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Largas filas se forman en la explanada del museo para admirar la obra del pintor belga

René Magritte toma Bellas Artes con su provocador surrealismo

Hoy día la muestra más importante de AL está conformada por 150 piezas provenientes de nueve países

Los amantes, La firma en blanco o El beso dejan estupefacto al observador

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La obra de Magritte podría ser un grito petrificado o luminiscente como la vela contra los límites que la razón impone al mundo. Sobre estas líneas, El canto de las sirenasFoto Carlos Cisneros
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Periódico La Jornada
Domingo 4 de abril de 2010, p. 2

Las provocaciones surrealistas de René Magritte se han apoderado del Museo del Palacio de Bellas Artes para llenar de sorpresa las miradas de los cientos, miles de paseantes que recorren animados, dispuestos y abiertos tanto esta muestra como otros espacios de arte y cultura, incluida la ciudad de México en sí misma, que por estos días es una fiesta.

Con una fila que por momentos cruzaba toda la explanada, poblada de 12 cabezas gigantes en madera de Vladimir Cora y por decenas de ciudadanos en tránsito, la exposición el Mundo invisible de René Magritte es un éxito en este periodo vacacional, tanto por su afluencia como por los juegos, ensueños, subversiones y reflexiones que propone el pintor belga en contra de los juicios previos dictados por la realidad.

Desde el Jueves Santo, el museo registra una afluencia masiva, superior a la de días anteriores: individuos, parejas, grupos y familias que buscan ver más allá de los hombres de abrigo y bombín, las pipas, las sillas, los árboles, los cielos azul cielo, la nubes (muchas nubes blancas) y las rocas colocadas por el pincel de Magritte dentro de habitaciones o balcones con vista al mar.

Iconos de don René, un pintor rebelde e inquietante, que de manera riesgosa lindan las fronteras del estereotipo por cuenta del simplismo, la superficialidad y las necesidades económicas del mercado del arte.

Las más de 150 piezas, sobre todo pinturas, provenientes de colecciones de nueve países, se organizaron en seis salas de los dos pisos del museo. Comienza en el segundo nivel y concluye en el primero. Todo un recorrido por la vida y obra de Magritte (1898-1967), la muestra más importante en este momento en América Latina.

Cédulas, videos, fotos, grabados, pinturas y hasta talleres infantiles dan cuenta de sus inicios en Bruselas; su trabajo de diseñador publicitario; su estancia en París, al lado de los surrealistas y de Bretón; el regreso a su país; su éxito en Nueva York; su esposa Georgette; sus amigos Nougé, Scutenaire o Mariën; su colaboración en La revolución surrealista, su texto Las palabras y las imágenes.

Al principio, en el segundo piso del Palacio de Bellas Artes, se observan las influencias juveniles del cubismo, el futurismo, el impresionismo. Pero ya desde finales de la década de los 20 del siglo anterior aparece su magia para la adulteración del realismo, como en Los amantes, donde una cabeza masculina flotante besa a una mujer.

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Mundo invisible de René Magritte propone al espectador ensueños, juegos, subversiones y reflexiones contra los prejuicios de la realidadFoto Carlos Cisneros

Las salas del primer piso son simplemente apabullantes y abarcan desde 1950 a 1967: el trastocamiento del tiempo por el cielo diurno sobre una casa nocturna de El imperio de las luces II; el barco de agua, fantasmal, de El seductor; la roca en el aire, por encima de una nube, de El mundo familiar; la pluma gigante recargada en la inclinada torre de Pisa de Recuerdo de viaje.

O el cielo azul con nubes que deja ver la ventana-silueta recortada de una paloma invisible que surca otro cielo, nocturno y estrellado, sobre el mar, de El beso; o la pipa gigante tras un árbol de Las sombras, como diciendo: recuerden, son sólo objetos pintados, no la realidad, esto parece una pipa, pero no lo es. Obras que influyeron en el arte contemporáneo mundial: expresionismo abstracto, pop, conceptualismo.

El universo de Magritte sigue cayendo sobre el espectador estupefacto mediante el cuerno de unicornio en forma de torre de castillo de El corazón del mundo; o el caballo y el jinete cuya invisibilidad parcial se entrevera con los árboles del bosque y el follaje de La firma en blanco. Dice Magritte: Los objetos visibles pueden ser invisibles. Y más aún: Mi propósito al pintar es hacer visible el pensamiento.

El observador de pinturas puede quedar noqueado con la enorme roca dentro de una habitación con balcón al mar, de El mundo invisible, que podría ser un grito petrificado contra los límites que la razón impone al mundo, y también una derivación del pesimismo de posguerra predominante en los años 50.

Y así continúa el sacudimiento con otras imágenes magníficas, como la de una lluvia de hombres idénticos con abrigo y bombín cayendo, ¿o suspendidos?, sobre un edificio, en Golconda; o la de otro hombre, o quizá el mismo, o tal vez el propio Magritte, pues así se le ve vestido en algunas fotos, de espaldas, viendo al mar, con una vela en primer plano, en El canto de las sirenas.

En fin, un pintor que ayuda a ver y a no ver, a hacer a un lado lo obvio para descubrir lo singular, a ver lo visible tras lo invisible, y viceversa, pero también a ver la profundidad de la realidad en sí misma, a través de la metáfora provocadora, concientizadora, de sus imágenes.