Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de abril de 2010 Num: 787

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

México en Lezama
RAFAEL ROJAS

Juan Ramón y Lezama en La Habana
ALFONSO ALEGRE HEITZMANN

Breve antología poética
JOSÉ LEZAMA LIMA

La narrativa extraterritorializada
ADRIANA CORTÉS entrevista con SANTIAGO GAMBOA

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Manuel Stephens

Bailarinas novohispanas

La danza europea llega a la Nueva España con Hernán Cortés, quien cuenta entre sus pasajeros a los primeros maestros de danza en llegar a estas tierras, Maese Pedro y Benito de Bergel, quienes abrirán la primera escuela en 1526. La primera compañía profesional de cómicos, como se denominaba a los artistas del espectáculo en general, se constituye en 1551, pocos años después que en España. La actividad teatral florecerá y se consolidará cada vez con mayor pujanza con la inauguración, en el siglo XVII, del Corral de Comedias, en el claustro del Hospital Real de Naturales. Éste, administrado por la orden de San Hipólito y más tarde conocido como Real Coliseo de México, será el eje de la actividad teatral novohispana. Durante la época, los productos de los corrales de comedias se destinaban al mantenimiento de hospitales, hospicios y obras pías, con lo cual la monarquía aseguraba la continuidad de las artes escénicas y tolerancia hacia sus hacedores, cuya profesión era considerada “infame”. Posteriormente, y tras sufrir un incendio en 1722, el Coliseo se traslada a un edificio en lo que hoy es 16 de septiembre y Motolinía, donde permanece de 1725 a 1752. Finalmente, se instalará en la actual calle Bolívar. A mediados de 1820 cambia su nombre convirtiéndose en el célebre Teatro Principal, que será destruido por un incendio en 1931.

En el escenario de la danza novohispana, que conoce mos gracias a los excepcionales textos de Maya Ramos Smi th, las mujeres fueron destacadas protagonistas. En el Encuentro Internacional Mujeres en el Arte de este año, la investigadora Margarita Tortajada se centró en el papel de las mujeres con la ponencia “Las bailarinas novohispanas. Defensa del arte y sus derechos.” De acuerdo con Tortajada, el teatro era un espacio de expresión y autoafirmación de las mujeres dentro de la hegemonía patriarcal; asimismo, abría la posibilidad a jóvenes de bajos recursos de tener una profesión que les brindara cierta estabilidad económica.

En un inicio, las danzas se insertaban en la obra teatral, que era lo más importante de la representación; se trataba de bailes cortesanos, del folklore español y local, y pantomimas que eran interpretados por actrices y actores; no es sino hacia 1730 que se da el rango de profesionales a los bailarines del Coliseo, cuestión que será subrayada con la asimilación de las técnicas académicas de ballet francoitalianas a finales del siglo, traídas por los bailarines Peregrino Turchi, Giuseppe Sabella Morali y la española María Rodríguez-Turchi. Ellos dirigieron la compañía del Coliseo, “pre sentaron los primeros ballets, iniciaron la formación de bailarines y bailarinas profesionales locales y fundaron la Escoleta de Danza [en la que] los estudios se iniciaban desde edad temprana y las y los alumnos debutaban en el Coliseo al cumplir catorce años”.


Jean Georges Noverre

Posteriormente, llegaron a la Nueva España Gerónimo Marani y su esposa Teresa Pierantoni, primeros bailarines de las compañías dirigidas por el coreógrafo y teórico Jean Georges Noverre, quienes continuaron con la labor de sus predecesores. Al dejar la dirección del Coliseo, toma su lugar el español Juan Medina quien, basándose en lo hecho por sus antecesores, incrementó el trabajo técnico, liberó los vestuarios e “introdujo el ballet de acción con sus propias obras y las de Noverre, [Gasparo Angiolini], Domenico Rossi y los primeros ballets de Jean Dauberval [autor de La fille mal gardée]”. Con los Marani se formó una nueva generación de bailarinas y, en 1795, surge la primera mexicana considerada prima ballerina, Ana María Zendejas. Ella “ilustra las conductas que seguían actrices y bailarinas, contra puestas a las de la mayoría de las mujeres de la época. Cuando el divorcio eclesiástico era práctica poco común, Zendejas se divorció de Román Punzalán Zapata. El divor cio no cortaba definitivamente el vínculo matrimonial, sólo temporalmente. Se le concedió en 1795 por tres años, pero en 1809 todavía estaban separados y Punzalán pidió al tribunal eclesiástico que ‘le devolvieran' a su esposa. Ella se negó a reunirse con su esposo y continuó la separación”.

Tras la Guerra de independencia, el Coliseo vivía una situación de crisis y desapareció como tal. “Sin embargo – concluye Tortajada–, llegaron mejores tiempos y grandes figuras internacionales, que permitieron el desarrollo del ballet romántico en el México independiente y el surgi miento de ‘ninfas' que cautivaron las audiencias y nos legaron una historia heroica”.