Opinión
Ver día anteriorLunes 10 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Pluralidad social y unidad de lucha (contra el capitalismo)
D

e aquí y de allá. Resulta notable observar la reacción de los medios ante los dichos, obviamente chocarreros, de Evo Morales, sosteniendo que los alimentos transgénicos producen calvicie o, incorporados al pollo, con abundantes hormonas femeninas, desvían la masculinidad… Sobre esas gracejadas se volcó la prensa en su obsesiva campaña, pero eso sí, guardando silencio sobre el fondo de la primera Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra. De esto ni una palabra, no obstante la relevancia de los acuerdos (la reunión boliviana se efectuó como antecedente de la reunión mundial sobre medio ambiente que tendrá lugar en Cancún a fin de año).

En Bolivia se hizo hincapié en que la lucha por salvar a la madre tierra (la batalla por salvar el medio ambiente) es primero una lucha de los pueblos movilizados coincidentemente para obligar a empresas y gobiernos a reducir sus gases de efecto invernadero. Movilización que ha de exigir además el cumplimiento del protocolo de Kyoto, que también se silenció en la reunión presidencial de Copenhague.

Invariablemente tenemos la impresión de que las luchas en favor del ambiente se efectúan como ruegos a los responsables, pero rara vez como exigencias en que va la vida de todos, incluyendo la de quienes se enriquecen con la destrucción de los ecosistemas. Desafortunadamente, en casi todas las luchas hoy en contra de la depredación capitalista (de eso se trata) están incluidas exigencias que en la práctica se reducen a lamentos que se ignoran y menosprecian.

Urge, pues, ese avance en la toma de conciencia de la raíz de los problemas, que no sólo son de carácter moral, sino expresiones estructurales del capitalismo, que no piensa jamás en el bienestar ajeno, sino únicamente en la máxima acumulación posible en provecho propio y en el menor plazo posible. En otras palabras: las muchas batallas fragmentadas que hoy se libran en beneficio de los pueblos, lo mismo en favor del ambiente que de los derechos humanos, de los pueblos indios y contra la discriminación y la exclusión, en favor de los pobres y por una sociedad más justa, han de ir unificándose cuanto antes. Sólo así estas luchas alcanzarán su poder transformador potencial.

En una sociedad tan diversificada como la actual tal vez sea inevitable que sus batallas y luchas, que expresan diferentes necesidades, se manifiesten históricamente de manera fragmentaria e incluso desarticulada. Sin embargo, esa desarticulación ha de ser provisional y sólo en una prima facie: el objetivo es que las luchas se sumen y lleguen a convertirse en un poder que sea avasallador en todos los terrenos y temas. No se trata naturalmente de comités centrales que deciden, sino de la auténtica convergencia democrática que lucha por un mundo mejor.

La pluralidad y complejidad de la sociedad hoy, abren literalmente decenas de frentes de lucha que no pueden ser ignorados. En Grecia tenemos una nueva crisis del neoliberalismo rapaz, que ahora ha de ser pagada durante varios lustros por una ciudadanía que por lo pronto es dejada sin trabajo, y con una agresiva disminución de salarios (incluso a los jubilados), sin servicios educativos y de salud y sin inversiones de infraestructura, y con un espectacular aumento de los impuestos. Rendición social, como después de una guerra (la vivió México en 1995), ante la descomunal corrupción y codicia de los dueños del dinero en todas partes. Cuestión que amenaza extenderse a otros países de la zona euro…

Violencia sin precedentes del crimen organizado, como en México, que implanta ya controles territoriales en funciones de gobierno (al igual que en Colombia) y que por lo pronto multiplica sus crímenes de guerra (soldados contra bandidos) y los asesinatos casi olvidados como daños colaterales. Bienestar, destrucción del tejido social y generaciones perdidas, sin futuro (también por las baratas cuentas de cristal ofrecidas por los criminales).

Y todavía, continuando este muestreo, la presencia en la vecindad de sectores estadunidenses, y de dirigentes de gobierno, de una mentalidad nazi, racista y discriminatoria como la contenida en ley SB 1070 de Arizona. Sin que sea una gran novedad, ya que en la administración Bush conocimos a carretadas leyes, criterios y prácticas (la guerra preventiva) que nos arrastraron a un universo nazifascista que todavía produce escalofríos. ¡Con buenos discípulos en el sur de Estados Unidos y en toda la unión!

El recuento, para recordar brevemente que vivimos en todas partes (¡en el mundo globalizado!) situaciones angustiosas que resultan intolerables, diferentes e iguales por su origen en el capitalismo, todas dignas de ser combatidas esforzadamente para construir una sociedad, un mundo mejor.

Pero para ello es imprescindible coincidir, acercarse, lograr la convergencia de acciones y criterios. Nada es idéntico en nuestros días, pero aun en la variedad de perspectivas y acciones debe reconocerse un elemento común: el capitalismo (y mucho más en su etapa neoliberal y de casino) como gran destructor de nuestra sociedad y de nuestro mundo. Y que la convergencia de las luchas ha de tener un propósito definido: poner un alto al capitalismo y colocarlo entre los malos recuerdos de la historia, aunque esa transformación se lleve inevitablemente el tiempo que consumen las grandes transformaciones sociales.