Opinión
Ver día anteriorDomingo 21 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A Denali Sin Vela
U

ltimamente sueño despierta con un largo viaje por barco que me lleva a las Islas del Sur, que son tan afines a mi sueño que me permiten imaginar que vivo ahí un tiempo extenso en el que leo los libros de una lista que cada nuevo sueño alarga. La conciencia del paso del tiempo desaparece y el tiempo también desaparece y yo leo, acompañada, inmersos, él y yo, en sociedades como de sueño, en efecto, gente sonriente, de movimientos llenos de gracia, ligeros y sobre todo silenciosos, personas que huelen a flores y a tierra mojada, pueblos de lengua y vestimenta y maneras y costumbres muy distintas de las que hemos visto a lo largo de nuestra vida y no desagradables, armoniosas, más bien, con el oleaje permanente pero tranquilo del mar, vegetarianos, de dientes blancos, de piel oscura que untan de aceites. La única tormenta que sufro cae cuando termino la lectura de cada uno de los libros que llevo conmigo, se me apaga la luz, del baúl extraigo otro libro, la tormenta cede.

No estamos cansados nunca, ni él ni yo, salvo al despertar y oír en una reunión el nombre de un joven que murió de hambre en Alaska por no llevar mapa de la zona y desconocer que estaba cerca de la carretera, que si se hubiera preparado para internarse en el desierto no habría muerto, podría haberse guarecido y provisto de lo que necesitara, si hubiera sabido que había refugios y en dónde localizarlos, tampoco se enteró de que sobre el río crecido movidos por poleas colgaban vagones en los que cruzar el río Teklanika.

¿Teklanika? Me llamó la atención el nombre y saber que el aventurero leía a Jack London, a Tolstoi y a H.D. Thoreau, patrono que lo habrá animado a vivir en los bosques en solitario. En la mochila del muerto, encogido dentro de una bolsa para dormir, hecho un ovillo sin peso, dieron con un diario, ciento trece días registrados, con logros como la cacería de un alce y sobresaltos como el consignado en la nota sobre la puerta del autobús abandonado que convirtió en vivienda. Pedía auxilio. No se vayan. Vuelvo en la tarde. Fui a recoger semillas. Muero de hambre. Ayúdenme, en español con el Ay habría bastado, por toda expresión, cargada de significado, como de municiones el rifle del estadunidense.

Al guardabosques entrevistado no le pareció ni extraño el caso ni romántico. Si hubiera conocido la zona, insistió, si hubiera llevado consigo un mapa. En aventones llegó a Fairbanks, Alaska, en 1992, a los veinticuatro años de edad, lleno de la energía que da el deseo de desafío. Puedo más que todo, incluso donó los ahorros que guardaba en el banco a obras de caridad. Era hijo de un científico de la NASA especializado en antenas, y mientras fue preparatoriano destacó por su firmeza y su idealismo y por su gran resistencia física. Tenía talento para infundir ánimo a sus compañeros de universidad, capitaneó equipos deportivos ganadores, jueguen como si lucharan contra el mal, contra el vacío de la sociedad en la que viven, crezcan ante las fuerzas de la naturaleza, amigos, vénzanlas.

Ni el guardabosques habría abrigado ese tipo de espíritu que hace a otros enorgullecerse de lograr sobrevivir con el mínimo de elementos y la más exigua de las preparaciones. Se internó en lugares de acceso difícil, se tendió un destino sin posibilidad de rescate. Por qué, a ver. Estaba muy cerca de la carretera.

Ahora el autobús en el que vivió al final es parada de los paseantes, que rinden homenaje con una flor sobre el parabrisas. Y existe una biografía del desaparecido, de Jon Krakauer, y dos películas, Hacia rutas salvajes, de Sean Penn, y, en homenaje a London, El llamado de la selva, de Ron Lamothe, ambas de 2007. Existen canciones populares que recrean al desafortunado y episodios en series de televisión, porque Christopher McCandless se ha convertido en mito y su historia en leyenda. Al iniciarla, se renombró Alexander Supertramp en vez de Alejandro Magno, Alejandro el Vago de Vagos.

Candle es vela en inglés, el sufijo less resta, con licencias, candless es sin vela, Christopher Sin Vela, sin mapa, sin antenas, a pesar de que se graduó con honores en estudios de historia y antropología, fue un estudiante con prestigio académico y con promesa, alternaba trabajos en labores agrícolas y una actividad social intensa con periodos sin dinero y en soledad, una vida normal con una vida silvestre, salvaje, indómita.