Opinión
Ver día anteriorJueves 29 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Fraudes y crisis financiera
E

l gobierno de Obama aprovechó las acciones de Goldman Sachs para impulsar políticamente su propuesta de reforma financiera. Las acciones de esa empresa son conocidas: colocaron en el mercado valores financieros respaldados por hipotecas, que fueron vendidos a clientes con una promesa de rentabilidad que Goldman sabía que no se conseguiría, pero además compraron derivados apostando precisamente a que esos valores sufrirían caídas en el valor de sus títulos. El resultado fue que los inversionistas perdieron mucho y Goldman Sachs ganó grandes cantidades.

Krugman llama a estas prácticas saquear, entendiendo por ello fraudes intencionados. Este saqueo no es, por supuesto, el único caso: Madoff y otros financieros están en la cárcel por realizar fraudes tipo Ponzi, aludiendo al mago financiero de Boston que en los años 20 descubrió que era posible otorgar altos rendimientos sobre depósitos si podían conseguirse grandes sumas de dinero en nuevos depósitos. En la medida en que el total de los depósitos nuevos creciera más rápido que los intereses prometidos Ponzi podía cumplir con sus obligaciones, si ocurría lo contrario entonces la pirámide empezaría a desmoronarse, lo que ocurre inevitablemente.

En Gran Bretaña el caso paradigmático de saqueo es el del Northern Rock. Estas prácticas pueden evitarse si existe una legislación que se ocupe de impedirlas. Después de la crisis de 1929, la legislación financiera estadunidense se propuso evitar que los fraudes y una gran crisis financiera pudieran suceder otra vez. Durante 50 años ese cometido se logró: hubo muchas crisis, pero de magnitudes controlables, con impactos limitados. En los años 80, la estructura institucional del sector financiero en Estados Unidos y en el mundo entero fue desmontada permitiendo que las empresas financieras operaran con sus propios mecanismos de control.

La competencia entre los bancos y los no bancos a principios de los 90 ocurrió en un entorno sin instituciones capaces de controlar la expansión del crédito. El modelo de funcionamiento bancario tradicional cambió de empresas que recibían depósitos del público y otorgaban préstamos con reglas establecidas, a un modelo en el que el fondeo ya no provenía sola ni principalmente del público donde el otorgamiento de crédito se hacía con el fin de venderlo a entidades que los empaquetaban y junto con otros valores lo vendían al mundo inversionista.

Los bancos operaban originando créditos y distribuyéndolos rápidamente a entidades financieras que funcionaban al margen de las reglas bancarias. La banca en la sombra se expandió extraordinariamente, logrando que el financiamiento alcanzara montos inverosímiles. El sistema financiero, además, incorporó nuevos instrumentos que compitieron por recursos ofreciendo altos rendimientos. Destacan los seguros privados contra el incumplimiento de obligaciones de crédito (los Credit Default Swaps), que operan como cualquier seguro pero al margen de los requisitos legales que debe cumplir una empresa aseguradora.

La reforma financiera que ha propuesto Obama permite impedir saqueos como los de Goldman Sachs, Madoff, Northern Rock, etcétera. En el caso de los CDS el asunto no está claro: obligar a que los intercambios de riesgos crediticios se den con transparencia es importante, pero no evita que puedan producirse pérdidas cuantiosas que obliguen a rescates gubernamentales. La propuesta de reforma, en consecuencia, no tiene el alcance de las reformas financieras de la era de Rooselvelt, pero constituye un avance significativo.

Para que la reforma pudiera lograr lo que se alcanzó con la Glass-Steagal Act, por ejemplo, sería necesario que se ocupase del control a la creación de crédito y, por tanto, a la creación de dinero por parte de los bancos privados, reduciendo el apalancamiento y estableciera límites infranqueables a la venta de instrumentos especulativos con garantías sintéticas. La reforma de Obama podrá impedir fraudes, pero no evitará que crisis como la que estamos aún viviendo puedan repetirse.