Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de abril de 2010 Num: 788

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El último cierre
FEBRONIO ZATARAIN

En los días soleados de invierno
SPIROS KATSIMIS

George Steiner: otra visita al castillo de Barba Azul
ANDREAS KURZ

René Magritte Presentación
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

El paso de la realidad a la poesía y al misterio
JACQUES MEURIS

El Surrealismo y Magritte
GUILLERMO SOLANA

El surrealismo a pleno sol
RENÉ MAGRITTE

El terremoto de Chile: qué y cómo
LAURA GARCÍA

Un pensador errante
RAÚL OLVERA MIJARES entrevista con EDUARDO SUBIRATS

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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El último cierre

Febronio Zatarain

…te haces el sufrido, pero este infierno en el que ahora deambulas te lo tienes merecido. Cómo fue qué te hiciste vendedor. Un domingo del ochenta y dos, cuando tu mujer estaba en el cuarto mes de su embarazo de Benjamín, tú y ella se subieron a uno de esos autobuses escolares porque les dijeron que allá en Indiana los evangélicos daban de almorzar. Te quedaste impresionado con los cientos de personas divididos en grupos, en un lado los pastores que hablaban en inglés, y del lado donde te tocó, los pastores que hablaban en español. Te sentiste parte de esas doce tribus de las que hablaba el pastor, a las que Jehová de castigo las había perdido en el desierto, y el sándwich que mordías era el maná que habías recogido esa mañana, “…porque Jehová te castiga pero nunca te abandona”. En la factoría habían hecho recorte y los primeros fueron los que no tenían papeles. “…Jesús te dio todo su amor, pero para salvarte tú has de dar el tuyo; en tu prójimo está tu salvación”. Y ese mismo día los bautizaron, “borra de tus ojos esa preocupación, ya has encontrado el camino”, y el pastor Pablo te presentó con el señor Vidal, y el lunes a las ocho ya estabas en su oficina y te explicó el manejo y la importancia que tenía cada sartén y cada olla; “estúdialo, mañana aprenderás a convencer”, en las páginas interiores del manual donde se hablaba de la olla de presión había un billete de a cincuenta, “cuando empieces a pescar me lo devuelves”. Y al siguiente día me regaló El vendedor más grande del mundo y para el viernes por la tarde ya caminábamos por la Veinticuatro y la Kedzie. “Los humildes son los que comprenden más rápido el mensaje, ellos son los que te darán tu pan”. Y tocamos a la primera puerta, y nos abrió una señora de Iguala, y en un minuto ya estábamos en la sala y el esposo apagó la tele para ver la demostración del huevo frito y eso bastó para que el señor sacara de su clóset los trescientos dólares de enganche. “El próximo cordero es tuyo.” Pero la humildad de sus miradas te desarmaba, y las frases de Mandino las veías como clavos, pero tú te vencías y no les dejabas caer el mazo. En esas tres horas el señor Vidal se ganó setecientos cincuenta dólares porque los enganches eran para el vendedor. “Ánimo León, este libro te ayudará a hacerle honor a tu nombre.” Pero de El milagro más grande del mundo sólo leíste el título. Se quedó años en la gaveta del buró hasta que un día alguien lo tomó. “Espero que las palabras de Mandino te hayan llenado de ánimo, y hayas comprendido lo que es el Milagro. Ahora pescaremos cada quien en su río, tú en el de la Veintisiete y yo en el de la Veintiocho.” Pero en cada rostro que te abría la puerta, veías al prójimo: a tu salvación, pero no la conectabas con el enganche guardado en algún rincón del clóset. Por eso, después de siete horas de tocar timbres tus bolsillos seguían igual; mañana, te dijiste, le preguntaré al pastor; él me metió eso en la cabeza y él me lo tendrá que sacar. “Cuando Jehová puso en nuestras almas la ambición, estaba volviendo sacrosanta la propiedad; gracias a la ambición somos capaces ya no de recolectar, sino de producir el fruto. Pedro y Andrés ya sabían pescar su pan cuando Jesús les habló: ‘os haré pescadores de hombres', y dejaron sus aperos a la orilla del lago para tomar las del apóstol. Pero tú, León, eres un hombre y como hombre tienes que aprender a pescar, toma la red y la barca que Pedro abandonó y sal en busca de tu pan. Cuando tú vendes, Jehová te bendice; ése es el milagro más grande del mundo: la ganancia. Gana que Dios te ganará para su Reino. Gana de tu prójimo y muéstrale los dos camino: al templo para que gane su alma, y a los aperos para que gane el pan. La lástima, eso que te ha invadido en los últimos días, no existe en la Gloria de Dios; de la tierra hemos de llevarnos la luz que nos ha dado el éxito, allá nos espera el baile, el canto y la alabanza eterna en el imperio de la abundancia.”