Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de mayo de 2010 Num: 794

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Diálogo en un cuadro de Magritte
JULIETA PIÑA ROMERO

Dos poemas
ANTONIS DEKAVALES

Los hispanistas rumanos
LEANDRO ARELLANO

José y Andrea Revueltas: de tal palo tal astilla
SONIA PEÑA

Rosalía de Castro, gallega universal
RODOLFO ALONSO

Poemas
ROSALÍA DE CASTRO

Arizona, la xenofobia y la ley
FEBRONIO ZATARAIN

Ley de odio
NATALIA ZAMORANO

Migrantes desaparecidos
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

José y Andrea Revueltas:
de tal palo tal astilla

Sonia Peña

El pasado 14 de abril se cumplieron treinta y cuatro años de la muerte de José Revueltas. Ese día nos reunimos en el panteón francés familiares, amigos y allegados para recordar un aniversario más de la partida del escritor; pero también tuvimos el privilegio de darle el último adiós a su hija en un acto que Martín Dozal definió como “el encuentro definitivo entre dos seres que se amaron por sobre todas las diferencias que puedan existir entre un padre y una hija”. Ese día fueron depositadas las cenizas de la primogénita, Andrea, junto a su padre.

Andrea Revueltas llevó el peso del apellido con la humildad que sólo la herencia puede transmitir. No necesitó recurrir a él para hacerse notar en el ámbito académico, donde brilló con luz propia: con un doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad de Vincennes, Francia, impartió clases en la Escuela Nacional de Antropología e Historia; en las Facultades de Filosofía y de Ciencias políticas de la UNAM y en el Departamento de Política y Cultura de la División de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, institución a la que dedicó más de treinta años de su vida. En un medio donde el apellido suele influir para todo tipo de ascensos, Andrea Revueltas se abrió paso a costa de esfuerzo, estudio y trabajo.

El trabajo de edición de los veintiséis tomos de la obra completa de José Revueltas que llevaron adelante Andrea y Philippe Cheron, su esposo, es una labor admirable que requiere de perseverancia, pero también de un gran amor en la relación padre/hija, esposa/esposo, lazos en los cuales –seguramente– no todo fue color de rosa. Pero el amor todo lo trasciende, escribe Pablo de Tarso en una de las mejores páginas de la literatura universal, y en este caso la sentencia se cumple con creces, puesto que cada vez que abramos uno de esos tomos seremos partícipes de ese amor, inmortalizado en el apellido donde se funden árbol y rama, palo y astilla.

Andrea, quien fue amiga, crítica y camarada de su padre, supo aprehender de él el amor a su gente, el cual incluye –indefectiblemente– la crítica y la autocrítica. En un país cuyos gobiernos se caracterizan por el nacionalismo exagerado, la demagogia y el paternalismo, tanto José como Andrea Revueltas supieron ir más allá de los meros partidos políticos, ninguno dejó de señalar los errores (así se llama una de las mejores novelas de Revueltas) y desaciertos en los que caían tanto los conductores como los militantes de una izquierda a la cual ambos se adhirieron. Esa misma izquierda que calumnió, injurió y expulsó a José Revueltas cuantas veces éste intentó hacer uso de su derecho a la crítica, con las armas que manejaba a la perfección: la pluma y el papel.

En la correspondencia que mantuvieron José y Andrea Revueltas se aprecia una relación que va más allá de los típicos consejos de un progenitor preocupado por el futuro de su hija. Hay, en esas cartas, la discusión política, literaria y social entre maestro y discípulo. Esto es algo que los hijos agradecemos siempre: la complicidad en el trato de igual a igual, porque es un privilegio que dos generaciones coincidan tanto en ideología como en intereses.

La obra literaria, ensayística y política de José Revueltas no ha tenido hasta la fecha la difusión y el estudio que merece. Lo poco que hay se debe a la labor editorial de Andrea y su esposo. Queda a los jóvenes la tarea de renovar la lectura y la discusión sobre un autor fundamental para las letras mexicanas. Quizá la falta de interés en la obra de José Revueltas se debe a que por mucho tiempo la crítica lo catalogó como mal escritor, influida por revanchas ideológicas más que por juicios objetivos. En este aspecto hay una importante semejanza con Roberto Arlt, catorce años menor y a quien la intelectualidad argentina consideraba un escritor “ínfimo”. Vale para los dos la respuesta de Arlt en el prólogo a Los lanzallamas: “Se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia.”

Pocos son los países en los que un solo apellido congrega todas las manifestaciones del arte: literatura, música, pintura y teatro. De entre los miembros de la segunda generación destaca el nombre de Andrea Revueltas. Y no me refiero a la “hija de”, porque si bien es cierto que como primogénita supo ser la heredera de la obra, de la ideología, de la entrega y de la generosidad del novelista, también fue lúcida analista de una realidad que le dolía cada día más.

Nunca olvidaré la última reunión que tuve con Andrea, una semana antes de su muerte: sentada en una silla de ruedas, leía uno de los diversos periódicos que tenía amontonados sobre una mesita en el estudio de su casa. El dolor reflejado en el rostro, me recibió con su acostumbrada amabilidad, comenzamos hablando de temas cotidianos como el frente frío, la lluvia y el tráfico. Luego pasamos a un tema (también cotidiano) que ocupaba gran parte de los titulares de los diarios extendidos sobre la mesa: la inseguridad. Después de comentar mi reciente estancia en Ciudad Juárez me dijo con su tono pausado y bajo: “Lo que más me preocupa de todo esto es la juventud, ¿qué país le vamos a dejar?”

Esa fue Andrea Revueltas, una intelectual preocupada por el futuro de “los muchachos”, como llamaba a sus alumnos, una mujer que no se conformó con ser “la hija de”. Astilla del mismo palo, aprovechó cada una de las enseñanzas de su padre y las conjugó con las propias: desde su cátedra, desde sus ensayos, desde su ética.