Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de abril de 2010 Num: 789

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

De premios y desengaños
LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

Poema
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA

En la ficción no existe
el no

RICARDO YÁÑEZ entrevista con JULIETA EGURROLA

Época
JAVIER SICILIA

Guido Picelli, comandante antifascista
MATTEO DEAN

La trilogía Millennium: el límite de la inquina
JORGE GUDIÑO

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Julieta Egurrola en una escena de la obra Congelados, bajo la dirección de Lorena Maza. Foto: Francisco Olvera/ archivo La Jornada

En la ficción no existe el no

Ricardo Yáñez
entrevista con Julieta Egurrola


Julieta Egurrola personificada como la regenta de la Corona española, Margarita de Parma en Egmont, drama de Goethe, dirigida por Luis de Tavira

Julieta Egurrola, actriz con más de treinta años de carrera –en la cual se ha hecho merecedora a no pocas distinciones, no sólo de carácter individual sino también grupal, colectivo– confía que en diversos períodos de su vida más que dar clases ha intentado guiar a otros en el camino de la profesión para devolver lo que de alguna manera le fue dado “gratis”. Ha ejercido la docencia en los foros de la Rivera y del Teatro Contemporáneo, en el Centro Universitario de Teatro.“No soy maestra de tiempo completo ni nada de eso. Me interesa, sí, sobre todo porque el que más aprende es uno: organiza mentalmente, ayuda y a la vez cuestiona, es como una retroalimentación.” Alumna declarada de Héctor Mendoza, no se olvida de sus demás maestros, y en diversas disciplinas menciona, entre otros, a Raúl Kaluris, Tomás Segovia, Juan Bosco Cordero, Glenys McQueen, Tulio de la Rosa, Juan Helguera, José de Santiago y Rocío Sanz. En cuanto a directores ha trabajado sobre todo con el propio Mendoza, con el ya desaparecido Ludwig Margules y con Luis de Tavira, director de la Compañía Nacional de Teatro, donde la actriz colabora. La comunidad teatral en los años de su formación, “muy gozosamente” vividos, era mucho más chica; se conocían más unos y otros. “Ahora abres el Tiempo Libre y ya no sabes quién está haciendo qué, o dirigiendo qué.” Inillo tempore, cada estreno, de Juan José Gurrola, de Julio Castillo, de Abraham Oceransky... era un acontecimiento. Escuchémosla.

–Esta viene siendo la tercera, más o menos, compañía en que estoy bajo la dirección de Tavira. Él fue mi maestro también y se formó a su vez como maestro junto a Héctor Mendoza. Hemos coincidido en la vida, en la UNAM, en Bellas Artes y ahora aquí en la Compañía Nacional. Hemos coincidido en pelear y en creer en un elenco –distintas edades y trayectorias– con estabilidad económica e infraestructura para producción. Se apuesta por el actor, dándole esa estabilidad y esa continuidad. El primer año del CUT no teníamos escuela, no teníamos una sede, lo hicimos en el Teatro de Arquitectura. Era tanto el teatro como los salones de ensayo, era nuestra escuela, y ese primer año fue todo para nosotros. Éramos el único grupo. Entramos treinta y tantos, y tres años después salimos nueve nada más, y de esos nueve todos seguimos, aunque algunos ya no como actores, más bien como directores, o productores. Pero las actrices seguimos: Margarita Sanz, Rosa María Bianchi y Lucía Palés, quienes con José Caballero, José Luis Cruz, Jaime Estrada, Carlos Mendoza y José Luis Moreno, son mi generación.

–Usted ha hecho teatro, televisión, cine...

–Pues ojalá hubiera hecho más cine. Debo decir que me gustaría haber hecho más cine. Mi trabajo realmente ha sido siempre teatro y televisión. Me formé como actriz teatral y siempre he vivido de la televisión. Al año o los dos de haber salido del CUT me di cuenta de que no iba a poder sobrevivir, o por lo menos alimentarme tres veces al día, con lo que ganábamos en teatro. Hasta ahorita que entré a la Compañía Nacional tengo una beca mensual estable, todo el año pasado y lo que va de este año, por primera vez en la vida. Todos los actores, en todos los medios donde nos contratamos, somos eventuales. Damos recibos de honorarios. La apuesta de la Compañía Nacional es que los actores estén apoyados en una estabilidad económica. Pero a lo que iba es a que la televisión es lo que realmente me ha dado para comer, para comprarme el departamento que me compré, para los coches que he tenido y que he cambiado, para darles comida, sustento y educación a mis hijos.

–Pedro y...

...Natalia. Pedro está estudiando en el CUT. Está en tercer año. Y Natalia estudió dirección de cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Se graduó hace un año y cachito.

