Opinión
Ver día anteriorMiércoles 12 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Benedicto XVI, los legionarios, su prueba de fuego
E

l futuro inmediato de la Legión de Cristo se antoja incierto. Según el comunicado del Vaticano publicado el 1º de mayo, el papa Benedicto XVI va tomar el control de la orden y a través de un delegado operará una profunda revisión, redefinirá el carisma, modificará los estatutos y constituciones internas de la orden; transformará el ejercicio de autoridad y, por si fuera poco, le espera un proceso de purificación. Esto se llama cirugía mayor, refundación o redefinición de la congregación. Técnicamente, la legión creada como tal por Marcial Maciel, está a punto de dejar de existir. La transición será difícil, delicada y no exenta de conflictos; supone, en primer lugar, la remoción de los actuales líderes, quienes, en una supuesta nota interna y reservada, han querido exculparse de cualquier responsabilidad de los inmorales actos de su fundador, guía y maestro. Las medidas del Papa ante los escándalos mundiales de pedofilia crean resistencias y tensiones internas en una atmósfera crispada. Así debemos leer la postura del Papa en su viaje a Portugal, al declarar desde el avión que ahora lo vemos de una manera realmente aterradora: la mayor persecución a la Iglesia no viene de los enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la Iglesia. Y la Iglesia tiene, por tanto, profunda necesidad de reaprender la penitencia, aceptar la purificación, aprender el perdón pero también la necesidad de (ofrecer) justicia. El perdón no sustituye a la justicia.

La cúpula legionaria –ahora en capilla– hasta hace poco aún fomentaba intensamente el culto a la personalidad de Maciel, de la que ahora quiere deslindarse, en un acto a todas luces, tardío. En la refundación de los legionarios, la Iglesia pone en juego su credibilidad y legitimidad pastoral en el siglo XXI. La restructuración de la orden va más allá de los legionarios. Roberto O’Farrill, caballero de Malta y conductor del programa televisivo católico El pulso del Papa, ha advertido las resistencias latentes: “…se entiende que esta congregación estuvo muy cerca de desconocer al obispo de Roma como piedra y cabeza de la Iglesia, o de presionarlo, mediante diversas herramientas, para que actuara en favor de sus intereses como congregación y no como parte de la Iglesia”. La revelación es sorprendente, pero lo es también que aparece en la página web de la propia conferencia episcopal mexicana, lo que indica que los jaloneos son intensos y que se pueden polarizar. Por ello el Papa debe apurar, nombrar el delegado, al nuevo visitador del Regnum Christi y la comisión de estudios de las constituciones legionarias, e igualmente indicar cómo y qué modalidades adoptará para intervenir a los legionarios, propuesta que surgió de los cinco obispos visitadores al término de la visita apostólica. Algunos legionarios y ex legionarios empiezan a atreverse a hablar. Seguramente pronto tendremos nuevas sorpresas y revelaciones sorprendentes, esperadas al fin y al cabo, de la manera en que ha venido operando la congregación.

Mientras, aun se hace leña del árbol caído de la imagen de Maciel, a manos de aquellos políticos y famosos comunicadores que hasta hace poco lo defendían con posturas timoratas y sobre todo con silencios cómplices. El caso de los legionarios va más allá de la violencia sexual y de la reprobable conducta de este mesías degenerado. Su modus operandi, muy al estilo de la corrupción mexicana, salpica a las más altas esferas del Vaticano. Está en ciernes un nuevo escándalo en Roma. Con testimonios de los propios legionarios, recogidos por Jackson Barry, conocemos ahora cómo Maciel corrompía, compraba las lealtades y favores de personajes encumbrados, como Angelo Sodano, secretario de Estado de Juan Pablo II, o su secretario particular, Stanislao Dziwisz, hoy cardenal arzobispo de Cracovia; el finado Alfonso López Trujillo presidente del pontificio consejo para la familia; Eduardo Martínez Somalo, camarlengo de la Iglesia Católica, por mencionar algunos. Sobres millonarios a la curia, nombramientos de obispos afines, operaciones contra los jesuitas, cruzadas contra la teología de la liberación y campañas por la canonización de Juan Diego, son algunas acciones emprendidas.

Aquí hay una bomba de tiempo que los incisivos medios italianos perseguirán. Sin embargo, en el ámbito local no debemos olvidar que Marcial Maciel fue el actor religioso que supo sacar el mayor provecho al sistema político mexicano. Los ochenta y noventa, fueron décadas de poderío y soberbia. Las visitas del Papa eran plenamente dominadas por Maciel al determinar quién asistía a sus actos privados, quiénes se sentaban cerca o lejos del pontífice en los púbicos, a quién veía y a quién ignoraba. En estos años de cenit, no debemos olvidar que Maciel fue priísta: conformó junto con el nuncio Girolamo Prigione el llamado Club de Roma que era el brazo político religioso en la CEM, que velaba por la preservación del viejo sistema priísta. Maciel fue mentor de la trayectoria de Norberto Rivera y de su posicionamiento mediático. Maciel, junto con obispos como Onésimo Cepeda, Emilio Berlié, Juan Jesús Posadas Ocampo, entre otros, apoyados por Sodano en Roma, conformaron un grupo de poder que interactúo particularmente con Carlos Salinas de Gortari –otro adicto al poder– para delinear el papel social y político de la Iglesia en México. En el gobierno foxista, vía la legionaria Marta Sahagún, hay también capítulos de opacidad y discrecionalidad en transferencias de recursos mediante Sedeso, Lotería Nacional, Indesol, junto con otras dependencias gubernamentales a obras legionarias. En la refundación de los legionarios, es un momento de verdad para Benedicto XVI, y está en juego mucho más que la depuración de la congregación, porque pone en evidencia el lado oscuro de la propia sociedad mexicana.