Editorial

Discriminación, ¿ceguera o indiferencia humana?

Somos un país con grandes diferencias en paisajes, en tradiciones y lenguas, en arte y artesanías, todo ello es alimento de nuestra riqueza; sin embargo, somos también profundamente desiguales en oportunidades y esto nos convierte en un país muy pobre, no sólo económicamente hablando, sino también en el sentido más humano de la palabra.

Por lo que se refiere a la primera categoría, ¿cómo, si no, se define un país en el que la suma de sus habitantes en situación de pobreza –multidimensional y de vulnerabilidad por carencias sociales y por ingresos– da más del 80%? Estos conceptos, de reciente definición por la Coneval*, incluyen un indicador de rezago educativo, referido a la población de 3 a 15 años de edad que no está incorporada a la educación básica obligatoria, o que con más de 16 años no la ha completado. En nuestra era de las sociedades del conocimiento, el porcentaje de la población que entra en este indicador es de 21.7.

Dejemos apuntados estos datos para centrarnos en la pobreza en el sentido que mencionaba antes, que es el de carencia moral. Fernando Savater define la moral como la dimensión humana que entra en la vida de las personas cuando son capaces de mirar al otro. Esa frase, tan corta y sencilla, significa un gran avance en el desarrollo humano, quiere decir ver al otro en su contexto, con sus deseos, sus sueños, sus ilusiones; en dos palabras, con su derecho a ser un ciudadano pleno, con las mismas oportunidades para ser autónomo y libre, sin importar dónde nació, de qué color es, cuál es la lengua que habla y la religión que practica. Pero cuando nos acercamos a la realidad de nuestro México del siglo XXI, parece que en esto de mirar, la mayoría somos miopes, como ciegos son muchos de quienes se llaman “autoridades”.

De acuerdo con la UNESCO (último Informe de Seguimiento de la Educación para Todos en el Mundo-2009), en México, 109 mil niños y niñas se encuentran en lo que denominan “indigencia educativa” (nunca han asistido a la escuela, a pesar de tener edad para hacerlo) y más de dos millones de niños y jóvenes sufren “penuria educativa” (menos de 4 años de escolaridad); la media de escolaridad en las zonas indígenas es de 1.5 años.

Hace una década, el rezago en materia de educación de Chiapas con respecto al D.F. era de más de 40 años; lamentablemente, desde entonces, esta diferencia no ha hecho sino aumentar en ese y en los demás estados más pobres de nuestro país. ¿Cómo se le llama a esto?, ¿ceguera?, ¿indiferencia? Más claro queda llamado por su nombre: discriminación.

En 1867, la Ley Orgánica de Instrucción Pública propuso la formación de tres clases diferentes de profesores: los mejor preparados se quedaban en la ciudad…, los del tercer lugar iban al campo. Aunque este inciso y la ley toda fueron derogadas hace muchos años, estos datos no hacen sino evidenciar que se continúa arrastrando prejuicios y errores, no sólo en cuanto a la injusta clasificación de los maestros y sus destinos, sino también, y de manera importante, en la forma como se distribuyen los recursos educativos.

Lo hemos dicho aquí y lo han repetido investigadores y expertos en el tema, el problema no se resuelve dando a todos lo mismo, ni siquiera dando dinero a los padres, para que los niños vayan a la escuela (“Oportunidades” es un programa contra a la pobreza, no de apoyo a la educación); es necesario proporcionar a cada quien lo que necesita y en este sentido van también las recomendaciones del mismo documento de la UNESCO que, además de recalcar la importancia fundamental de proceder a una redistribución más equitativa del gasto público, propone:

Los gobiernos no sólo deben garantizar que los niños marginados puedan beneficiarse de maestros altamente calificados, ofreciendo a los docentes incentivos para que vayan a enseñar en las comarcas rurales apartadas y las zonas urbanas desfavorecidas, sino que también deben contratar a maestros originarios de minorías étnicas.

Recomendación que, una vez más, parece pasar desapercibida a los ojos de quienes toman las decisiones, y lo peor es que ya no sólo en lo que respecta a los contenidos y procesos de la enseñanza-aprendizaje, a las condiciones de trabajo de los maestros y a la distribución de los recursos materiales, ahora también y como podrán los y las lectoras constatar en este mismo número, por lo que se refiere a las evaluaciones, concretamente, a la prueba Enlace.

Parece que la crisis económica ha venido como “anillo al dedo” a las autoridades de este país, pero para dejarnos claro cuáles son sus prioridades, ¿en dónde hay que ahorrar?, en educación y en cultura, ¡por supuesto! –por si alguna duda queda, ya no tenemos representación en la UNESCO–; pero luego, ¿en dónde no?, en el ejército y la marina, como es evidente.**

¿Cortos de miras?, o…

mrf

* Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social

** Estos son los únicos dos rubros en los que el gobierno federal no aplicará recortes (Noticiero MVS de Carmen Aristegui, 19/03/2010)

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