Opinión
Ver día anteriorDomingo 4 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Severa educación
C

on la privilegiada compañía de los notables arqueólogos Eduardo Matos, Leonardo López Luján y Raúl Barrera, hace unos días visitamos los recientes descubrimientos que se han realizado en lo que fue el centro ceremonial de México-Tenochtitlán. Éstos son fruto del Programa de Arqueología Urbana, que creó en 1991 Eduardo Matos, a la sazón director del Proyecto Templo Mayor, que tenía como propósito continuar con las investigaciones sobre la ciudad mexica, interviniendo en las obras que se realizan en la zona para detectar, estudiar y proteger los vestigios de la antigua cultura.

La Jornada, en su excelente sección de cultura, ha dado vasta información acerca del reciente hallazgo del templo de Ehécatl Quetzalcóatl, dios del viento, y de un calmécac, que pronto podremos admirar en el Centro Cultural de España. El año pasado escribimos una crónica en la que platicábamos del hallazgo de Tlaltecuhtli, inmenso monolito de 4 por 3.57 metros, el más grande de la cultura mexica recuperado hasta ahora. En esa ocasión dábamos la noticia de que gracias a las técnicas actuales y la pericia de los restauradores del INAH, se habían logrado recuperar los colores originales. Una visión estremecedora, pues nunca habíamos visto una pieza de esa importancia con su cromática de origen. Leonardo López Luján, el talentoso arqueólogo responsable del proyecto, nos comentó que pronto lo podremos admirar en el Museo del Templo Mayor, dentro de la exposición sobre Moctezuma.

Es verdaderamente cautivante ver surgir con frecuencia la antigua ciudad mexica e imaginar todo lo que hay debajo de las construcciones actuales y de las piedras que pisamos. A ello nos ayuda leer a personajes como fray Bernardino de Sahagún, quien recogió en una obra monumental las instituciones, costumbres, creencias, dioses, cosmovisión y demás elementos de la rica cultura de nuestros antepasados prehispánicos.

Nos cuenta del calmécac: Los señores o principales, ofrecían a sus hijos a la casa que se llama calmécac. Era su intención que allí se criasen para que fuesen ministros de los ídolos, porque decían que en la casa del calmécac había buenas costumbres y doctrinas y ejercicios y áspera y casta vida y no había cosa de desvergüenzas, ni afrenta ninguna de las costumbres que allí usaban los ministros de los ídolos, que se criaban en aquella casa.

Para el ofrecimiento, los padres daban un banquete a los sacerdotes y ministros en el que se ofrecían elaborados discursos de una y otra parte. Cuando el jovencito era admitido era sujeto a una severa educación que incluía penitencias y ayunos constantes. Fray Bernardino hace una detallada relación de las costumbres, que se guardaban en el calmécac. Mencionaremos algunas: ... a medianoche todos se levantaban a hacer oración, y quien no lo hacía, castigábanle, punzándole las orejas y el pecho y muslos, metiéndole las puntas de maguey, en presencia de todos los ministros y sacerdotes para que se escarmentasen (...) ninguno era soberbio, ni hacía ofensa a otro, ni era inobediente al orden y costumbres que ellos usaban, y si alguna vez aparecía un borracho o amancebado u otro delito criminal, luego le mataban o le daban garrote o le asaban vivo o le asaeteaban...

Entre lo que estudiaban menciona: versos de canto que estaban escritos en sus libros por caracteres, astrología, interpretaciones de los sueños y la cuenta de los años, entre otras.

Con esto nos fuimos a la calle de Palma número 23, al excelente restaurante El Cardenal, para degustar algunos suculentos ingredientes que seguro disfrutaron los habitantes de México Tenochtitlán: escamoles, un molcajete con salsa verde y aguacate, flor de calabaza, verdolagas, pescado adobado y tortillas de comal. Lo complementamos con platillos de la herencia española: queso, pecho de ternera al horno y crepas de cajeta.