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Juventud y adicciones

Se encuentran presentes en muchos artículos de uso ordinario

Un suspiro de placer instantáneo
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de abril de 2010, p. 3

Para ponerse contentos, sentir euforia o relajarse; en suma, para obtener placer. También para superar la angustia, la ansiedad o darse valor. Y en el caso de los niños y jóvenes en situación de calle, son incluso un sucedáneo contra el hambre, porque “una mona apenas mojada cuesta un peso; bien mojada, cinco; o sea, más barato que una torta”. Eso se busca en los inhalables.

Sin embargo, en casos extremos y de uso crónico, estas drogas pueden provocar la muerte súbita del adicto por falla cardiaca, por aspiración de vómito, por arritmias ventriculares e incluso por asfixia al inhalarse, en muchas ocasiones, desde la bolsa de plástico en que han sido vertidas.

Los inhalables son un grupo heterogéneo de sustancias químicas en presentación gaseosa, líquida o sólida. Muy volátiles, sicoactivos, en su mayoría, inflamables o muy inflamables y casi siempre de olor intenso generalmente agradable, se explica en la Guía para profesionales sobre el abuso de sustancias volátiles, elaborado en Cataluña principalmente para atender la adicción de adolescentes inmigrantes en España.

La doctora Marcela López Cabrera, catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y responsable médica de la Fundación San Gabriel contra el tratamiento de las adicciones, previene: los inhalables no se encuentran sólo en aquellas sustancias comúnmente se identificadas en ese grupo, como el tíner, el activo, el cemento o la gasolina.

Se trata, en su mayoría, de productos capaces de disolver las grasas y que al inhalarse se incorporan con gran rapidez en el torrente circulatorio, distribuyéndose más velozmente entre los órganos de mayor flujo sanguíneo, como cerebro e hígado.

Por tanto, hay muchos productos tanto domésticos como industriales susceptibles de inhalarse: en el primer caso pueden encontrarse en un encendedor de gas butano o en un limpiador de pisos con olor a pino, en cualquier lata que utilice un gas propulsor, en los plumones con punta de fieltro, el quitaesmalte, o los esprays para el pelo.

Y en el segundo, la lista es larga: pegamentos y colas de contacto de secado rápido, pinturas, lacas, líquidos para corregir errores tipográficos, productos derivados del petróleo, anticongelantes, líquidos para limpieza en seco, por citar algunos.

El mundo está lleno de inhalables y su consumo se ha dispersado, alerta la doctora López Cabrera. Todos los líquidos volátiles con los que uno trabaja y huelen bonito son un inhalable. “Si una mamá me dice que a su niño ‘le encanta oler el Pinol’, ¡aguas! No se trata de oler cuando trapean, sino que toma el botecito y lo huele directamente. O decir: ‘a mi niño le encanta estar oliendo el plumón’. También ése es un inhalable.”

Inhalar continuamente produce trastornos de comportamiento, patologías diversas y un marcado rechazo social. En el primer caso se presenta irritabilidad, agresividad, pérdida de hábitos de higiene, de comida, de horarios, dificultades de concentración, alucinaciones, pérdida de memoria, cansancio, somnolencia, desorientación, desconexión de la realidad, incapacidad para el habla, disminución del apetito, dificultad de autocontrol y depresión, entre otras.

La doctora Marcela López habla de los efectos físicos de los inhalables: dos de las consecuencias físicas más graves y frecuentes en los adictos son sordera y ceguera.

También hay daño neuronal irreversible. Disminuye la masa cerebral y no se recuperan sus fuciones. Puede ser alguna de esas cosas o todas juntas: problemas respiratorios, muerte por asfixia (que la mona se les quede pegada cuando ya están medio anestesiados), por broncoaspiración o por accidentes.

Lo más lamentable, apunta, es que la adicción a inhalables es sobre todo una enfermedad de jóvenes, porque su sobrevida baja de manera impresionante.

Si un niño de la calle se muere en la alcantarilla, a nadie le importa ni se entera porque las autoridades ya saben que no fue crimen, sino muerte súbita cardiaca. Y si no les importan vivos, menos muertos, lamenta la especialista.