Editorial
Ver día anteriorMartes 11 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El eurorrescate
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ras las desastrosas caídas de las bolsas de valores del mundo la semana pasada, las finanzas planetarias fueron llevadas a un nuevo pico de optimismo por la decisión de la Unión Europea (UE) de poner a disposición de la colapsada Grecia (y otros países del viejo continente en riesgo de sufrir turbulencias económicas, entre éstos España, Portugal e Irlanda, principalmente) un fondo de 720 mil millones de euros –casi un billón de dólares–, de los cuales el Fondo Monetario Internacional (FMI) aportará cerca de 250 mil millones. El plan no sólo aspira a aliviar las dificultades de endeudamiento de los gobiernos en problemas , sino también, y sobre todo, a garantizar la estabilidad financiera de la UE y la solidez de la divisa común.

De entrada, el monto dispuesto para el rescate y el blindaje económicos pone de manifiesto, en forma brutal, la riqueza de las naciones industrializadas y la desigualdad que impera en el mundo: la suma equivale a 36 veces el presupuesto público de México para el año en curso, o 160 años del gasto de Honduras.

Por otra parte, y dada su dimensión, el programa de estabilización europeo probablemente logrará su propósito de ayudar a las economías más débiles de la UE a sortear la crisis y de impedir que tales economías contagien sus problemas financieros al resto del viejo continente.

No puede soslayarse, sin embargo, que los beneficiarios principales de las medidas comentadas serán los capitales especuladores trasnacionales que suelen medrar en el entorno de crisis como la griega. Bien se conoce este fenómeno en México, donde esos intereses –manadas de lobos, los llamó ayer Anders Borg, ministro de Finanzas de Suecia– han multiplicado sus haberes a costillas del patrimonio nacional, como ocurrió en las devaluaciones de 1994-1995 y de 2009.

En el contexto de las normas financieras vigentes en el mundo, las autoridades nacionales, regionales y financieras no tienen más remedio que alimentar la especulación cambiaria y financiera mediante blindajes como el referido. Fue precisamente lo que hizo el Banco de México el año pasado para atenuar la caída del peso frente al dólar, y es lo que hace ahora la Europa comunitaria para impedir que la turbulencia griega arrastre al resto de los integrantes de la UE.

Los cracks y las recesiones recurrentes del capitalismo mundial son, en suma, mecanismos de concentración de la riqueza y de transferencia de recursos públicos a manos privadas: los rescates y los fondos de estabilización no son más que poner el dinero de todos a disposición de unos cuantos.

La lógica neoliberal de dejar hacer y dejar pasar, llevada a las transacciones financieras, bursátiles y cambiarias, desemboca paradójicamente en intervenciones estatales en gran escala. Significativamente, las tales no evitan la depauperación generalizada de las mayorías; por el contrario, socializan las pérdidas de los operadores privados.

Está a la vista, desde que se declaró la recesión mundial a finales del año antepasado, la urgencia de reformar a fondo semejante dinámica financiera y aplicar severas regulaciones gubernamentales a la banca privada, a los mercados de valores y a los mecanismos cambiarios.

Los quebrantos de las economías mediterráneas hoy confirman esa urgencia. Parches como el plan acordado ayer en la UE hacen posible salvar el momento, pero dejan la certeza exasperante de que, a la vuelta de unos años o de unas cuantas décadas, la postración económica volverá, y derribará niveles de vida y bienestar y perspectivas personales y sociales.