–Tiene usted más de treinta años en esto.

–Digamos que en el '77 empecé ya mi carrera fuera del alma mater, de la UNAM. De '77 a aquí... treinta y tres años.

–¿Y esta es la primera vez que tiene una estabilidad respecto al teatro?

–Así es.

–Hábleme por favor de las diferencias actorales entre cine, teatro y...

–Uy, bueno, eso es todo un mundo; generalmente se habla muy por encima. Me gustaría tener más experiencia en cine. No he hecho tantas películas como hubiera querido. Sigo esperando que aunque tenga ya cincuenta y seis años todavía sea actriz por lo menos catalogada de interesante como para que me pudieran llamar para hacer cine. He hecho, ¿qué serán? ¿diez películas? Muchos, muchos cortos, pero como pelis, pelis, largometrajes, realmente creo que son como diez, tal vez menos. He trabajado con Arturo Ripstein, con Maricarmen de Lara, con Rubén Ímaz en Familia tortuga, aunque hice una escenitita; con Dana Rotberg. Las dos películas más importantes que creo que he hecho, o tres, son las que hice con Ripstein, Principio y fin y Profundo carmesí, por la que me saqué un Ariel en coactuación; y con Maricarmen de Lara, que hicimos una comedia que se llamó En el país de no pasa nada. Son las películas que recuerdo como con más complejidad y trabajo, más entusiasmo, más estar... más tener un papel en toda la película y desarrollarlo. Es muy distinto el trabajo. Creo que la formación teatral ahorra muchísimo tiempo de desgaste y de echar a perder o echarse a perder como actores. Teniendo una formación teatral, con toda una base, una infraestructura, herramientas, para desempeñarse en los demás medios: radio, doblaje, etcétera, cine y televisión. La televisión se ha nutrido muchos años de actores de teatro, aunque de algún tiempo para acá las televisoras capacitan –entiéndase clarísimamente, capacitan– a su gente para lanzarla como estrellas o artistas de televisión. Para el actor teatral, desenvolverse en televisión y en cine viene siendo, no digo que mucho más fácil, pero ya lleva todo un bagaje, toda una formación. Y sí, el foco de concentración y de atención del actor es muy diferente para una función de teatro, para una película, para una telenovela o serie de televisión. Estuve casi veinte años en Televisa. En TV Azteca tengo de mediados del '98 para acá. Realmente me la he pasado haciendo telenovelas. Pero siempre estuve haciendo teatro a la vez, porque solamente ceñirme a hacer telenovelas... Hay muchos compañeros que se formaron teatralmente y luego dejaron el teatro y se dedicaron al cine solamente o a la televisión, medios muy celosos, sobre todo el cine, no te deja espacio.


Julieta Egurrola en otra escena de Congelados
Foto: Francisco Olvera/ archivo La Jornada

Pero si solamente hubiera hecho pura televisión, híjole, ya me hubiera cortado las venas yo creo, porque actoralmente sí es un estancarse; es la verdad. Yo he tenido la posibilidad y el privilegio de trabajar en teatro con quien he querido, con quien me ha llamado, y he podido escoger obras y ¡con qué gente! Eso me ha nutrido, eso me ha dado, alimentado; tanto el ego como el espíritu. Siempre me dijeron en televisión que me llamaban para tal telenovela porque aquí sí necesitaban una buena actriz. Entonces yo de alguna manera decía: bueno, quieren que siga siendo buena actriz, tengo que hacer teatro; pues en cierto momento se llegó a prohibir a los actores de telenovela trabajar en teatro.

–En algún video dice usted que viene de ocho horas de trabajar en televisión...

–Son las mínimas. Ahora se trabaja diez, doce, quince. Es muy desgastante. Yo trabajaba de ocho de la mañana a cuatro de la tarde. La mayoría de telenovelas, con el señor Ernesto Alonso. Era muy cómodo. Al querer darle más producción a la empresa empezaron con que los actores debían trabajar hasta altas horas de la noche. Por contrato te prohibían hacer teatro. Y ahí fue donde ya no trabajé con esos productores. Siempre defendí el poder hacer teatro: ensayando, dando funciones o lo que fuera. Pero si empezaba una telenovela generalmente decía: estoy haciendo teatro, estoy ensayando, estoy por estrenar, estoy en funciones. Hay muchos ejemplos de cómo puedes perder la brújula o tu ambición, tu hambre por crecer. Es elección de cada quien. Nomás que para mí no era lo ideal, lo óptimo. Además, desde que decidí estudiarlo, el teatro para mí es un proyecto de vida, no un hobby, no un pasatiempo, nada de que mientras encontraba yo marido estudiaba esa carrera, o de que fuera prostituta y entonces decidí que también por aquí podía hacerle. No. Es un proyecto de vida. Me ha acompañado a lo largo de mi evolución, de mi crecimiento, de mi envejecimiento, de todo. Así lo decidí: como proyecto vital.

