Opinión
Ver día anteriorJueves 25 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cómplices
A

sí como Francisco Franco sabía de la matanza de judíos en Auschwitz (El País, 21/3/10), Juan Pablo II y Benedicto XVI sabían de los actos de pederastia perpetrados por curas de diversos rangos y denominaciones. Ni Franco ni Wojtyla ni Ratzinger hicieron nada con la información comprobada que tuvieron. Al contrario, se convirtieron en cómplices del silencio y la omisión de los criminales que asesinaron judíos y abusaron de niños (crimen atroz, Benedicto XVI dixit), según el caso y aunque no sean comparables.

Una diferencia importante entre Franco y los papas citados es que el primero, si bien se decía el caudillo de España por la gracia de Dios, no era su representante en la Tierra, en tanto que los segundos no sólo se han presentado como tales, sino que han hecho creer a sus seguidores que son infalibles y, además, santos, santísimos padres de la feligresía católica, sus santidades. Otro dato importante es que Franco fue un dictador seguidor de Hitler, aunque mantuviera a España en una situación política y diplomática con cierta ambigüedad, en tanto que Wojtyla fue antifascista (y también anticomunista) y Ratzinger un vigilante de la fe, mediante su prefectura en la Congregación para la Doctrina de la Fe, que tiene sus antecedentes en la Santa Inquisición de triste memoria.

Benedicto XVI-Ratzinger se dirigió a los católicos irlandeses y de todo el mundo pidiendo perdón por la vergüenza de los actos de pederastia que cometieron muchos ministros del culto católico, y advirtió a los sacerdotes que deberían responder no sólo ante Dios, sino ante los tribunales civiles. Esto es positivo, pero él lo sabía desde antes incluso de que fuera nombrado jefe de su Iglesia, de la misma manera que lo supieron los obispos irlandeses y los de otros muchos países donde el abuso de niños por sacerdotes ha sido denunciado desde hace muchos años.

El investigador Fernando M. González ha señalado recientemente a este diario que Joseph Ratzinger debió conocer el dossier Maciel (formado por 201 documentos de 1948 a 2004) y que sólo actuó hasta que Juan Pablo II estaba ya muy grave. No deberá olvidarse que Wojtyla y el cardenal Norberto Rivera protegieron a Marcial Maciel, fundador de los legionarios de Cristo, no sólo por las aportaciones y servicios de esta congregación a la Iglesia, sino por la muy antigua estrategia eclesiástica de meter la basura bajo el tapete para proteger a sus sacerdotes o, más bien, a la misma institución.

En su nota especial para La Jornada del 21 de marzo de este año, Sanjuana Martínez cita la respuesta de Ratzinger a una carta de Alberto Athié en relación con las denuncias sobre Maciel: Lamentablemente, el caso de Marcial Maciel no se puede abrir porque es una persona muy querida del papa Juan Pablo II, y además ha hecho mucho bien a la Iglesia. Lo lamento, no es posible. Y Athié –señala la periodista– se preguntó sorprendido: ¿Cómo es posible que el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no vea prudente saber sobre el proceso de un violador de menores como el padre Marcial Maciel? Fue a partir de estos hechos que Athié suspendió su ministerio sacerdotal y Norberto Rivera lo corrió del episcopado.

Fernando M. González me dijo, recientemente, que la Iglesia católica, como otras muchas instituciones religiosas, practicaban y practican como regla general la omerta. La omerta, conviene recordarlo para quienes no hayan leído a Mario Puzo, quiere decir pacto sagrado de silencio en las mafias sicilianas. Y este pacto de silencio significa, para la Iglesia, ocultar cualquier cosa que pueda manchar su imagen, y se practica desviando la atención pública de quienes la ponen en riesgo: enviándolos a otra diócesis, de preferencia de otro país (como hizo Norberto Rivera con el cura pederasta Nicolás Aguilar), o prohibiéndoles que ejerzan el sacerdocio sin renunciar a él y que dediquen el resto de sus vidas a la expiación y la meditación.

Lo que ha hecho Benedicto XVI para el caso de Irlanda es, por lo anterior, importante, pues reconoce que los infractores por pederastia deben ser sometidos también a los tribunales civiles pertinentes. Sin embargo, el obispo de Roma salva a la alta jerarquía de responsabilidad ante los tribunales por haber conocido los casos y actuar como cómplices, cual fue también el caso del cardenal irlandés Sean Brady, quien reconoció haber estado enterado y no haber hecho nada.

En artículo publicado por el presbítero Flores Ramos en el semanario Desde la Fe (órgano de la arquidiócesis mexicana) se soslaya la complicidad del cardenal Rivera al no haber atendido adecuadamente los casos de pederastia en México, denunciados desde hace varios lustros, y se escuda al purpurado diciendo que esto basta para llenarnos de vergüenza y preocupación. A lo más que llegó este artículo, que obviamente tuvo el visto bueno de Rivera, fue a ponerse a tono con la misiva del Papa a los irlandeses. Y sobre el caso Maciel omite que el hecho de que el Vaticano lo haya cesado de la Iglesia invitándolo a la oración y penitencia para la salvación de su alma, no fue igual que ponerlo en manos de la justicia terrenal para satisfacción relativa de sus muchas víctimas inocentes a lo largo de cinco décadas. Olvida, igualmente, que cuando Athié defendió a las víctimas de Maciel, el cardenal mexicano lo persiguió, le hizo la vida imposible hasta hacerlo renunciar y se defendió diciendo que tales acusaciones eran producto de un complot contra la Iglesia.

En abril de 1997 Salvador Guerrero Chiprés escribió una memorable serie de tres artículos en La Jornada denunciando a Marcial Maciel Degollado, todavía con vida, y citando los testimonios de varios ex seminaristas de la Legión de Cristo, quienes, según Pérez Olvera (uno de éstos), tenían más de 25 años revelando los abusos del fundador de la congregación y nadie les hacía caso. Resolvieron romper el silencio y le dieron información a Guerrero Chiprés. Se rompió el silencio, pero nadie hizo nada, ni las autoridades eclesiásticas ni las civiles, pues los legionarios, que sólo reclutaban a niños bonitos y blancos eran y son todavía muy influyentes entre la gran burguesía y no pocos políticos de la derecha mexicana.

Se ha escrito mucho sobre el tema, hay libros y decenas de artículos, pero nunca podemos decir que sean suficientes hasta que no sean debidamente juzgados y castigados con severidad quienes victimaron a inocentes por sus apetitos pedófilos y quienes han sido sus cómplices, aunque fuera por omisión.