Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de abril de 2010 Num: 788

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El último cierre
FEBRONIO ZATARAIN

En los días soleados de invierno
SPIROS KATSIMIS

George Steiner: otra visita al castillo de Barba Azul
ANDREAS KURZ

René Magritte Presentación
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

El paso de la realidad a la poesía y al misterio
JACQUES MEURIS

El Surrealismo y Magritte
GUILLERMO SOLANA

El surrealismo a pleno sol
RENÉ MAGRITTE

El terremoto de Chile: qué y cómo
LAURA GARCÍA

Un pensador errante
RAÚL OLVERA MIJARES entrevista con EDUARDO SUBIRATS

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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NAIEF YEHYA

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ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

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GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
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Hugo Gutiérrez Vega

HOMENAJE A PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA (II DE III)

Henríquez Ureña fue un estudioso de la tradición literaria ibérica. Con Unamuno, sabía que “la tradición y el progreso son inseparable porque la tradición siempre comenzó como innovación, como progreso”. Debemos a Henríquez Ureña una serie de ensayos definitivos sobre las grandes figuras del virreinato: Juan Ruiz de Alarcón y Sor Juana Inés de la Cruz. Del primero, dramaturgo inserto en la nómina del teatro nacional de España, destacó tanto el lenguaje diferente al utilizado en el teatro peninsular como la actitud suave y tolerante, y el novedoso análisis de las motivaciones internas de los personajes de sus piezas teatrales. De Sor Juana admiró la vocación humanística, el genio literario y el espíritu barroco, ese estilo vital que se embriaga con los profusos ornamentos y los laberintos dorados, que teme a las superficies vacías y coloca en la cúspide del altar riquísimo y resplandeciente, las tibias y la calavera del memento mori.

Por considerarlo punto de partida de una de las corrientes que integran la cultura iberoamericana, dedicó una serie de estudios al Renacimiento español y a sus ricos y contrastados personajes. Devolvió a la vida escritores olvidados o insuficientemente valorados. Gracias a la prosa de este dominicano universal, los personajes en la sombra se animaron y regresaron al mundo con toda su carga de vitalidad y de entusiasmo creador.

Para delinear la fisonomía de la cultura iberoamericana, Henríquez Ureña trabajó, investigó y publicó algunos libros esenciales. Se movió por todos los terrenos: la política, la vida social, el ambiente universitario, la investigación científica, la literatura, el teatro, las artes plásticas, la música..., y acuñó definiciones siempre originales y provocadoras de un debate que preveía largo y enriquecedor. Su inagotable erudición, unida a un conocimiento científico sistemático y preciso, hizo que sus reflexiones sobre nuestra cultura fueran un punto de referencia para todos aquellos preocupados por la preservación, el mejoramiento y la ampliación de relaciones de nuestros rasgos distintivos. Sabía que, como afirma Octavio Paz, es necesario defender nuestra diversidad, ya que esto significa “preservar la variedad de nuestro futuro y la propia vida de la humanidad”.

Sobre esta preocupación central de la vida y de la obra de don Pedro, es necesario destacar su función de educador. Pienso en el panorama de Iberoamérica que desplegó ante los estudiantes de Harvard, o en su heroica costumbre de prestar libros y de ayudar y dar consejo a todos los estudiosos de este arduo tema. Pienso en su incansable y generosa tarea de profesor y consejero que desempeñó en Santo Domingo, México, Buenos Aires, La Habana, Minnesota, Harvard, Montevideo, Madrid y París. Entregó a manos llenas todo lo que sabía sin escatimar nada. Lo entregó en sus libros, en las conferencias, en la cátedra, en la charla con los alumnos y amigos y, sobre todo, enseñó con el ejemplo de la honestidad intelectual y de la prosa firme y segura que constituyeron los rasgos fundamentales de su paso por la vida. Esa prosa que, según Alfonso Reyes, permite al lector “cabalgar tranquilo”, pues nunca encontrará en ella “un traspiés, nunca un falseo”. A lo largo de su vida, Henríquez Ureña fue despojando su prosa de elementos inútiles y afirmando un concepto artístico que combinaba la riqueza estilística y la originalidad sintáctica con el rigor científico, logrando, a la postre, una forma siempre ajustada a las características y dimensiones de la idea que deseaba expresar. Tal vez su laboriosidad, su espíritu vigilante y observador, y su inagotable capacidad de admiración, hayan sido elementos propiciadores de la rara perfección de esta prosa ejemplar. Por estas claras razones cumplió en la vida de nuestros pueblos el papel que se asignó a sí mismo desde los inicios de su trabajo intelectual y artístico, papel que resumió en una frase sobrecogedora: “No basta vivir para la educación, hay que sufrir por la educación.”

Quisiera referirme a un segundo aspecto de la vida y la obra de Henríquez Ureña: su universalidad.

Hasta ahora he hablado de sus trabajos de ordenamiento de la cultura americana, de sus reflexiones sobre las literaturas de Santo Domingo, España, México, Argentina, Cuba, y de sus estudios generales sobre el pensamiento y la creación artística en lengua castellana. Estas tareas tenían el definido propósito de abrir el campo de la investigación sobre la cultura de nuestros pueblos, pero no pretendían establecer una actitud aislacionista, encerrada para evitar las contaminaciones de otras culturas, ni tenían el chabacano y siempre peligroso tono de los nacionalismos delirantes. Le interesaba fijar los elementos constitutivos de la identidad de nuestra cultura mestiza para afirmar los lazos que la unen con todos los pueblos del mundo.

(Continuará)

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