–Aunque los orígenes pudieran ser varios, ¿usted por qué cree que es actriz?

–Porque yo creo que el destino me alcanzó. El teatro tocó a mi vida. Vengo de una familia de clase media. Mi padre era piloto de la Armada. Llegó al último grado, a almirante. Toda su vida estuvo en la Marina de México, tan nombrada últimamente. Pero bueno. La Armada tiene aviones también. Mi padre era piloto. Fue de los primeros pilotos que rompió la barrera del sonido. En Estados Unidos, becado. Era de Veracruz. Mi mamá es de Lerdo, de Durango, de la Comarca Lagunera, ama de casa. Tuve una tía que cantaba y tocaba la mandolina, pero... Al teatro la primera vez que me llevaron fue en la secundaria. No tenía contacto con el teatro, nada; hasta en la secundaria.

–¿Vivía usted en Ciudad de México?

–Sí, aunque de niña viví cuatro años, casi cinco, en el puerto de Veracruz. Mi papá estaba de agregado naval allí. Viví los años más felices de mi infancia en el puerto y en un rancho. Pero a la Secundaria 15, la Albert Einstein, que es secundaria pública, en la colonia Popotla, en San Cosme, llegó un maestro. En tercer año a la directora se le ocurrió que debía haber un taller de teatro. Llamó a un maestro, que se dio a conocer a los alumnos y pues uno en la secundaria, tus amigos, tu banda, tus meros cuates, pues entramos varias de mi grupo para ver qué onda, y de ese grupo de amigas quedé sólo yo; otros de otros salones, pero de mis amigas solamente yo. Y a partir de allí: puedo decir que en 1968 entra el teatro en mi vida. De ' 68 a '73, con un lapso en '68. Terminando la secundaria, como mi padre era de la Armada se dio cuenta cómo estaba la situación. Yo ni idea. La Secundaria 15 queda junto al Casco de Santo Tomás. Volanteábamos. Pero yo no tenía idea de qué significaba lo que estaba pasando con los estudiantes, con el gobierno. Vi la matanza de octubre en televisión, en Estados Unidos. Mi padre ni me preguntó. Me dijo: “No vas a poder entrar a la prepa; te vas a Estados Unidos, perfecciona tu inglés, estudia.” Entré al high school. Estuve parte de '68 y '69 en Estados Unidos. Pero todo ese tiempo, hasta el '73, siguió el gusanito de que si el teatro, que si sí, que si no. Estudié para intérprete traductora. Regresé, entré a la Prepa 8. Me gustaban los idiomas. En fin. La vida misma te va dando. Compañeros que entraron a Bellas Artes a estudiar, entraron con Héctor Mendoza, y allí empecé a ver el teatro de Mendoza, a ver gente de Bellas Artes, a conocer las obras de Julio Castillo, del maestro Manuel Montoro, de Oceransky, de Germán Castillo, de Maruxa Villalta, de Héctor Azar. Empiezo como a sentir que sí, que sí, que sí. Y luego dije: Héctor Mendoza. Con él. Esa es una gran diferencia de entonces a ahora. Conocí a varios que decían: yo quiero estudiar con Rodolfo Valencia, yo quiero con el maestro Azar. Yo dije: con Héctor Mendoza.

–Ellos eran en sí mismos una escuela.

–Sí.

–¿Le fue difícil decidirse por ser actriz?

–Pues se fue dando. Salí de casa de mis padres a los dieciocho. Era la ley de la vida. Mis padres me apoyaron, con todo y que mi madre se acongojó mucho y demás; pero mi papá y ella siempre me apoyaron, me dijeron órale. Y me fui a trabajar de telefonista, en el Camino Real, en el Sheraton, dando clases de gimnasia, vendiendo enciclopedias, que sé yo. Entrábamos a las cuatro de la tarde al CUT. Había posibilidades de trabajar de lo que fuera en la mañana para mantenerse. Salirse de la casa era, pues eso: tomar las riendas de tu vida. Siempre me ayudaron, me apoyaron, pero yo ya no les pedía que me mantuvieran, no, pero obviamente siempre estuvieron al pendiente. Es a partir de allí que se da. Yo tendría que haber sido como la mayoría de mis vecinas, que se casaron embarazadas, tuvieron dos, tres hijos y se divorciaron. Por la clase social a la que pertenecía, y eso era más claro en los setenta, a grandes rasgos mi destino hubiera sido de alguna manera ser esposa y madre de familia. Orita, bueno, ya ni posibilidades tienen los chavos de escoger como yo. Siento que es un privilegio, que acabó siendo una gran suerte encontrarme a seres como Héctor Mendoza, Tavira, Margules, como muchos maestros que tuve, incluidos directores y directoras a los que les he aprendido lo que no se debe hacer. También agradezco haber aprendido eso. Pero el teatro es el que entró a mi vida y el que...

