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Educación: qué dicen los candidatos en Colombia
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odos los candidatos a la presidencia dedican un lugar en su plataforma al tema de la educación. Algunos, como Petro y Mockus, le asignan una función protagónica en sus proyectos de gobierno. Estos dos candidatos marcan la diferencia en el modo de abordar el asunto, pues al menos insinúan la necesidad de introducir procesos nuevos en la educación, a partir del reconocimiento de los problemas más sentidos en el sistema. Los otros candidatos abordan el problema de manera tangencial y muy genérica. Pardo considera que el camino para una Colombia justa es una sociedad educada, pues niños y jóvenes colombianos sufren del abandono y olvido del Estado y de la sociedad. Para Nohemí Sanín se requiere de una educación innovadora, porque la educación es el pilar fundamental para construir el país de clase media, competitivo y equitativo, al cual aspiramos. Para Vargas Lleras, aunque en la página virtual se anuncia que la sección Educación está en construcción, se infiere de su Política de juventudes que el problema fundamental de la educación es la drogadicción y el alcoholismo, y para acometer tal problema propone la prevención a través de las aulas. Juan Manuel Santos señala que se requiere de una educación que estimule los talentos y la riqueza individual de niños y jóvenes colombianos, liberando su creatividad y permitiéndoles descubrir su vocación, y anota que los educaremos para la incesante flexibilidad mental y formativa que demanda el siglo.

Estas apreciaciones generalistas y retóricas no posibilitan la deliberación, porque están permeadas por el sentido común; un tema tan complejo como es la educación debe trascender el tono ampuloso y atender a la singularidad sin tanto rodeo. Damos por hecho que en las escuelas se requiere de los computadores y del bilingüismo, y de la formación técnica y tecnológica, tan reiterado en el programa de Sanín y en el de Santos, pero cabe preguntarse para qué tipo de escuela y desde qué proyecto educativo y cultural del país; que cada estudiante de educación secundaria tenga un computador portátil es un deseo y una ilusión en un país tan desigual, y no es más que otra proclama de campaña. Llama la atención cierta ingenuidad en las ofertas que hace Santos: Para 2020 habrá 5 millones de niños que lean, hablen y escriban correctamente el inglés (El Tiempo, mayo 2, 2010). Es necesario informarse sobre los bajos niveles de competencia comunicativa en inglés de los docentes de la materia, según la prueba aplicada por el Ministerio de Educación el año pasado. Pero también debe informarse que hay un alto índice de profesores que tienen que dictar dicha asignatura aunque no tengan la formación para ello. Por otro lado, dice que combatirá la deserción temprana estableciendo la obligatoriedad del grado cero. De acuerdo con la Ley General de Educación (1994), en su artículo 18, el nivel de educación prescolar comprende, como mínimo, un grado obligatorio en los establecimientos educativos estatales; es decir, desde 1994 está legislada la obligatoriedad y la gratuidad del grado cero. Sobre la educación superior, Santos y Sanín recalcan la importancia del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena); eluden el problema relacionado con el financiamiento de las universidades públicas y el rezago tan alto en la cobertura y en la retención; no hacen mención al congelamiento de la planta docente de las universidades públicas desde hace 30 años. Sólo hablan de becas y de la disminución de los intereses del Icetex para quienes solicitan préstamos con el fin de estudiar.

En relación con las propuestas de Petro y Mockus, sin duda lo más importante es la invocación a la deliberación en torno a la educación que hemos de construir. Hay diferencias en sus puntos de vista cuando se trata de repensar los dos ciclos más débiles del sistema educativo colombiano: prescolar y lo que se da en llamar educación media. Ninguno de estos ciclos existe en la educación pública en Colombia. De un lado, el grado obligatorio de prescolar, o grado cero, se convirtió en primer grado de primaria y, en consecuencia, no ha respondido al perfil propio de la educación prescolar. De otro, los currículos de los grados décimo y 11, o educación media, no son más que la continuación de la educación básica secundaria; estos grados se reducen al adiestramiento de los estudiantes para responder pruebas similares a las que aplica el Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación o a la preparación de los estudiantes para presentar la prueba de ingreso a la Universidad Nacional. La posición de Petro sobre el aprendizaje desde la primera infancia es preocupante: las madres comunitarias serán empleadas públicas y se trasladarán al Ministerio de Educación para constituir el sistema de prescolar público de Colombia. Es importante reconocer el papel de cuidadoras de las madres comunitarias, pero no podemos confundirlas con los docentes formados para la educación prescolar. Mockus, al contrario, señala la necesidad de tener personal calificado frente a las instituciones encargadas del prescolar, pero da por hecho que existe este ciclo. Sobre la educación media, Petro habla de los colegios universidades dando a entender que a la vez que el joven finaliza el bachillerato, simultáneamente se forma como profesional; es una posición muy ambigua. Mockus no toca el problema de manera frontal, más allá de construir colegios de alta calidad y del aumento del tiempo de estudio, pasando gradualmente de la media jornada a la jornada completa; pero es preocupante que, como también señala Petro, focalice al Sena como alternativa –remedial– para los jóvenes, si bien consideran un acceso más democrático a la educación superior.

El tema de la educación superior es más explícito en la propuesta de Mockus, porque sabe en dónde están las vallas: impulsaremos un programa de formación de profesores en maestrías y doctorados, para aumentar el número de docentes de planta y de profesores con maestría y doctorado; además, señala que revisará y actualizará el esquema de acreditación de programas académicos, así como los mecanismos de evaluación, haciendo públicos sus resultados. En Petro se rescata, al menos para la discusión, el enfoque de los derechos, por encima de las categorías de cobertura y calidad. En un punto coinciden Petro y Mockus plenamente: estimular el reconocimiento social a la labor de los docentes y fortalecer su formación.

* Director del Instituto de Investigación en Educación, de la Universidad Nacional de Colombia