Opinión
Ver día anteriorJueves 22 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Melón

Graciela

S

e fue una figura de muchos kilates, gran sentido del humor, dueña de un ritmo digno de admiración y simpatía desbordante. Descanse en paz Graciela Pérez Grillo, hermana de Machito, otra figura indiscutible en el ámbito sonero mundial. Ambos dejaron interpretaciones geniales, así como legados históricos que cobran actualidad en estos tiempos tan llenos de etiquetas. Desde luego, el par de hermanos estuvo estrechamente ligado a Mario Bauzá, otro señorón de honda huella en el ambiente musical.

Conocí a los tres en 1961 en Los Ángeles, California, exactamente en el Palladium, en el primer viaje al extranjero de Lobo y Melón con su grupo, donde compartimos tarima con Machito y Tito Puente, así como Eddy Cano. ¡Qué cura!, diría el Sonero Mayor, el recordado Ismael Rivera. No me cansaré de repetir que en ese baile debí pagar en vez de cobrar.

Años más tarde, volvimos a encontrarnos en Nueva York y mi admiración creció en cada encuentro, ya que éstos por fortuna se repitieron, regalándome una familiaridad que todavía agradezco.

Para los que no saben quién fue Graciela, les diré que fue cubana y formó parte de la Orquesta Femenil Anacona, para más tarde partir a la Gran Manzana para actuar con la orquesta de Machito bajo la dirección musical de Mario Bauzá. Tengo varias grabaciones que me ponen a gozar cada vez que las escucho, entre ellas su versión a Novio mío, bolero de José Antonio Méndez, que originalmente es Novia mía, así como Sí sí, no no, número picosísimo que fue éxito de Cascarita, con el nombre de Lo último.

También grabó Dónde estabas tú, con un arreglo que da para hablar del cu-bop, jazz afrocubano, jazz latino, cosa que no haré, pues las etiquetas no las soporto. Para mi gusto (muy mi gusto) la orquesta de Machito tuvo un estilo muy propio que influenció a muchos y dio lugar a lo que llamo escuela Nueva York y, por supuesto, dio origen a lo que hoy llaman salsa y me niego a aceptar que exista.

Sin embargo, mi querido asere ko, déjeme decirle que mis oídos están pletóricos de recuerdos. Éstos son mis años de sorprenderme con todo aquello que me endulzaba la trompa de Eustaquio. Antes que Graciela lo hizo Machito con Sopa de pichón, El muerto se fue de rumba, más tarde Ay que mate, Carambola, con un arreglazo de Chico O’Farril, para solazarme con las interpretaciones de Graciela que, dicho sin pena, me hacen llegar a las lágrimas.

Para que eso no suceda le contaré, mi enkobio, algo de lo que tuve la suerte de vivir en esa inolvidable ocasión, ya que Chico Sesma nos había pedido tocar nuestro segundo set después de Tito Puente por si Machito se retrasaba, ya que viajaría de Oakland a Los Ángeles, cosa que con gusto aceptamos. Machito llegó y entre su banda venían Chocolate Armenteros y Rafael Chaparro, dos extraordinarios trompetistas, y, por supuesto, Graciela, que nos regaló estupendas interpretaciones, al igual que la orquesta.

Me tenían embrujado, pero el tapón al botellón llegó en la segunda actuación de esos formidables exponentes, al invitar a la orquesta de Tito Puente y nosotros a reunirnos para una descarga que resultó de campanillas. Después del baile nos ofrecieron una cena en la suite de Tito en el hotel Lido, donde la bohemia hizo acto de presencia y pudimos escuchar a Graciela en todo su esplendor. Vaya calidad.

De allí que puedo decir que se ha ido una figura enorme. Por fortuna, dejó un legado invaluable con sus grabaciones, aunque el recuerdo de esa noche sea uno de mis más preciados y me haga considerarme afortunado en grado superlativo por haber vivido ese momento inolvidable.

Por desgracia me he enterado de que Rafael Ithier está delicado de salud. Hago votos por su recuperación y que en un futuro no muy lejano esté al frente del Gran Combo, regalándonos ese jícamo tan propio de los nenes de Borinquen.

Estoy consciente de que todas las generaciones tienen sus ídolos, pero, sin ánimo de ofender, los míos se están yendo y creo que no hay comparación entre los de ayer y hoy. Repito, me siento muy afortunado por haber podido admirar muy de cerca a tantos figurones que, como decía don Roberto Blanco Moheno, eran monstruos de talento y dejaron huella en este enkobio, caro lector. ¡Vale!