Opinión
Ver día anteriorJueves 1º de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Trabajando un día particular
T

ras los problemas que tuvieron los integrantes de Teatro El Milagro con su primer proyecto para cumplir su compromiso con el Festival de México en el Centro Histórico, los dos formidables creadores escénicos que son Laura Almela y Daniel Giménez Cacho se dieron a la tarea de lograr un espectáculo teatral a dos voces, dos cabezas y dos sensibilidades a partir de Un día muy especial, la película que Ettore Scola filmara en 1974 con Sofía Loren y Marcello Mastroianni. El título que escogieron, Trabajando un día particular, da la tónica de la escenificación porque el término trabajando puede deberse a las tareas que realizan al principio y en sus casas los dos protagonistas o a las diferentes acepciones del verbo trabajar, como actuar con esmero o incidir sobre una materia: Almela y Giménez Cacho trabajaron sobre la película y en su difícil montaje dan la impresión de que están creando escenarios y acción dramática a medida que ésta progresa sin dejar de dar a sus personajes matices y expresiones.

Quienes nunca vieron la película y aun para quienes la conocemos y recordamos, la historia de estos dos humildes seres es muy conmovedora porque ambos son víctimas de un machismo que en la sociedad fascista condena al homosexual Gabriele a ser confinado en un campo de trabajos forzados y humilla por igual a Antonietta al rebajarla a sirviente de la familia y engendradora de los hijos que el delirio mussoliniano requiere y premia, mientras su marido se refocila con prostitutas o, peor, se relaciona con una mujer culta mientras Antonietta es una campesina ignorante. Los dos son excelentes personas, capaces de una gran empatía aunque Antonietta equivoque su necesidad de ser tratada como ser humano con un impulso de otra clase.

Sin mayores apoyos escenográficos que una mesa que combinará los departamentos de los dos, al igual que otra mesita que sería estufa y con la iluminación de Gabriel Pascal y el diseño sonoro de Rodrigo Espinosa, actriz y actor se dan a la tarea de convertir la película en una escenificación teatral sin que el público olvide que está ante una representación pero logre interesarse y conmoverse con la triste historia, lo que es un riesgo grande, pero caminan por esa cuerda floja con donaire y soltura, porque ambos son excelentes. Antes de la función han paseado por el vestíbulo y saludado a algún conocido, suben con el público al escenario del teatro, se cambian de ropa y empiezan a dibujar con gis en paredes y piso algunos elementos que requieren, mientras que otros serán dibujados sobre la marcha a medida que deban aparecer. Algunos arrancan risas y son meditados gags que no impiden a Laura y Daniel proseguir concentradamente con la historia y matizar momentos y personajes; el teléfono, que Gabriele dibuja cuando suena, el ojo de la cerradura del departamento de Antonietta, los implementos para la tortilla que el hombre cocina, son ejemplos del trazo que se han dado.

Respetada época, ropa, costumbres y el diseño sonoro que narra la llegada de Hitler a la Italia fascista (y que Daniel Giménez Cacho maneja desde un mando a distancia de la pequeña consola instalada al frente y a un lado del escenario, sin intentar ocultarlo y sin salirse de personaje), el espacio se contamina de los departamentos de los dos, que se supone están frente a frente, y que identificamos por los diálogos y la acción. La azotea en donde se encontrarán está marcada por el tendedero y también por las subidas y bajadas por la escalera del fondo del escenario. Esta apertura permite que algunas escenas, que en la película se soslayan e imaginan, se den abiertamente de frente al público, como los preparativos de Gabriele para subirse a la mesa de la cocina de Antonietta para arreglar la lámpara, ante lo que la mujer le dice a la portera que no vemos, pero cuya odiosa presencia vigilante está siempre presente, acosando a los dos vecinos, como un símbolo de la opresión fascista en el entorno. La seducción se da de otra manera y el final es diferente, un tanto narrado por Antonietta a Gabriele, omitiendo la partida de éste y la llegada de la familia de ella, antes de que ambos se despojen de los personajes y den por terminado su extraordinario trabajo.