Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de mayo de 2010 Num: 792

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La legión de Lucía
CARLOS MARTÍN BRICEÑO

Zona del Ecuador
DIMITRIS DOÚKARIS

Kurt Cobain: all apologies
ANTONIO VALLE

360 grados de U2 en Texas
SAÚL TOLEDO RAMOS

Torrentes de música ligera
ROBERTO GARZA ITURBIDE

La música, la audiencia y otras resonancias
ALONSO ARREOLA

Todo se escucha en el silencio
ALAIN DERBEZ

Iggy Pop, la esencia del punk
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
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Artes Visuales
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Iggy Pop, la esencia del punk

Ricardo Guzmán Wolffer

Iggy Pop (EU, 1947) ha tocado con varias bandas: desde The Iguanas, a The Psychedelic Stooges. Poco se le reconoce de tal producción, excepto el álbum producido por otra leyenda, David Bowie, Raw Power (poder crudo). Difícil tomar la producción de Iggy sin advertir sus serios problemas de adicción; mismos que “disfrutó” y superó años después al lado de Bowie. Parte del sello indeleble de Iggy es su presencia salvaje en el escenario, en todos los sentidos. En la actualidad no sorprende verlo desnudarse en el escenario y cantar dando los mismos brincos que daba treinta años antes, en sus pantalones apretados. En el concierto filmado en Paris New blood, luego de bailar desnudo algunas canciones, accidentalmente se da un profundo corte en el antebrazo y aprovecha el sangrado para ofrecerle el plasma calientito a sus seguidores. Varios le dieron un sorbo al líquido rojo. Y es que con un cuerpo cero grasa y las arrugas tapándole el rostro, el cabello largo de Iggy es la corona perfecta para ver al hombre salvaje cantar melodías que hablan de partes escondidas de los espectadores: la presencia salvaje se contrapone con la profundidad de sus canciones. Iggy también es muestra de que lo más esencial, el hombre desnudo, termina por ser lo que más confronta al espectador consigo mismo. No hace falta pintarse, tatuarse, romper la Biblia, matar pollos, disfrazarse, como muchos otros, para evidenciar las partes podridas de todas las sociedades y de muchos humanos.

La música de Iggy encierra una crítica sin compasión por la sociedad de consumo, en todas sus variantes y siempre desde la perspectiva del individuo, del receptor final de esa máquina aplastante. De ahí su asociación con el punk, cuya principal característica es la furia rebelde que se muestra en ritmos frenéticos.

Los álbumes The Idiot y Lust for Life, dos de sus mejores trabajos, contienen esa sensación de vacío ante lo inamovible. Iggy y los punks en general son escépticos. Realmente no piensan que su crítica terminará por modificar absolutamente nada. De ahí la libertad de hacer lo que les dé la gana. Empezando por meterse en el cuerpo cualquier cantidad de sustancias psicotrópicas (una herencia más que Iggy le haría a su hijo). La lujuria por vivir empieza en ese libertinaje que termina por reírse de sí mismo: cuando llega el éxito (success), dice Iggy, obtengo una cara en la masa: soy alguien sólo cuando triunfo. Sin duda, de las canciones más populares de Iggy, “The Passenger”, intuye una de las consecuencias de vivir en el anonimato conceptual: la libertad de ser sólo un pasajero en las noches. En la persistencia de la ideología del descontrol, las letras terminan por ser himnos libertarios que siguen conmoviendo al escucha atento.

De sus muchos álbumes, Brick by Brick destaca no sólo por sus colaboradores, Slash entre otros, sino por el Hit “Candy”, una suerte de balada que tiene más mensaje del apreciable a primera vista, cantada con la hermosa vocalista de B-52’s, Kate Pierson: el amor en la distancia de los años y de la cárcel. A pesar de que el gusto de Iggy por algunas baladas contrapuntea con sus canciones más humorísticas (“Loco mosquito”, verbigracia) y guarras (“Pussy Walk”) ninguna, por más suavecita que se escuche, deja de estar cargada de dardos afilados. Cierto que con Brick se le notaba más maduro y reflexivo, pero la vena terrorista seguía ahí. Ya en las estrellas de la popularidad, Iggy con American Caesar (1993) repetiría la mezcla de rock and roll con rolas suavecitas, pero afiladas (“Beside You”, “Girls of n. y.”, entre otras). Para no fallar, fiel a sus propias interpretaciones, retomaba como en otros discos viejos éxitos que le llegaba a más público (“Louie Louis”).

Naughty Little Doggie, su disco de 1996, mostraría que la bestia no estaba domesticada del todo. Uno de sus clásicos, “Pussy Walk”, mostraría que no estaba dispuesto a bajar las garras ante el éxito comercial, en parte causado por la popularidad ochentera del rock. En “Pussy Walk”recordaría al escucha que la fijación del hombre por el sexo femenino (basta salir a caminar, ir al supermercado, ir a una escuela o en donde haya mujeres, jóvenes o maduritas, latinas, blancas o de color, para pensar si su otra boca camina, habla, baila, sonríe y otros trucos más, dice Iggy). La canción en internet fue bajada miles de veces y luego sacada de la red. “Avenue B”no dejaría pasar la burla de hablar “español”, por el hecho de cantar en español una letra simplona, pero divertida (“ya yo hablo español”) y sin dejar el tema de la sonrisa vertical.

De sus discos más potentes, Beat’Em Up (2001), combina la crítica directa (“Mask”) a la hipocresía general y cotidiana: ¿qué máscara usas, la de chambeador, la de loco, la de conformista, etcétera? Entre el metal y el punk, Iggy se ríe incluso de su calidad de VIP (persona muy importante) y narra cómo le parece fallido serlo, pero, en sus peores pesadillas, luego de vivir el privilegio, acepta que le da horror regresar a ser un mortal más. En 2003, con Skull Ring, regresó para cantar algunas rolas, como la que titula el disco, a los que andan en motocicleta, con chavas cachondas y que gustan de las cosas especiales. Bueno, y por qué no, aprovechó para burlarse de esas súperchavas (Superbabe) que son como las de la televisión. Un regalito con truco, ya lo conocemos.

 Iggy, para nunca repetirse, salvo en lo inesperado, participó incluso en 2008 en un homenaje a Madonna, para trastocar a su manera el clásico de la “festejada”, “Like a Virgin.” Si sus rolas han magnificado muchas películas y se le ha rendido tributo directo en otras (Trainspotting), sus apariciones como actor no han sido su fuerte. Su muy triste aparición en la tercera película de El cuervo nos lleva a atesorar sus canciones y no sus “actuaciones”.

Al final, entre todo el borbotón musical de innegable calidad, entre la poesía disfrazada de la épica cotidiana de vivir en el desamparo, se esconde el niño Iggy con su sonrisa infantil, el niño industrial que nos refleja, que sigue en el desamparo ante la implacable sociedad moderna, y que grita ¡cuídenme! (“Take Care of Me”) y, por supuesto, que Iggy también es maestro de la ironía, con el reclamo consumista que en su boca es verdad masticada con burla: ¡¡necesito más!! (“I Need More.”) Yo también, de esta música que impide cerrar los ojos, incluso al deterioro.