–... le da sentido a su vida, digamos.

–Totalmente. La actuación, hasta ahorita... Bueno, también hay muchas otras cosas que me gusta mucho hacer, pero sobre todo la actuación me sigue pareciendo lo más gozoso, lo más pleno. Y me encanta sorprenderme. Sorprenderme de muchas cosas, de cosas que sigues conociendo del ser humano, de uno mismo. La capacidad o la incapacidad que tengo para seguir haciendo cosas, para seguir actuando, para enfrentarte a lo que te enfrentas, me sigue gustando mucho, me sigue divirtiendo.

–¿Usted averigua en la humanidad, en lo que el ser humano es, cuando actúa?

–Pues es que de eso está nutrido el teatro. Como decimos muchos: es el tú, no el yo; o sea, es el otro. Yo soy porque existo para usted, ¿no?, o bueno, para ti.

–Es igual.

–Para mis seres queridos. A través de ellos, a través incluso de la gente que lo odia a uno o lo detesta, a la que no le cae bien; a través del otro. Yo sola puedo crearme toda una ficción de mí misma, pero en esta contradicción de a la vez ser otros que no soy, si no tengo la capacidad de aceptarme como soy tampoco puedo ser otro. Es algo muy curioso. Hay distintos tipos de esquizofrenia. La actuación es uno de ésos, creo yo. Y más cuando yo veo mi vida como civil (así decimos: los civiles, los que no hacen teatro) común y corriente; soy muy común y corriente. Lo que pasa es que sí hay el toque, el toque del teatro: el exhibirte, el mostrarte, el adentrarte en cada obra que haces, en el comportamiento, en la psique del ser humano, a través de las distintas obras que he tocado, o de lo que imaginariamente da mi capacidad para poder, valga la redundancia, imaginarme esos otros seres, esos otros mundos, que no tienen nada que ver con mi cotidianidad. Eso es lo que nutre y lo que hace posible que no se vuelva uno loco.

–En todo caso, se trata de una esquizofrenia saludable.

–Digo, conozco a varios que no la llevan tan saludablemente, pero sí, pues sí, porque a fin de cuentas hay muchas cosas que no me gustan de mí misma, pero resulta que muchas de esas cosas que no me gustan las he podido explotar en algunas obras. Eso mismo que no me gusta (no estoy hablando sólo físicamente, sino como manera de ser o de ver la vida), lo puedes... En la ficción todo es posible. Esa es la maravilla. Todo es posible. Todo, todo, todo. No hay, no existe el no. Y eso es algo muy, muy divertido. Sí, se sufre, pero se sufre gozosamente, se sufre con una plenitud. Concentración, plenitud, entrega, palpitación, aleteo en el estómago, taquicardia, todo eso que provoca no solamente el estreno, sino las funciones, el estar, y estar ahí, estar aquí y ahora, como decimos, eso nada, nada lo puede suplir, cambiar. Digo, hacer el amor es algo maravilloso, este, se conoce gente, ¿no? Pero más o menos podría decir que es la posibilidad de viajar a través del otro, de viajar por ti misma a través del otro. Y creo que el teatro es eso: poder viajar a través de otros por mí misma.

–¿Y qué perspectivas ve para los jóvenes que estudian teatro ahora, qué les espera?

–¡Qué nos espera de este país! No me puedo circunscribir solamente al teatro. Esto hablando en general. Yo no veo claro. No quiero ser pesimista y sin embargo soy muy... No era pesimista: me han vuelto. O digamos que soy muy realista. Los recién egresados, o los que están estudiando, ¿hacia qué? ¿Qué, qué les da este mundo? Y en este país ¿qué hay? Pues políticamente, económicamente, es una desgracia lo que tenemos. Y el gobierno no ve más que lo que quiere ver, lo que ellos quieren ver. No hacen más que lo que quieren hacer para sus propios intereses. No sólo hablo de los chavos que quieren estudiar teatro, sino en general: ¿cuál es la expectativa de un joven de veinte años para los siguientes treinta de su vida, en esta situación? Hay que seguirle peleando, no dejarse, tratando de que esto no nos acabe, como está acabando. Yo no sé cómo va a acabar este gobierno en tres años. En gran medida es la sociedad civil la que se tiene que manifestar.