, Larrea, Bailleres, Arango, R. Hernández, otros que aparecen algunos años y luego desaparecen como Aramburuzabala, Saba, Zambrano, Garza Lagüera, Peralta, González Barrera, Martín Bringas, Claudio X. González u otros más que han aparecido y parece que permanecerán mucho tiempo, como Joaquín El Chapo Guzmán.

Dado que no hay razones para pensar que ricos como María Asunción Aramburuzabala, Claudio X. González, González Barrera y los otros hayan perdido su fortuna, es posible intentar un ejercicio en el que agreguemos su patrimonio al de los ricos extremos que aparecieron en el último reporte de Forbes, para estimar el monto total de riqueza y compararlo con el PIB. En 2007, por ejemplo, tres familias ricas extremas (Aramburuzabala, Saba y Zambrano) que no aparecieron en 2010 tenían una fortuna de 5.5 mil millones de dólares que les permitió aparecer en la lista de Forbes de aquel año.

Si sumamos esta cantidad, más las de los otros desaparecidos de la famosa lista, a la de los ricos extremos que aparecen en 2010 podría llegar fácilmente a 10 mil millones de dólares. Si se compara con el PIB de 2009, que en pesos corrientes fue de aproximadamente 11.8 billones de pesos, tenemos que los ricos extremos mexicanos tienen una riqueza equivalente a 11 por ciento del producto nacional. Pero estos nos son los únicos ricos extremos. Las estructuras de la desigualdad están también en los sindicatos y en el narcotráfico. Es obvio que pese a no aparecer en la lista de Forbes los dirigentes sindicales del SNTE, Pemex, etc. poseen una fortuna muy considerable.

Al considerar la fortuna de estos ricos extremos, junto con la de los grandes empresarios, es posible llegar a la conclusión de que su patrimonio representa por lo menos 15 por ciento del PIB. Esta aguda concentración, sin duda, es la base de la explicación de la mediocridad del crecimiento económico nacional. Es la base, asimismo, del decepcionante funcionamiento de la democracia mexicana. A los ricos extremos mexicanos no les hace falta que el país crezca. Al país, por el contrario, le resulta indispensable que estos ricos dejen de crecer.

No se trata, en el caso de los empresarios, de que sus fuentes de riqueza se agoten, sino de que cedan parte de sus recursos para el beneficio del grueso de la población. Eso se hace con impuestos. En las otras dos estructuras de desigualdad se trata de que el Estado cumpla su función. Para la construcción de un futuro compartido existen los recursos, sólo que los poseen muy pocos. Hace falta que haya instituciones, políticas y personas que estén dispuestas a emprender un camino que han recorrido muchos otros: redistribuir la riqueza a través de un gasto público eficiente. Pero de eso que hace falta no hay en este gobierno.