Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de mayo de 2010 Num: 793

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La lucha en Las batallas en el desierto
ORLANDO ORTIZ

Por una lectura de vanguardia
ESTHER ANDRADI entrevista con RODRIGO REY ROSA

El rompecabezas de Nabokov
LAURA GARCÍA

Iván Bunin: el amor como una felicidad fugaz
OXANA KOVALEVSKAYA

Sergio Pitol y la nariz de la prosa rusa
JORGE BUSTAMANTE GARCÍA

El agua y la Terraformación
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Christopher McKay
 

El agua y la Terraformación

Norma Ávila Jiménez

En noviembre de 2009 la NASA dio a conocer a los medios dos descubrimientos fundamentales: la detección de agua congelada en la Luna, así como en depósitos localizados a poca profundidad de la superficie marciana. Esta presencia del elemento vital definitivamente facilitará la instalación de bases en nuestro satélite y la colonización del planeta rojo. Sin embargo, a fines de enero el presidente Barak Obama decidió cancelar el proyecto de regresar a la Luna con el argumento de favorecer los viajes comerciales y llegar al espacio profundo.

Ya que Estados Unidos no dirigirá esfuerzos hacia nuestro satélite, dentro de aproximadamente treinta años, China, Rusia y algunos países de la Unión Europea sí aprovecharán la información dada a conocer en marzo de este año por la NASA, acerca de que el radar Mini-sar halló más de cuarenta cráteres selenitas pequeños –de 1.6 a 15 kilómetros de diámetro–, que se estima que contienen al menos 600 millones de toneladas métricas de agua congelada; los datos registrados por el Observador de Cráteres Lunares y Sensor del Satélite (LCROSS, por sus siglas en inglés), que también evidencian la presencia de agua congelada, y la información que el Mapeador de Minerales Lunares reportó a fines de 2009, que permitió concluir a investigadores estadunidenses que en altas latitudes de la Luna existen moléculas de agua que interactúan con otro tipo de moléculas que están en las rocas y en el polvo, lo que daría lugar a la obtención de un litro de agua si se procesa una tonelada del grisáceo suelo. La existencia del líquido permitirá que grandes acorazados, empujados por el nuevo combustible mezcla de helio 3 y deuterio, lleguen a desplazarse desde el conejo lunático hacia el cuarto planeta del Sistema Solar, llevando a especialistas encargados de cambiarle el color a su superficie de rojo a verde. ¿Cómo se lograría eso?

El proyecto más viable para lograr que Marte se convierta en un lugar con las condiciones atmosféricas adecuadas para que la especie humana lo habite, es el denominado Terraformación, en el cual participan especialistas de la UNAM, la NASA, la Universidad Veracruzana y la Estatal de Louisiana, y el Tecnológico de California. Rafael Navarro, jefe del Laboratorio de Química de Plasmas y Estudios Planetarios del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, quien participa en este proyecto, explica que en la primera fase el objetivo será calentar ese planeta, ya que sólo recibe el cuarenta por ciento de la luz solar que llega a la Tierra. “Se llevarán robots capaces de tomar suelo marciano que contiene los elementos químicos que generan los gases superinvernaderos, como el metano y los fluorocarbonos, para liberarlos y calentar los polos; el dióxido de carbono –cuya cantidad en Marte es cincuenta y dos veces más que en la Tierra– atrapado en el suelo congelado se sublimará, subirá la temperatura, y en un proceso que tardará aproximadamente cien años, se formarán ríos, lagos y océanos”, los cuales probablemente existieron hace 4 mil millones de años. En noviembre pasado, la NASA reportó que el Orbitador de Reconocimiento de Marte detectó depósitos de agua congelada a poca profundidad de la superficie marciana en latitudes no tan cercanas a los polos; éstos podrían ser huellas de ese pasado húmedo.

En la segunda fase, los expertos transportarán bacterias que realizarán fotosíntesis al alimentarse de la energía química allí existente, y de esta forma se liberaría oxígeno. El dios de la guerra iría transformando su yelmo y armadura durante un período de aproximadamente mil años.

Ya con agua y el citado gas en la atmósfera, la última etapa de la Terraformación comprenderá la tarea de formar bosques. Ovidio podría haber descrito esta metamorfosis que sufrirá el hijo de Juno y Júpiter, cuya piel quedará cubierta de olorosas coníferas al final de este proceso iniciado en la Tierra.

El Pico de Orizaba, que cuenta con la línea de árboles más alta en el mundo, a 4 mil 100 metros, es el laboratorio en donde se ejemplifica lo que será sembrar árboles en Marte. El equipo citado de expertos trabaja con pinos de la especie Pinus hartwegii, ya que “son los posibles candidatos para viajar al vecino planeta”, pues son resistentes a las altas temperaturas y a situaciones adversas, subraya el doctor Navarro. “Hace dos años y medio sembramos mil árboles a 4 mil 500 metros de altura, más arriba de la línea del bosque, y el segundo año, mil 200. Cuando regresamos, nos encontramos con que muchos de los arbolitos han sobrevivido sin ningún problema y han demostrado tener potencial para crecer hasta a más de 4 mil 500 metros. Esta primavera iremos a observar la interacción con el medio de los sembrados en 2007, 2008 y recientemente.” Cuando Marte ya sea el planeta verde, la raza humana podría habitarlo.

El especialista de la NASA involucrado en este proyecto, Cristopher McKay, plantea otro panorama: señala la posibilidad de la existencia latente de organismos en el subsuelo. Si aquí hubo una génesis diferente a la de la Tierra, lo más conveniente, según McKay, sería ayudar a estos organismos a surgir, para estudiar su desarrollo en condiciones óptimas –calentando el planeta–, sin introducir seres vivos de la Tierra, para no alterar tanto su medio ambiente.

Dentro de aproximadamente mil 100 años, desde la Tierra ya no se observará a Marte como un puntito amarillo rojizo, sino como uno verde-azul que, si se coloniza, durante su invierno de cuatro meses probablemente se convertirá en la sede de unas olimpiadas invernales que incluyan pruebas con mayor número de piruetas, ya que su gravedad es la tercera parte de la terrestre. Y tal vez a algún guionista que allí habite se le ocurra escribir Terrícolas al ataque, o Amarte.